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10 de diciembre de 2017

El mundo perturbador de "Una cierta nostalgia"

Afiche del Centro Cultural de España en Tegucigalpa para la presentación
de la cuarta edición de Una cierta nostalgia, Tegucigalpa, febrero de 2017.


Dennis Arita*


Publicado originalmente en 1998 en un diario de Tegucigalpa, Una cierta nostalgia ha tenido tres ediciones en forma de libro; la última, de 2016, bajo el sello de la Editorial Guaymuras, en la que también Ramos asumió el diseño de cubierta y páginas interiores, dando muestra de su delicadeza en estos menesteres.
Debido a la dificultad de abarcar en unas cuantas páginas la profusión de temas y símbolos que sugiere cada nueva lectura de Una cierta nostalgia, prefiero limitarme a cuatro de los motivos que se repiten en las narraciones del libro: las amenazas, los sueños, la locura y los espejos.
Las amenazas
Estamos rodeados de amenazas: la amenaza de quedarnos solos, de morir violentamente, de vagar por un mundo donde comunicarse es imposible. La literatura ha explorado desde hace siglos esos temores primigenios de la humanidad, dándoles formas de monstruos, páramos oscuros, cavernas, espacios que nos aplastan con su inmensidad o nos espantan con su estrechez, funcionarios malvados, tribunales incomprensibles y horrorosos laberintos. Las historias que la literatura nos cuenta para describir las amenazas que nos acechan todos los días son a veces claras como los antiguos mitos o herméticas y oscuras como las novelas de Kafka. En los mejores libros, los causantes de nuestros miedos se pueden ocultar bajo máscaras inesperadas y estar al acecho en sitios insólitos.
Los cuentos de Una cierta nostalgia describen eficazmente algunos de nuestros temores más poderosos, los muchos enemigos que nos desafían y que en ocasiones no sabemos reconocer porque dentro llevamos sembrados otros miedos que nos ciegan y nos impiden medir la fuerza con que esas amenazas nos hacen sus esclavos. A veces, parecen sugerir las narraciones de Una cierta nostalgia, no hay peor enemigo que el que llevamos dentro.
Para hablarnos de nuestros miedos, Ramos usa en sus relatos una escritura límpida y tersa que no parece anunciar los materiales tenebrosos con los que trabaja e imagina situaciones límites en las que sus personajes, casi siempre mujeres, deben luchar contra los monstruos que las asedian desde fuera y contra otros que se abren paso desde los rincones oscuros de la mente.
La soledad, todos lo sabemos, nos intimida y es capaz de carcomer nuestra cordura. No hay día que no estemos inventando maneras de no sentirnos solos, formas de declarar nuestra repugnancia al vacío. Como a nosotros, a los personajes de Una cierta nostalgia les da temor sentirse solos y son capaces de todo por huir de la amenaza de la incomunicación y el desamparo; pueden incluso, como Marta, en El círculo, décimo cuento del libro, desdoblarse, transformarse brevemente en otra persona que no está sola, que tiene una historia compartida, una casa, un marido, unos hijos. El problema de Marta, como el de todos los que intentan evadir la soledad por medios ilegítimos, es que de ese modo pueden deslizarse poco a poco y sin darse cuenta hacia el territorio de la locura. Ramos describe con delicadeza y habilidad consumada el paso de las fantasías a la brutal realidad de los seres solitarios.
Amenazada también está la Cenicienta de Entre las cenizas, cuarta pieza del volumen, y su soledad se parece a la de Marta porque, como en El círculo, la burbuja evanescente donde transcurre su existencia toca apenas por un momento el mundo, hecho de guerras y exilio, del príncipe Miguel, quien la sueña una noche tan solo para poseerla, dejándola al final más desamparada que nunca, incapaz de vencer al “fantasma implacable” que la tortura cada noche.
La misma clase de aislamiento padece Sonia en La partida, quinto relato del libro: en un mundo arrasado por un temblor apocalíptico, Sonia y sus dos compañeros masculinos, el “censor implacable” Pablo y el amoroso Francisco, deben dejar atrás la casa donde ya les resulta imposible impedir que se escapen sus recuerdos. La huida de fuerzas enigmáticas se parece a la de los hermanos en Casa tomada, de Cortázar. Sonia, igual que Cenicienta y Marta, está aislada y la barrera que le impide comunicarse toma la forma, en el relato, de un vidrio que los separa.
Los hombres en la vida de estas tres mujeres se parecen a Marcos en Cuando se llevaron la noche, séptimo relato del volumen; al comienzo del cuento, Marcos duerme o tal vez se imagina “lejos, tal vez caminando sobre alguna duna” y, aunque descansa en la misma cama que la narradora en primera persona del relato, en realidad no está con ella. Misteriosas entidades, como en La partida, asedian la casa donde ella y Marcos se han citado para hacer el amor y rompen su relación, al parecer definitivamente.
Tan poderosa como la amenaza de la soledad es la de la muerte y es difícil nombrar un miedo peor que el de morir violenta, injusta y anónimamente, como le ocurre a Isaías, protagonista de El vuelo del abejorro, primera historia del libro; sin embargo, el relato nos revela que, en efecto, sí hay una peor forma de morir: que se burlen de nosotros antes de liquidarnos, que primero nos atemoricen, luego nos den un respiro, una esperanza fugaz, y al final nos destrocen revelándonos una maldad sin límites. Como una especie de contrapunto irónico, el segundo cuento del libro, Para elegir la muerte, anuncia desde su título lo que no pudo hacer Isaías en El vuelo del abejorro: Samuel sí escoge la forma de su muerte, pero no es una muerte común, es la muerte “sin recompensa”, diferente a la de quienes mueren por amor o por fe, pero semejante a la de quienes entregan la vida por una causa sin la satisfacción de contemplar los frutos de su ofrenda definitiva.
Ambas narraciones están unidas también por la crítica social; entre los pliegues de la fábula se desliza el fantasma de la represión política. Aunque el primer relato no nos aclara de dónde procede la violencia que acaba con la vida de Isaías y el segundo solo lo sugiere con la mención de la clase de muerte escogida por Santana (“había elegido morir como desaparecido político”) y en la manera enigmática de describir la muerte elegida por Samuel, en el tercer cuento de la colección, Domingo por la noche, las implicaciones políticas están expuestas con toda claridad: una patrulla detiene a dos mujeres que vienen de repartir volantes contra la represión y una tercera mujer, esposa de un doctor aliado de las fuerzas represivas, las salva de la violación, la tortura y, tal vez, la muerte.
Domingo por la noche nos presenta, así, al hombre como otra amenaza y a las mujeres sometidas al hambre masculina de poder. Esta forma de describir a los hombres como criaturas poseídas por intereses y motivos oscuros y a las mujeres como víctimas de los caprichos varoniles se magnifica y adquiere dimensiones fantásticas en Los visitantes, octava narración del libro de Ramos. La protagonista anónima de Los visitantes escapa de “tres jóvenes bien vestidos” que pretenden llevársela por la fuerza y regresa a casa con la ayuda de dos seres extraterrestres, uno de los cuales muestra misteriosos atributos masculinos que fascinan a la jovencita.
No debe extrañarnos que la protagonista de Los visitantes prefiera soñar (como insinúa el final del relato) con un hermoso galán de otros mundos en vez de caer en manos de una pandilla de borrachos; como las muchas soñadoras que pueblan las páginas de Una cierta nostalgia, ella escoge sus fantasías en vez de “la carga de una existencia respetable”. Soñar despiertos o dormidos se convierte de esa manera en una forma de imponerse a la realidad y las mujeres, protagonistas mayoritarias de las historias de Una cierta nostalgia, pueden soñar para crear mundos alternos en los que, si bien fugazmente, son felices. Al menos es así hasta el momento en que sus sueños se convierten en pesadillas.
Sueños
