María Eugenia Ramos (primera a la izquierda) en una de las actividades de la FIL Guadalajara 2011, con Claribel Alegría y Sergio Ramírez Mercado. |
La escritora hondureña participará desde mañana como invitada en la Feria del Libro de Guadalajara, México. Antes de irse habló en exclusiva para Siempre sobre su trabajo poético y narrativo.
La Feria del Libro de Guadalajara, la más prestigiada en lengua española, cumple 25 años en 2011 y los celebra con el proyecto "Los 25 secretos mejor guardados de Latinoamérica": un grupo de escritores poco conocidos que han sido seleccionados para presentarlos al público y profesionales que concurren a esta cita anual del mundo del libro.
María Eugenia Ramos es uno de esos secretos mejor e injustamente guardados. Esta escritora hondureña tiene la estatura pequeña, la sonrisa levemente irónica y la voz clara, acostumbrada a las grandes audiencias, ya sea como oradora ante masivas manifestaciones en su época de dirigente estudiantil o como educadora, dado que estudió magisterio.
La Feria del Libro, dedicada este año a Alemania, empezó ayer y termina el próximo 2 de diciembre, y en ella, además de "Los 25 secretos mejor guardados de Latinoamérica", se presentarán escritores de gran significación internacional como Herta Müller, Mario Vargas Llosa, Juan Gelman y Sergio Ramírez. Antes de su partida a Guadalajara para encontrarse con ellos, María Eugenia se reunió con nosotros para compartir un café y contarnos sobre su vida, su obra y sus secretos. Estas son sus palabras:
Háblenos un poco de lo que significa para usted esta experiencia de ser invitada a la Feria del Libro.
En primer lugar, es una gran sorpresa que me hayan incluido en una lista de escritores considerados "de gran potencial", seleccionados en un proceso que, según los organizadores, implicó la lectura de decenas de obras por un equipo de editores, libreros, periodistas y críticos. La selección final recayó en un comité de lectores, que eligieron a 25 autores de 15 países. Entre los seleccionados hay nombres reconocidos, con numerosos títulos publicados, no solo en sus países, sino también en Europa, en tanto que yo he publicado poco. Aún estoy con la boca abierta y temiendo que me llamen diciendo que fue un error... Se trata de un gran compromiso, porque en adelante tengo que escribir y publicar mucho más para corresponder al honor de esta invitación.
¿En qué actividades participará en la feria?
Estaré en las presentaciones de los "25 secretos", con participación especial el día 28 (mañana lunes). Además, asistiré a las presentaciones de dos nuevas antologías centroamericanas publicadas por el Fondo de Cultura Económica, en las que aparezco; una de cuento, "Puertos abiertos", y otra de poesía, "Puertas abiertas". También habrá eventos sociales en los que compartiremos con el presidente del Comité Organizador de la feria e invitados especiales.
Usted tiene dos libros publicados, ¿a qué se debe que no haya vuelto a publicar?
Paradójicamente, han influido tanto el descuido como el exceso de cuidado. Descuido porque me he dejado absorber por las exigencias del día a día, en trabajos que poco se relacionan con la literatura, y no he hecho un esfuerzo por dedicarle tiempo a mi vocación. Y por otro lado, exceso de cuidado, porque pienso que es preferible publicar poco, con la seguridad de que lo publicado tiene las cualidades mínimas para merecer ser leído, en lugar de publicar mucho solo por vanidad o para que nos compren libros, peor aún si los estudiantes se ven obligados a comprarlos a cambio de una calificación, o si los venden docentes que se quedan con una comisión.
Varios escritores nacionales han salido a la luz con sus trabajos en los últimos años. ¿Podría decirnos qué opina sobre esta literatura nacional que está surgiendo?
Tengo mucho optimismo sobre autores jóvenes que han surgido recientemente, cuyas obras están a tono con lo que se está escribiendo en la actualidad en otras partes del mundo. Son voces que aportan frescura y desenfado, pero también diversidad y profundidad. La literatura hondureña ya no se compone solo de los mismos nombres que nos vienen repitiendo desde la primaria, sino de muchos otros que merecen ser leídos, como Gustavo Campos y Dennis Arita. Siempre que puedo promuevo a estos autores y autoras jóvenes en los espacios donde participo.
