3 de diciembre de 2017
Prólogo a la biografía "Fausto Milla, un sacerdote revolucionario", de Adalid Martínez Perdomo
La reconstrucción de la memoria histórica, en los últimos tiempos, ha adquirido una importancia esencial en la vida de las sociedades, especialmente aquellas divididas y golpeadas por la inequidad y la sistemática violación de los derechos humanos, como la nuestra. Solo teniendo conciencia del pasado se puede comprender el presente y construir los fundamentos del futuro.
Así lo ha entendido Adalid Martínez Perdomo, quien por medio de la biografía y testimonio del sacerdote Fausto Milla (Santa Rosa de Copán, 1927 -), explora aspectos esenciales de nuestra historia e identidad. Su tarea ha requerido, a la vez que referirse al presente, asomarse a los abismos de un pasado que algunos sectores quisieran que olvidemos, porque saben que sin él somos frágiles y susceptibles de manipular y acomodar a los intereses antinacionales.
El padre Fausto Milla forma parte de un grupo de personalidades que, tal vez sin proponérselo, han dejado huellas profundas, no solo en su entorno inmediato, la región de occidente, sino en el país entero. Su compromiso con su comunidad y con la verdadera esencia del evangelio cristiano, que no tiene nada que ver con la religiosidad superficial e hipócrita de la clase dominante, lo ha llevado a acompañar a su pueblo en toda clase de vicisitudes, incluyendo persecución, cárcel, secuestro, tortura, exilio y numerosos intentos de asesinato.
Adalid Martínez Perdomo rescata todos estos acontecimientos desde fuentes bibliográficas y en la viva voz de sus protagonistas, y en primer lugar la del padre Fausto, cuya historia de vida personal ha sido marcada desde la niñez por el exilio y muerte prematura de su padre, quien, según él mismo señala, le heredó la cualidad de no permanecer indiferente ante las angustias y el sufrimiento de su gente.
Martínez Perdomo no se limita a presentar en orden cronológico los hechos de la vida del padre Fausto, sino que profundiza en el contexto histórico y social en que ha vivido el sacerdote, estrechamente ligado a las luchas campesinas por el derecho a la tierra, a la protección de los recursos naturales, a la alimentación y a la salud. Nos presenta, además, un panorama del papel desempeñado por los regímenes hondureños en la aplicación de la estrategia contrarrevolucionaria implementada por el gobierno de los Estados Unidos en Centroamérica durante la década de los ochenta, y cómo este papel implicó perseguir, secuestrar y asesinar a hondureños y hondureñas.
Hoy, casi cuatro décadas después, no solo permanecen impunes estos crímenes, sino que el Estado hondureño ha intensificado la persecución de dirigentes y activistas de los movimientos populares en todos los ámbitos, especialmente ambiental, campesino, indígena y estudiantil. De acuerdo con Amnistía Internacional, en su informe 2016-2017, Honduras es uno de los países más peligrosos del mundo para los defensores y defensoras de la tierra y el ambiente. Quienes ejercen la comunicación social tampoco escapan de la escalada de hostigamiento y muerte. De este modo, en la antesala de las elecciones programadas para noviembre de 2017, que tienen más características de farsa para perpetuar una dictadura que de proceso democrático, la realidad se encarga de recordarnos que, mientras no tengamos conciencia del pasado, no podremos resolver los conflictos del presente.
Este libro conmueve, indigna, hace reflexionar y también entristece con el recordatorio de tantas vidas valiosas sacrificadas, entre ellas, las de sacerdotes como el padre Guadalupe Carney, que renunció a los privilegios del primer mundo para abrazar la causa de los desposeídos de Honduras como la suya propia.
Sin embargo, y esto es lo más importante, este libro también nos permite reencontrar nuestras raíces, el significado de la hondureñidad, y con ello nos devuelve la esperanza, la razón de “estar vivo y ser de este país y de estas gentes”. [Leer el poema completo aquí.]
Este libro permitirá a las generaciones que vivimos estos hechos reencontrarnos con el espíritu que nos guio entonces; y a las nuevas generaciones, no solo conocer a una figura clave de la historia de Honduras, testigo y partícipe de la lucha por construir un mejor país, sino también encontrar asideros y respuestas ante los desafíos del presente.
María Eugenia Ramos
Tegucigalpa, 4 de noviembre de 2017.
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