Si el mundo real está erizado de amenazas constantes que alzan su horrible rostro en cada esquina, a los personajes de los cuentos de Una cierta nostalgia les queda por lo menos el consuelo de soñar. En una muestra de sarcasmo tal vez involuntario de Ramos, los soñadores que aparecen en sus narraciones se dividen en hombres que están literalmente dormidos y mujeres que sueñan para crear mundos donde a veces alcanzan un simulacro de la felicidad y otras veces son víctimas de sus sueños transformados en pesadillas; son, de cierta manera, representaciones de la escritora que sueña ficciones.
Una muestra asombrosa de la manera como Ramos maneja el material onírico es Entre las cenizas, primera incursión del libro en el terreno de algo que podríamos llamar fantasía pura: en una interesante reelaboración de un famoso cuento de hadas, Ramos describe cómo el príncipe Miguel sueña con Cenicienta cuando, de vuelta de una derrota en la guerra, se alberga en una destartalada cabaña en medio del bosque. El príncipe se parece a los demás ejemplares de su sexo que pasan por las páginas del libro de Ramos: es un ser de preocupaciones primitivas, interesado más en satisfacer sus deseos que en ponerse en los zapatos, sean o no de cristal, de una mujer. Miguel se duerme y sueña con Cenicienta, pero sueña con ella solo para poseerla y, una vez que ha terminado el acto, el sueño parece también terminar; sin embargo, Ramos, en una vuelta de tuerca prodigiosa, hace que Cenicienta continúe el sueño del príncipe y que tenga un sueño dentro del sueño iniciado por el hombre, aunque el suyo no es solo un sueño placentero, sino una “pesadilla que la acecha desde niña” bajo la forma de un animalito de juguete que le destroza el cuerpo a dentelladas.
En Entre las cenizas, Ramos maneja con eficacia varios planos y logra un texto sorprendente que supera su prestigiosa ascendencia fantástica y se convierte en una alegoría de la incomunicación. Los planos oníricos de los dos personajes se tocan durante un breve lapso, pero, al final, Cenicienta queda sola y perdida.
Otra forma de la pesadilla acecha a Adriana en El viaje, novena pieza del libro. La narración es una nueva muestra de la habilidad técnica de Ramos al barajar el plano onírico y el plano real, desplazándose con sutileza de uno a otro y estableciendo al comienzo elementos que revelan todo su significado en el poderoso cierre del relato. El sueño de Adriana es también premonitorio; en una metamorfosis sorprendente, el reloj soñado por ella se transforma, en la realidad del cuento, en otro artefacto mecánico: un automóvil. Adriana se parece a la Sonia de La partida; ambas son criaturas de duros hábitos (“detestaba el desorden”), y está sometida al inflexible código materno (“mirarse al espejo era pecado, decía su madre”; “llorar cuando se muere alguien es un pecado”) que a lo mejor determina de algún modo la simbología de sus sueños.
A veces, los sueños en las narraciones de Ramos entran en un espacio inestable donde los personajes podrían estar perdiendo la razón o moviéndose en ámbitos puramente fantásticos. Ese es el caso de Marta en El círculo y la chica anónima de Los visitantes; tal es el rico poder de sugestión de ambas piezas del libro que no sabemos si las dos mujeres sueñan despiertas, están entrando en el territorio de lo irreal o se han vuelto locas.
Locura
En el cuento fantástico El horla, publicado en 1882 por Guy de Maupassant, el narrador en primera persona nos describe a una abominable criatura que lo espanta cada noche; el lector no es capaz de decidir si la entidad es auténtica o es solo el producto de los desvaríos del narrador.
Si es posible hablar de realidad e irrealidad en una ficción, en cuanto maneja primordialmente elementos imaginarios, entonces, la delicada articulación de lo real y lo irreal en la narración del maestro francés se parece a lo que Ramos consigue en algunas de las historias de Una cierta nostalgia: Carmen, en La otra, sexto relato del libro, está tan obsesionada con su belleza reflejada en los espejos y con el supuesto engaño de su novio que comienza a perder el control de su mente e imagina que en el fondo de su espejo favorito acecha la otra. Los espacios real e irreal se contaminan y, al final de la narración, un espejo ha desaparecido fantásticamente de la casa de Carmen; esta contaminación de planos es parecida a la de Entre las cenizas, donde la muñequita de trapo del sueño se materializa asombrosamente “sobre el jergón” donde el príncipe pasó la noche.
Si estamos dispuestos a entrar en el juego propuesto por la ficción en La otra, los hechos del relato deberían entonces tomarse al pie de la letra porque nos los cuenta un narrador objetivo y omnisciente; juzgamos que Carmen ciertamente ha enloquecido, pero la fantástica desaparición del espejo deja la puerta abierta a la posibilidad de que la irrealidad haya invadido el espacio real propuesto por la narración. En cambio, Cuando se llevaron la noche es narrado en primera persona por una mujer anónima, quien, después de escuchar golpes en el techo de la casa donde duerme con su amante, descubre aterrorizada que “se llevaron la noche”. La posible dimensión fantástica del relato tiene quizá menos importancia que la explicación siquiátrica o las connotaciones simbólicas: la noche que “se llevaron” adquiere de golpe muchos significados.
La ventana en Cuando se llevaron la noche, el espejo en La otra y la puerta del autobús en El círculo son como portales por donde los personajes pueden perderse en una dimensión alterna o, más probablemente, en la locura. Marta, en El círculo, atraviesa la puerta del bus y con ese acto trivial parece pasar temporalmente al cuerpo de otra mujer menos solitaria y tal vez más feliz.
Espejos
Narciso, nos cuenta el mito griego, era un joven tan enamorado de él mismo que se ahogó al caer en el estanque donde se contemplaba.
El relato La otra es un eco del antiguo mito, pero en este caso es una mujer la que se deja seducir por su propia imagen reflejada en un espejo. El misterio esencial de los espejos, la posibilidad fantástica de que por una luna se asome otro universo, mejor o peor que el monótono mundo de todos los días, es parte del encanto y el miedo que La otra nos provoca.
No solo la imaginación popular ha fantaseado con la idea de que las superficies reflexivas son umbrales fantásticos. En A través del espejo, de Lewis Carroll, Alicia viaja a un mundo de posibilidades infinitas atravesando una lámina de vidrio pintado.
Es cierto que, en la fantasía de Carroll, Alicia pasa por situaciones bizarras del otro lado del espejo, pero ninguna de sus experiencias en el mundo alterno tiene el aura de desolación que deben afrontar las protagonistas de los cuentos de Ramos cuando contemplan su reflejo. Así, en El círculo, Marta se duerme en el autobús y se sueña como una niña cerca de una fuente; el encanto de esa imagen se rompe cuando Marta se asoma a la fuente y ve “una sombra oscura reflejada en el agua”. El miedo de Marta a las superficies reflexivas no es exclusivamente suyo; alguno de nosotros debe haber sentido algo parecido más de una vez. Los espejos pueden ser imaginados como portales fantásticos, pero tienen una facultad más espantosa: nos devuelven la imagen de nosotros que a veces no quisiéramos ver.
La fidelidad
La lectura de Una cierta nostalgia nos deja un sentimiento contradictorio: estamos ante un libro de prosa luminosa, pero donde personajes solitarios y amenazados, en precario equilibrio entre la locura y las realidades alternas, deambulan por paisajes sombríos y, en ocasiones, destruidos por cataclismos.
Parece que en un mundo como el que describe Ramos no hay sitio para la esperanza: los personajes están separados unos de otros y se mueven en sus respectivas burbujas, infladas de sueños, visiones y fantasías. Nadie entiende a nadie e incluso la muerte es un producto vendido por misteriosas corporaciones.
Domingo por la noche es el único cuento del libro que, a pesar de su argumento perturbador, ofrece la solidaridad como una salida; sin embargo, no es un hombre quien equilibra la balanza solidarizándose con las mujeres que están a punto de ser violadas: es otra mujer quien las salva.
En Una cierta nostalgia, María Eugenia Ramos, fiel a su ideario, no se traiciona nunca ofreciendo salidas fáciles.