Cada vez que se menciona su nombre en el ambiente periodístico y literario, inmediatamente se le relaciona con don Ventura Ramos. ¿Siente que la figura de su padre, además de haber influido en su desarrollo y su educación, es una especie de sombra, como ocurre en algunos casos de hijos de famosos?
No me molesta que se mencione el nombre de mi padre; al contrario, me siento orgullosa de ser su hija. Muy pocas personas en Honduras disfrutan del privilegio de haber tenido un padre, no solo amoroso, sino además respetado, admirado y querido por su talento autodidacta y su honestidad, y yo tengo ese privilegio. Naturalmente que él no esperó nunca de ninguno de sus hijos que fuéramos una copia de sus logros, y en ese sentido cada uno de nosotros tiene sus propios méritos y se ha desarrollado en distintos campos. Mi hermano mayor es un patólogo ya jubilado que se abrió campo como docente e investigador en una universidad de Estados Unidos; mi hermana mayor también es profesional de la medicina y se ha dedicado al estudio y prevención de las adicciones. Yo he sido la menos aplicada en el campo académico, pero la habilidad para redactar me ha permitido ganarme la vida decorosamente, como editora. Mi padre estaría muy orgulloso de saber que he publicado y que estoy abriéndome camino fuera de Honduras como escritora.
Esta pregunta es casi obligada, dado que usted es una defensora de los derechos de la mujer: ¿cómo se consolida una mujer en el oficio de escritora en Honduras?
Considero que, si bien siempre hay ciertas desigualdades de género entre escritoras y escritores (evidenciadas en las antologías, por ejemplo), se ha avanzado mucho en cuanto a los espacios ganados por las mujeres en la literatura. Hace poco estuve releyendo una ponencia que presenté en 1992 en un encuentro de escritores de México y Centroamérica, titulada "Lenguaje, literatura y mujer en Honduras", en cuyo último párrafo planteaba la esperanza de que en el futuro las antologías y las mesas de lectura en Honduras no estuvieran compuestas solo por hombres, sino por hombres y mujeres. Pues bien, siento que hoy, dos décadas después, es muy raro encontrar una lectura en la que solo participen escritores hombres, aunque se sigue dando.
Pongámonos un poco menos serios y hablemos de cosas más light. ¿Qué significa ser escritor?
Creo que cada quien tiene su propia visión de lo que significa ser escritor o escritora, desde su experiencia particular. Para mí ser escritora ha significado tener más distracciones que la mayoría de las personas; en ese sentido tengo anécdotas famosas entre mi círculo de amistades. Sueño mucho y hago poco.
Si su hija quisiera ser escritora, ¿qué le recomendaría?
Mi hija no quiere ser escritora, pero es mi fan número uno, y le estoy muy agradecida por eso. En todo caso, si quisiera escribir, le recomendaría leer, escuchar y vivir, todo en grandes cantidades y con mente abierta, y dejar "remojando" sus textos el mayor tiempo posible antes de publicarlos.
Hablo con muchos poetas hondureños y parece que sufren mucho y les va muy mal, ¿qué visión tiene usted de los poetas, en un sentido general, claro?
Ernesto Sábato decía que los escritores son sobre todo exagerados. Por otro lado, los escritores y artistas en general somos más sensibles que la mayoría de las personas. Todo ello influye para que fácilmente seamos víctimas de lo que en el siglo diecinueve se conocía como "el mal metafísico", la bohemia, la autodestrucción. Como en cualquier otro sector de la población, tenemos también personajes acostumbrados a vivir a expensas de los demás, que invocan toda clase de tragedias para que los compadezcamos. Hay otros que verdaderamente tienen conflictos sin resolver, entre los cuales me incluyo. Algunos los evaden recurriendo al alcoholismo, lo cual afortunadamente no es mi caso, y también, en ciertos casos, logran aprovecharlos como fuente de su poesía. Mi visión es que somos personas comunes y corrientes que nos damos el lujo de crear nuestros propios mundos. El cómo aprovechemos ese don o lo desperdiciemos, depende de cada quien.
En un mundo como el de ahora, ¿vale la pena seguir escribiendo poesía?
La poesía siempre será necesaria, especialmente si el mundo en que vivimos se cae en pedazos.