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* Narrador hondureño nacido en La Lima, Honduras, en 1969. Ha publicado los libros de relatos Final de invierno (2008) y Música del desierto (2011).

Fuente: Carátula, revista cultural centroamericana, # 81, diciembre de 2017. Ver la publicación original aquí.

Notas relacionadas:

17 de febrero de 2017

Palabras para la presentación de "Una cierta nostalgia" en Tegucigalpa

De izquierda a derecha, los escritores Néstor Ulloa, Gustavo Campos,
Jessica Isla, María Eugenia Ramos, Luis Fernando Lezama y Kalton Bruhl, 
en la presentación de Una cierta nostalgia en el Centro Cultural 
de España en Tegucigalpa. 14 de febrero de 2017.

Era 1979 y yo tenía 19 años cuando escribí "Los visitantes", el primero en orden cronológico de los cuentos reunidos en Una cierta nostalgia. Si no me equivoco, el cuento fue publicado en un periódico, no recuerdo en cuál, porque no he tenido el cuidado de recortar y guardar mis publicaciones. Sin embargo, no olvido que días después de la publicación del cuento me encontré en el puente Mallol de Tegucigalpa con un conocido, activista sindical, quien me reclamó por haber escrito un texto que narraba hechos imaginarios. "No entiendo qué se propone usted con ese cuento, María Eugenia", me reprochó. Ese fue uno de mis primeros encuentros —encontronazo, se podría decir— con la crítica literaria.

En 1980 mi cuento "Domingo por la noche" fue publicado en Alcaraván, en mi opinión la mejor revista literaria de Honduras, dirigida por el poeta hondureño Rigoberto Paredes, de grata recordación. En aquella ocasión, según me comentó el propio poeta Paredes, un señor le escribió muy molesto porque la revista había publicado ese cuento que contenía "malas palabras", además de alusiones a la conducta sexual de los soldados que figuran como personajes.

Entre 1981 y 1989 hubo un paréntesis en el que no escribí ningún cuento. Las circunstancias históricas de la época nos obligaron a muchas y muchos jóvenes que habíamos participado en el movimiento estudiantil a oponernos de todas las formas posibles a la ocupación del país por tropas extranjeras. Debido a ello conocí el exilio y la clandestinidad, hasta que en agosto de 1986 pude regresar a Honduras, gracias a la intervención del entonces Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, don Leo Valladares, a quien nunca le estaré lo suficientemente agradecida.

Mi experiencia de vida durante ese tiempo me permitió escribir Porque ningún sol es el último, poemario publicado en 1989, también gracias a la generosidad del poeta Rigoberto Paredes, en la entonces recién creada Ediciones Paradiso. El libro fue muy bien recibido entre los círculos intelectuales del momento, aunque hasta el día de hoy nunca he sabido cuántos ejemplares se vendieron.

Durante la década de los noventa, yo misma fundé un proyecto editorial, con el apoyo de mi familia. Y fue a lo largo de esa década, en los intervalos que me dejaba el trabajo, que escribí la mayoría de los cuentos incluidos en Una cierta nostalgia, que en 1998 el poeta Óscar Acosta, otro gran ser humano a quien le estoy muy agradecida, publicó en la sección "Hondulibros", suplemento del diario El Heraldo, con las ilustraciones del maestro Ezequiel Padilla Ayestas que he recuperado para la cuarta edición que esta noche estamos presentando con el sello de la Editorial Guaymuras. En el año 2000 los cuentos se publicaron como libro, en una edición de mil ejemplares que se vendió casi íntegramente en San Pedro Sula, gracias al apoyo de la maestra Sara Rolla, entonces catedrática del que era Centro Universitario Regional del Norte, hoy UNAH-VS.