¿Qué busca María Eugenia Ramos al escribir sus libros?
Busco traducir a palabras los sueños que tengo, ya sea dormida o despierta.
¿Qué es lo peor que le ha pasado como escritora?
Las mayores vergüenzas que he pasado, ya sea con el sombrero de escritora puesto o en cualquier otra circunstancia de la vida, han sido debido a mis distracciones y falta de memoria. En una ocasión, siendo estudiante de segundo curso, se me ocurrió participar con un poema de mi autoría en un concurso de declamación en el Instituto Técnico Luis Bográn, ante un público compuesto solo por adolescentes varones. Comencé con mucho ímpetu, pero a los pocos segundos olvidé por completo el poema que yo misma había escrito. Entonces hice lo que los cantantes cuando olvidan la letra: improvisé. Siempre se notó, pero los muchachos fueron muy generosos y en lugar de abuchearme me aplaudieron.
Dicen que todos los escritores tienen rituales a la hora de escribir... ¿cuáles son los suyos?
Más que un ritual, tengo dependencia de la computadora; me es difícil escribir a mano. Además, tengo un mal hábito, y es morderme los dedos, no las uñas, sino los dedos, cuando estoy muy concentrada. Cuando se me ven callos muy pronunciados en las manos es porque he estado trabajando mucho.
¿Hay algún libro que jamás leería? ¿Por qué?
Los de Paulo Coelho, porque más que literatura son libros de autoayuda disfrazados de obras literarias.
Un libro que siempre ha querido leer y no ha podido… ¿por qué?
Me gustaría leer (¡y entender!) "Ulises" de James Joyce y "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust para presumir ante mis amistades y compañeros de la carrera de Letras de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Pero me he aburrido mortalmente con las primeras páginas, así que he renunciado porque la lectura debe ser un placer, nunca una obligación.
Creo que este es un pecado de los escritores pobres, así que quizá no lo haya cometido usted. ¿alguna vez ha "tomado prestado" un libro y no lo ha devuelto? ¿Cuál?
Para empezar, déjeme aclararle que tal vez no soy una pobre escritora, pero sin lugar a dudas sí una escritora pobre. Mis ingresos no llegan ni siquiera a tres salarios mínimos, y soy de las que a fin de mes dejan de pagar una cuenta para poder pagar las otras. Claro que he tomado prestados libros y no los he devuelto, aunque generalmente ha sido por olvido, o porque tengo mucha confianza con la persona y asumo que es un préstamo indefinido.
¿El libro que mayor decepción le ha provocado? ¿Por qué?
"Memoria de mis putas tristes", de Gabriel García Márquez. En mi infancia devoré "Cien años de soledad" y era capaz de recitar de memoria párrafos enteros. Ninguno de sus otros libros, con excepción de sus cuentos, me ha gustado mucho que digamos. Pero en "Memoria de mis putas tristes" García Márquez se presenta como un escritor misógino. Yo no pude terminar de leerlo.
¿El libro más hermoso que ha leído? ¿Por qué?
Para mí los libros más hermosos son los de cuentos infantiles modernos, especialmente si están editados en buen papel y con las mejores ilustraciones. Disfruto, no solo leer, sino también ver, tocar y hasta oler el libro como objeto artístico, no solo por su contenido, sino también por su presentación. Pero el libro que no hubiera querido terminar nunca de leer, de tan bien escrito que me pareció, es "La guerra del fin del mundo", de Mario Vargas Llosa. Logró crear unos personajes geniales, creíbles pero únicos, e hilvanar una historia de la que uno no se puede despegar hasta la última línea.
¿Qué quiere que las futuras generaciones recuerden de la escritora María Eugenia Ramos?
Esa pregunta me hace sentir como si tuviera un pie en la tumba, y recuerde que los cincuenta años en una mujer son los nuevos treinta... Ya en serio, no se me ha ocurrido pensar en cómo quiero que me recuerden. Más me gustaría conocer e intercambiar con las generaciones actuales.
Sobre la tumba de Graucho Marx hay un epitafio fabuloso: "Perdonen que no me levante". ¿Qué le gustaría que estuviera escrito sobre la suya?
"De lo bueno, poco". Así reivindico mis escasos 1.50 metros de estatura y, además, me justifico por si no pudiera escribir más libros.
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