Es curioso que, a pesar de que soy de Tegucigalpa y en los años noventa participé acivamente en el movimiento cultural de la ciudad, Una cierta nostalgia no tuvo ninguna difusión en los medios intelectuales capitalinos. Fuera de Sara Rolla y Helen Umaña, ambas residentes en San Pedro Sula, nadie escribió sobre este libro, sino hasta 2011, cuando Mario A. Membreño Cedillo escribió un artículo crítico. Los antólogos nacionales, con apenas un par de excepciones, tampoco lo incluyeron en sus antologías.

A pesar de este silencio entre casi todos los escritores y académicos más próximos a mí en términos cronológicos, el libro se abrió puertas por sí mismo para encontrarse con las generaciones más recientes de escritoras y escritores, entre ellos quienes me han brindado su amistad y me acompañan esta noche: Jessica Sánchez, Kalton Bruhl, Luis Fernando Lezama y Gustavo Campos, a quien le agradezco el haberme conectado con las generaciones surgidas a partir de 2010.

Dos amigas muy queridas, las poetas Soledad Altamirano Murillo y Yadira Eguiguire, también han contribuido generosa y desinteresadamente a darme a conocer entre sus estudiantes. Pero mi mayor sorpresa ha sido enterarme de que un maestro de Ocotepeque, a más de cuatrocientos kilómetros de aquí, hizo que sus estudiantes leyeran mi libro en fotocopia, porque no había ejemplares disponibles. Mi amiga Wendy Alfaro, aquí presente, fue una de esas estudiantes.

Hoy, afortunadamente, la historia es distinta. Dieciséis años después de su primera publicación como libro, Una cierta nostalgia está recibiendo el reconocimiento y la difusión que no tuvo ni siquiera en 2011, cuando gracias a él fui seleccionada por la FIL Guadalajara como una de "Los 25 secretos literarios mejor guardados de América Latina". Ningún medio de comunicación del país, ni entidad académica o literaria, hizo mención de ese logro. Pero a pesar del silencio oficial, este libro siempre ha tenido lectores y lectoras entusiastas, especialmente jóvenes, que lo han leído por iniciativa propia, se han identificado con él y lo han hecho suyo.

Por ello, cuando las personas a mi alrededor me preguntan si voy a publicar otra obra, cuando yo misma me cuestiono sobre mi vocación de escritora, percibo los sentimientos que este libro ha despertado, evidentemente de soledad, de inconformidad y búsqueda, pero también de amor y ternura, de esperanza en la posibilidad de la literatura, incluso en un país destrozado, hundido por la corrupción, la codicia y la desvergüenza de la clase gobernante. Y entonces le doy gracias a la vida y a sus vicisitudes, porque sin ellas no hubiera escrito este libro que me ha abierto y me sigue abriendo tantas puertas.

Agradezco a los escritores Néstor Ulloa, Jessica Isla, Gustavo Campos, Kalton Bruhl y Luis Fernando Lezama por su amistad y generosos comentarios, como también a todas y todos ustedes por su grata compañía esta noche. Un abrazo a la distancia para la talentosa Lourdes Soto, quien tomó la fotografía de cubierta para esta edición.

Finalmente, quiero agradecer al Centro Cultural de España por las facilidades brindadas para esta presentación; a Isolda Arita, mi amiga y directora de la Editorial Guaymuras, y a su equipo, por las oportunas sugerencias que contribuyeron a mejorar esta edición. Y a mi padre y a mi madre, quienes no solo me dieron la vida, sino que la hicieron más feliz y productiva con los libros.

Tegucigalpa, 14 de febrero de 2017.

2 de noviembre de 2016

"Una cierta nostalgia": persistencia en el tiempo y en la memoria

Gustavo Campos * 


Cubierta de Una cierta nostalgia, cuarta edición, 2016.
Fotografía de cubierta: Lourdes Soto.
Una cierta nostalgia se publicó por primera vez como libro en el año 2000, si bien una primera versión apareció en 1998 como separata en “Hondulibros”, el suplemento cultural dirigido por el poeta Óscar Acosta en el diario El Heraldo de Tegucigalpa. Escrito a lo largo de varios años, incluyendo un cuento que data de la primera juventud de la autora, cuando ni siquiera imaginaba en ese momento que se convertiría en libro, y mucho menos uno de los más importantes de la narrativa breve de Honduras, Una cierta nostalgia es testimonio de una vocación encontrada en un mundo entretejido entre el onirismo, lo fantástico y lo real, con el acompañamiento de las dotes de la paciencia, la corrección y la perfección.

La extrema sobriedad narrativa, su laconismo obsesivo, no entorpecen las tramas de sus cuentos; por el contrario, esa destreza es la que evidencia la altura literaria de Una cierta nostalgia y en especial algunos de sus cuentos, como “La muerte del abejorro”, “Para elegir la muerte”, “Domingo por la noche”, “Cuando se llevaron la noche”, que en distintos contextos y lecturas tendrán cada vez nuevos significados. Es un libro lleno de símbolos, de inaccesibilidad, de hondas angustias, de terrores manifiestos y contenidos, que expresan la preocupación interior al verse impotente ante las fuerzas del mundo exterior. Obras como Una cierta nostalgia se componen de pensamientos esquivos, de silencios, mutan y se disfrazan de rasgos kafkianos, haciendo que el lector vuelva una y otra vez a ejercer el verdadero acto de lectura, que es la relectura.

Madejado por un profundo proceso de extrañamiento en el que convergen desde ambientes de humor absurdo, a lo Stevenson o Chesterton, a los ambientes realistas de una época a la que su propuesta no fue indiferente, como la terrible herida de los desaparecidos, este libro ha estado sin embargo bajo la amenaza del silencio. Sin ser bien digerido ni comprendido por las “instituciones literarias” del patio, el libro tomó fuerza y desde el extranjero nos ha sido devuelto como un objeto de incalculable valor, no solo para Honduras sino para Latinoamérica.

La autora ha sido reivindicada gracias a la lectura desprejuiciada de lectores de mayor nivel. Sí, quizás solo dos o tres personas en Honduras pudieron descubrirlo. Y quizás sus juicios pasaron inadvertidos, pero no para un grupo de editores y organizadores de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que en 2011 la rescató y la propuso al mundo como uno de los “25 secretos literarios mejor guardados de América Latina”. El avezado ojo lector del escritor nicaragüense Sergio Ramírez hizo justicia. 

Es difícil y riesgoso para los contemporáneos captar una obra en el sentido histórico del tiempo y de la sociedad. La academia sugiere un largo distanciamiento para hacer sufrir al creador mediante una absurda paciencia y tiempo de espera, para que su obra sea validada o descubierta como una fracción de nuestra sociedad. Si es cierta esa premisa de que el escritor o la escritora escribe para lectores cuyo juicio no sea enceguecido por una falsa conciencia literaria, este es el caso de María Eugenia Ramos, y es precisamente por esa razón que ella está condenada a que su obra sea sometida constantemente a la persistencia de la memoria y del tiempo. 

María Eugenia Ramos es por el momento quien mejor representa a nuestra literatura nacional. Así como los personajes de sus libros, la autora aún no decide indagar más allá de los límites de la narrativa, que es al mismo tiempo su vocación, su legado y su condena.


Gracias, Lempira, 18 de octubre de 2016.

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Gustavo Campos, escritor, editor y promotor cultural hondureño (1984). Ha publicado poesía, relatos, novela y artículos periodísticos y de crítica literaria. Su obra figura en numerosas antologías de narrativa y poesía publicadas en Honduras, España, México, Estados Unidos y Francia. Ha obtenido diversos premios literarios, entre ellos el premio único en el VII Certamen Centroamericano de Novela Corta (2016), otorgado por la Sociedad Literaria de Honduras. La crítica y profesora universitaria guatemalteca Beatriz Cortez ha incluido una de sus obras en la cátedra que imparte en la Maestría en Literatura Centroamericana de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Este artículo fue escrito para la cuarta edición de Una cierta nostalgia.

Ver comentario crítico de Sara Rolla
Ver comentario crítico de Mario A. Membreño Cedillo

14 de octubre de 2016

Julio Escoto y María Eugenia Ramos representarán a Honduras en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara


Los narradores Julio Escoto y María Eugenia Ramos son los escritores hondureños seleccionados por el comité organizador de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en el programa “Invitado de honor”, que se desarrollará del 26 de noviembre al 4 de diciembre. Este año, en la trigésima edición del evento más importante del mundo editorial iberoamericano, el programa “Invitado de honor” está dedicado a América Latina.

Julio Escoto, nacido en San Pedro Sula en 1944, es catedrático universitario, novelista, crítico literario y analista social. En 1975 obtuvo el Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa. Entre sus numerosas obras se destacan Los guerreros de Hibueras; La balada del herido pájaro y otros cuentos; El árbol de los pañuelos; Días de ventisca, noches de huracán; Bajo el almendro… junto al volcán; El ojo santo: la ideología en las religiones y la televisión; José Cecilio del Valle: una ética contemporánea; El general Morazán marcha a batallar desde la muerte; Rey del albor, Madrugada. Actualmente mantiene una columna de opinión en diario El Heraldo.

María Eugenia Ramos nació en Tegucigalpa en 1959. Estudió periodismo y literatura en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. En 1978 obtuvo el premio de poesía Independencia Nacional, auspiciado por la Sociedad Literaria de Honduras y el Banco Atlántida, y en 1992 el premio de narrativa Francisco Morazán, otorgado por la UNAH. Ha publicado un libro de poesía, Porque ningún sol es el último; cuento, Una cierta nostalgia; ensayo, La visión de país en Clementina Suárez y Alfonso Guillén Zelaya, en coautoría con Mario A. Membreño Cedillo; y Los contenidos informativos de la radio y la televisión en Honduras. Ha publicado artículos en diarios y revistas del país, tales como El Heraldo, Conexihon, El Pulso y las ya desaparecidas revistas literarias Alcaraván y Tragaluz. Asimismo, recopiló y editó la poesía completa de Clementina Suárez, publicada por la Editorial Universitaria en 2012. En 2011, la FIL Guadalajara la seleccionó como una de “25 secretos literarios mejor guardados de América Latina”.

Ambos autores han sido incluidos en numerosas antologías de literatura centroamericana y han participado en Centroamérica cuenta, evento que se realiza anualmente en Nicaragua y reúne a importantes figuras de la literatura, el arte y el periodismo de Centroamérica, México y Europa.

Durante su estancia en Guadalajara, los escritores hondureños participarán en conversatorios y encuentros junto a otros autores centroamericanos como Sergio Ramírez y Gioconda Belli, de Nicaragua; Anacristina Rossi y Carlos Cortés, de Costa Rica; Horacio Castellanos Moya y Vanessa Núñez Handal, de El Salvador; Rosa María Britton y Enrique Jaramillo Levi, de Panamá, entre otros.

25 de julio de 2013

Análisis psicoanalítico de la obra de María Eugenia Ramos

Mujer saliendo del psicoanalista,
obra de Remedios Varo.
Haciendo una búsqueda sobre análisis literario psicoanalítico en Honduras me encontré con este estudio sobre mi obra preparado por la médica psiquiatra Alejandra Munguía Matamoros como trabajo para la clase de Métodos de Crítica Literaria II, mientras cursaba la licenciatura en Letras en la Universidad Pedagógica Nacional, grado que por cierto ya obtuvo y con honores. 


Aunque no necesariamente coincido con todas las inferencias y conclusiones del estudio, me pareció interesante y por eso lo transcribo literalmente, con la ortografía y redacción originales, tal como aparece en el sitio buenastareas.com. Nótese que el trabajo fue elaborado en 2010, así que algunos datos ya no están vigentes. 



Análisis psicoanalítico de la obra de María Eugenia Ramos 

Introducción:

El Psicoanálisis ha ejercido una doble influencia sobre la literatura contemporánea: Ha dado nuevas vislumbres al lector y al crítico literario, y ha abierto al escritor la comprensión de nuevos ámbitos. En consecuencia, la crítica ha descubierto nuevas direcciones; el teatro, la poesía y la novela tienen, los tres, nuevos materiales y nuevos útiles para aprovechar esos materiales. (1)
El propio Freud se interesaba por la poesía, las obras de teatro y las novelas y obtuvo muchos atisbos gracias a su estudio de obras literarias. En documentos como “El poeta y la fantasía”, Freud analiza las fuentes de la capacidad creadora y, en especial, el misterio de la interacción entre el escritor y el lector. Además que él mismo, fue un maestro de la prosa alemana, ya que recibió el Premio Goethe. El enfoque de él para los poetas era que a través de la poesía, canalizaban su neurosis; sin embargo los psicoanalistas contemporáneos no están de acuerdo en eso, ya que la poesía no sólo es capaz de expresara patología. (1,2,3)
En síntesis, sí es importante la relación que existe en entre el psicoanálisis y la literatura y ese es el objeto de este estudio.

Biografía:

María Eugenia Ramos Suazo, nació en Tegucigalpa M.D.C, el 26 de noviembre de 1959. Su padre fue el maestro de generaciones en el periodismo hondureño, don Ventura Ramos y su madre es la señora Eugenia Alicia Suazo. Comenzó a escribir desde los 5 años. Tenía 9 años cuando el escritor Medardo Mejía le publicó un cuento en la revista Ariel. Se llamaba Quink, basado en los cuentos de hadas. (4).
En la adultez joven escribió: Porque ningún sol es el último. Estudió en la Escuela Normal de Tegucigalpa, posteriormente en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, la carrera de Letras, con orientación en Literatura. En todos esos años fue dirigente estudiantil y obtuvo primeros lugares en concursos de oratoria y en teatro, como mejor actriz. En 1978 obtuvo el primer premio en la rama de poesía en el certamen literario: “Independencia Nacional”, auspiciado por el Banco Atlántida. El otro premio al que se hizo acreedora fue por el bicentenario de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. (4,5,6)
Su poesía está reunida en su libro; Porque ningún sol es el último. Ediciones Paradiso, Tegucigalpa, 1989. Ha tenido apoyo y reconocimiento de grandes poetas como ser: José Adán Castelar, Rigoberto Paredes, Helen Umaña y Clementina Suárez, quien le prologó su libro. Su obra ha sido incluída en una antología bilingüe francés-español de poesía hondureña publicada por Ediciones Patiño, Suiza, en 1997. (4,5)
Fundó la Editorial Guardabarranco junto a su esposo; la cual surgió para la promoción y difusión de la creación literaria y artística de jóvenes creadores; sin embargo al separarse de él, ella ya dejó de trabajar en ese proyecto que tenían en común. (6)
Posterior a varias pérdidas en su vida, comenzó a presentar cuadros depresivos, los cuales se ven reflejados en algunas de sus obras, las que describiremos posteriormente.
Tiene un libro de cuentos llamado: Una cierta nostalgia.
Colabora con las páginas de opinión de Diario El Heraldo y con la Revista Vida, suplemento del mismo diario, dirigido por el poeta Oscar Acosta, quien la reprendía porque había dejado de escribir y eso la impulsaba a seguir.(4)
Actualmente labora en el Comisionado Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y está vinculada con varios proyectos de jóvenes poetas en San Pedro Sula. (6)

Análisis Psicoanalítico:

Comenzaremos mencionando el hecho que en esta escritora tuvo una influencia determinante su padre, quien era periodista y maestro de generaciones. En este punto encontramos entonces un principio psicoanalítico que son las relaciones objetales: Cuando nos referimos a Objeto, queremos decir que es “algo” con lo que se puede satisfacer la pulsión o deseo. Y esta relación con los objetos, establece los primeros intercambios del niño con el mundo. Según René Spitz, quien identificó los tres marcadores sociales en la vida de un niño o niña, que son: La sonrisa social (2 meses), Identificación de extraños (8 meses), la presencia del “NO” (2 años); a partir del segundo marcador social (identificación de extraños), ya el niño o niña tienen introyectada (tienen un concepto claro de la existencia de fuente primaria de afecto) la figura materna y paterna. En este caso, impresiona que la figura determinante fue la paterna (asociado a los cuidados, ejemplo y sobre todo a la información que la misma madre de la escritora le brindaba a ella sobre su padre). (7)
Margaret Mahler, nos habla de un “autismo normal”, el cual está dado entre el nacimiento y los dos meses de vida; en este período el niño o niña está en su propio mundo, sólo interesándole que le sean resueltas sus necesidades vitales y es en este hecho en el que también se centra Melanie Klein, ya que se “introyecta” (formar un concepto) de lo que es el “seno bueno” y el “seno malo”. Este dato, aparentemente en la vida de la escritora estuvo bien satisfecho por parte de su madre. (8)
Continuando el análisis, encontraremos que la figura central para la obra poética de María Eugenia Ramos, fue su padre y esto desde el punto de vista psicoanalítico, implica la persistencia de un Complejo de Edipo, el cual es manifiesto por la vocación y ocupación de la autora. Cuando hablamos de Complejo de Edipo, nos referimos al hecho, que según las etapas psicosexuales de Freud, entre los 5-7 años, es normal que el niño se “enamore” de su madre y la niña de su padre; ya que entre los 3-5 años, ocurrió la etapa de identificación de género. (Conflictiva en el caso de la homosexualidad).
Entonces, cuando esta etapa persiste en la vida adulta, se observan formas “aceptables” de acercamiento con el padre; en este caso, a través de la actividad literaria. (9)
En la biografía de Ventura Ramos Alvarado, encontramos que fue Maestro de Educación Primaria y Periodista autodidacta, siendo el director del Editorial del periódico Tiempo por trece años y observamos en la línea de vida de María Eugenia algo similar: Estudió en la Escuela Normal Mixta, egresando como Maestra de Educación Primaria y se ha dedicado a actividades periodísticas e inclusive apoyaba al poeta Oscar Acosta en el suplemento vida de el diario El Heraldo.
En el poema Retrato, habla claramente de su padre y así mismo lo expresa: “Así era mi papá a esa edad, nunca cambió, siempre creyó que Honduras podía ser un país mejor”.

RETRATO 
En este país
vive un viejo de ochenta años,
enfermo, casi sordo,
lleno de rituales y de afectos.

Con su andador de niño
va de su cuarto al comedor,
pelea con su mujer y con las nietas,
va al patio, regresa.

Desde su escritorio
sueña con un país mejor,
el verdadero,
se conmueve, se indigna
y con la furia de su espera
lanza páginas en llamas
contra los enemigos de la patria.

Freud sostenía que los seres humanos nos movemos en un vaivén entre dos principios: El de la vida (Eros) y el de la muerte (Tanatos) y que dependiendo de las circunstancias de la vida, es que hay cercanía hacia uno u otro extremo. Explica que las conductas autodestructivas (beber, fumar, comer, en exceso, “chivear”, estar en relaciones de pareja patológicas, entre otras cosas), nos acercan al principio de la muerte; pero que el estar pleno, satisfecho con lo que se hace y realizando actividades para crecer; nos acerca al principio del Eros o vida. (9).
Esto es importante mencionarlo, porque en la autora se reflejan en diferentes momentos de su vida: En su poema Ausencia, refiere que es autobiográfico, ya que tuvo que salir del país, por razones políticas y familiares (en la época de los 80) y sentía nostalgia por su tierra, lo cual a través del análisis de Freud, estaría acercándola al polo o extremo de tanatos:

AUSENCIA 
Alguien se fue
y dejó todos los cuadernos
abiertos en la página 21,
servidos el café
y los frijoles
en la mesa,
caliente
la cama sin hacer,
el perro
esperando su comida,
una cita de amor
puesta a secar en la ventana
y en los vacíos del ropero
el olor de los sueños.

Aquí se evidencia lo ya mencionado: La tristeza por las pérdidas, que en términos psicoanalíticos, es una reminiscencia de la pérdida del objeto primario de amor: La madre o cuidador primario: Por ello son tan importantes los primeros tres años de vida de un niño o una niña, porque es en ese período de tiempo en el que se forma la personalidad y se introyectan las figuras parentales. En este caso se observa que la escritora las tiene bien cimentadas. Añora el calor de hogar (café, frijoles, mesa caliente, cama sin hacer, etc). Y los placeres de la vida (cita de amor). Incluso ella en la entrevista que se le realizó, menciona ese hecho, que le gusta disfrutar la vida y lo hace tomándose un buen café, paseando, leyendo, etc. Con pequeñas cosas y pequeños momentos. (8)
Las ideas revolucionarias que ha tenido la escritora, son un proceso propio; pero además de identificación con su padre, ya que él tuvo influencia Marxista y esto se observa en los poemas Base U.S. Army y De este país y de estas gentes.
U.S. ARMY 
Nadie conoce el volcán
pero todos saben de su existencia.
Allí donde la neblina es más densa
y una angustia de hierro
oprime los pulmones,
los omnipotentes señores de la tierra
multiplican los alambres de púas
para que ningún pájaro osado
pueda traspasar esa vergüenza.

Freud también habla sobre los impulsos sexuales y agresivos; y los matices que ambos pueden tener, en el sentido que la sexualidad no siempre puede ser expresada como tal, por lo que puede canalizarse en actividades placenteras como comer, pasear, bailar, contar chistes, viajar, reír, JUGAR (esta última es, según Freud, una de las primeras manifestaciones de vivencia sexual). En el poema SUEÑO, observamos este hecho claramente:
SUEÑO 
Anoche me acosté
pensando en soledades
y en ruedas de molino,
pero por la mañana
tuve un sueño gracioso
y me despertaron los pasos
de mi propia risa.

Poco a poco, nos vamos acercando a la etapa adulta de la escritora, la cual está llena de eventos cotidianos que cuando son negativos pueden llevar a crisis existenciales y a pasar al extremo del tanatos (muerte) y por ende desarrollar cuadros emocionales, como la depresión, y se pueden observar algunos signos en su poema Elegía:

ELEGÍA 
Aunque sea igual que siempre 
y quisiéramos decirle a un ser humano
“hermano, te amo tanto”
cuando ya no puede escucharnos;
aunque la impotencia nos convierta
en árboles vacíos
igual que si un rayo nos tocara,
quién sabe cuanto tiempo
andaremos buscando,
regando los rincones
como si esperáramos
que germinen semillas,
hasta que un día
nos deslumbre la certeza
de que ellos están vivos
y nosotros somos los muertos.

Freud realiza importantes aportes a la literatura, en lo que él llamó: “Psicoanálisis aplicado”.
Freud, al advertir el papel decisivo que desempeña en el varón el deseo de poseer en exclusiva a su madre y de eliminar al padre rival, recordó el antiguo mito de Edipo y descubrió que los mismos conflictos psíquicos que había hallado en los individuos se encontraban en manifestaciones colectivas del espíritu, como los mitos de los pueblos. A este carácter universal del mito se debe el análisis de su existencia en el arte dramático y épico. En la escritora, lo observamos en sus poemas dedicados al país. (1,10)
En la Interpretación de los sueños, relacionó los mitos con los sueños, señalando que ambos revelan sentimientos demasiado dolorosos para nuestra conciencia. La escritora relata en la entrevista realizada, que soñaba con su padre o que estaba en otro lugar, donde había justicia, entre otras cosas.
La psicobiografía es otro aporte de Freud a la literatura y en la escritora es evidente, como ya lo mencionamos anteriormente, varios poemas reflejan su partida del país, nostalgia, añoranza de su figura paterna, sueños, tristezas, etc. Es difícil, desvincular al autor de su obra, aunque eso es lo que debería poder hacer un buen escritor. (Según los expertos en literatura), aunque Freud defiende la psicobiografía de una forma extrema, ya que parte de que somos un solo individuo y que no nos podemos fragmentar ni disociar; de hecho menciona los tres componentes del aparato psíquico: El SUPER YO (Las reglas morales, sociales, etc), El YO (El criterio de realidad) y el ID (Instintos sexuales y agresivos). Sostiene que tenemos que expresar esos componentes en alguna esfera de nuestra vida y que los escritores lo hacen a través de sus obras, que no implica necesariamente el haberlo vivido; pero sí el haberlo deseado y un ejemplo claro de ello, es Sor Juana Inés de la Cruz y el erotismo de sus poemas. En el caso de la escritora en estudio, encontramos que la mayoría de su obra está dominada por el SUPER YO y el YO; de hecho, no encontramos en la muestra de poemas estudiados, alguno con alusiones sexuales, lo cual no implica que no existieran. (1,2,10)
En cuanto a la psicobiografía, la escritora lo resume así: -¿Qué tanto expresa su obra sus vivencias? Y ella respondió: “todo”.
Ha publicado dos libros: Uno de poesía, el cual como ya observamos es autobiográfico y encierra una época temprana de su vida (albores de la adolescencia y adultez joven) en la década de los ochentas; y otro de narrativa en la década de los noventas, siendo un libro de cuentos, llamado: Una cierta nostalgia, con énfasis en lo oscuro, en la muerte, enfocando otra época en la vida de la autora (época de pérdidas: Fallecimiento de su padre, divorcio, etc); sin embargo lo interesante de esta obra, es que pese al ambiente lúgubre y sombrío de la autora, lo dedicó a su única hija, que actualmente tiene 23 años; es decir que en este libro de cuentos convergen: EROS y TANATOS.
Finalmente, podemos concluir que la escritora tuvo unas relaciones objetales adecuadas, identificación con su género, con persistencia del Edipo, con períodos de acuerdo a las circunstancias que oscilan entre el principio de la vida y el de la muerte, este último asociado a crisis existenciales y estados emocionales bajos y los de vida asociados a actividades lúdicas, de recreación y creativas como escribir.
En cuanto al aparato psíquico, no se observan muchas manifestaciones del ID (impulsos sexuales y agresivos), si no más expresiones del SUPER YO y del YO. (Reglas, análisis racional).
La escritora tiene predominancia del principio de la vida y actualmente lo está manifestando con proyectos asociados a poetas jóvenes en la ciudad de San Pedro Sula.
El psicoanálisis nos ayuda a entender las razones del por qué de las cosas; sin embargo no las define ni estigmatiza.

Bibliografía:
1. Ruitenbeek H (1994): Psicoanálisis y literatura. Fondo de Cultura Económica. Pp. 1-33, 157-173,
2. Rey C (2009): Las otras lecturas de Freud. Psicoanálisis y literatura. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. Vol. XXIX. n 103, pp. 145-155.
3. Huaman M (2003):Literatura y psicoanálisis. Pp. 149-179.
4. Pineda A. (1998): Honduras: Mujer y poesía. Pp. 435-444.
5. Umaña H (2009). La palabra iluminada. Pp. 677-679.
6. Munguía A (2010): Entrevista realizada a María Eugenia Ramos, el 5 de Agosto del 2010.
7. Ramos V. Bibliografía facebook
8. Rutter (2002): Psicología del desarrollo. Pp. 356-359, 549-468.
9. Obras Completas de Freud.
10. Guimón J (1993):Psicoanálisis y literatura. Editorial Kairós, Barcelona, España. Pp.13-63.
Ver trabajo original en línea

7 de octubre de 2012

El oficio narrativo de María Eugenia Ramos

Por Sara Rolla*


De izquierda a derecha, Sara Rolla y María Eugenia Ramos
en San Pedro Sula, 2010.
El verdadero talento ha sido casi siempre fruto del desencanto. Los grandes maestros de la narrativa contemporánea, como Joyce, Proust, Virginia Woolf, Kafka, Faulkner y Camus, lo demuestran con creces.

Por lo tanto, no debe sorprendernos que el título del primer libro de relatos de María Eugenia Ramos sea Una cierta nostalgia y que sus páginas estén recorridas, precisamente, por un sentido de extrañamiento, inconformidad y búsqueda de una armonía perdida.

Conocíamos a María Eugenia como poeta y ahora se nos revela como narradora. En realidad, son distintas facetas de una labor estéticamente homogénea. Su oficio lírico le brinda un buen sedimento a su narrativa, por la propensión del poeta a filtrar los contenidos y esencializar las formas.

En un ensayo de Julio Cortázar titulado “Paseo por el cuento”1, el gran escritor explica cómo concibe esta especie narrativa. Aclara que casi todos sus cuentos “pertenecen al género fantástico por falta de mejor nombre, y se oponen a ese falso realismo que consiste en creer que todas las cosas pueden describirse y explicarse…”.

Este principio cortazariano se aplica a los cuentos de María Eugenia, en los que la irrealidad está casi permanentemente al acecho, invadiendo lo cotidiano y dándole un carácter misterioso e inquietante. Como en los relatos de Cortázar, el paso del plano real al irreal se da imperceptiblemente, sin fisuras ni sobresaltos, quizás por la conciencia de que tal frontera es imprecisa.

Ese salto a lo sobrenatural obedece, en todos los casos, a condicionantes de orden psicosocial. Las diferentes historias, protagonizadas mayoritariamente por mujeres, presentan casi siempre un conflicto psicológico ligado a situaciones de insatisfacción vital, soledad y desamparo extremo. Así sucede, por ejemplo en “La partida”, relato lleno de enigmáticas sugerencias y símbolos sutiles que trata sobre el fin de una relación amorosa. Una circunstancia similar se aborda en el cuento titulado “Cuando se llevaron la noche”, donde se muestra un proceso de enajenación provocado por desajustes emocionales, en los que también intervienen la soledad y la incomunicación en la pareja.

Otros dos relatos que ensamblan con gran habilidad los planos real y fantástico e incorporan con eficacia el elemento onírico son “El viaje” y “El círculo”. En ambos, el conflicto se origina nuevamente en la frustración existencial de una mujer.  

Volviendo a los planteamientos de Cortázar, el autor argentino sostiene que una condición imprescindible en los cuentos bien logrados es su cualidad de ser “aglutinantes de una realidad infinitamente más vasta que la de su mera anécdota”, su “apertura de lo pequeño hacia lo grande. De lo individual y circunscrito a la esencia misma de la condición humana”. Y esto también se cumple en los relatos de Una cierta nostalgia, que profundizan en el drama de la existencia y se abren a ricas interpretaciones desde distintos ángulos; entre ellos, el histórico-social, psicológico, filosófico e ideológico.

Un aspecto digno de resaltar es, en relación con la perspectiva histórica e ideológica, la dignidad ética y estética con que la autora aborda el tema, aún lacerante, de la sangrienta represión que abatió  a Honduras y Latinoamérica en las últimas décadas del siglo XX. Este enfoque se aprecia en los tres primeros cuentos: “El vuelo del abejorro”, “Para elegir la muerte” y “Domingo por la noche”.

En cuanto al relato que da el título al libro y cierra el volumen, se trata de un monólogo  con implicaciones simbólicas ricas y densas. Es posible relacionar al protagonista, como se ha hecho, con la figura de Francisco Morazán, y también con cualquier otro mártir de las causas populares.

En el aspecto técnico, María Eugenia denota una gran solvencia. Sus cuentos poseen intensidad, es decir, poder de concentración y reducción de la materia narrativa a sus elementos significativos esenciales, y también tensión, esa cualidad que constituye quizás la prueba de fuego en este género: la capacidad de mantener al lector en vilo hasta la última línea.

El estilo es conciso y lacónico y se halla impregnado de poesía. La vena lírica de María Eugenia aflora en el tono y el ritmo de la prosa, así como en oportunas metáforas y eficaces comparaciones, sin caer jamás en excesos retóricos.

El libro Una cierta nostalgia evidencia, en síntesis, una destreza en el oficio narrativo que enaltece no sólo a la autora, sino a la literatura hondureña en general, al constituirse en una de sus voces más frescas y estéticamente responsables. 

San Pedro Sula, 22 de marzo de 2001.



Notas
1. Publicado originalmente en Rolla, Sara (2006). Revista de la Academia Hondureña de la Lengua, No. 4, pp. 61-64.
2. Julio Cortázar, "Paseo por el cuento". En Sánchez Vásquez, Antología. Textos de estética y teoría del arte. México, UNAM, 1972, pp. 330-338.

______________
*Sara Rolla, argentina, catedrática durante muchos años de la UNAH-Valle de Sula, actualmente jubilada. Académica de número de la Academia Hondureña de la Lengua.