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24 de marzo de 2021

En memoria de Gustavo Campos

 

Jessica Isla, Gustavo Campos y María Eugenia Ramos.
Foto: publicada por Jessica Isla.

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Y busco.
Incansablemente busco.
Adonde vaya ofrezco un hermoso sol.
Gustavo Campos

Conocí a Gustavo Campos en 2010, cuando, por medio de una red social, me invitó a ir a San Pedro Sula a la presentación de su libro Los inacabados. Fue un evento concurrido, con la presencia de figuras reconocidas del medio literario de la ciudad y un público fervoroso que abarrotó la librería donde se presentó. Luego me acompañó a Tela, pues en las raras ocasiones en que visito la costa norte me ilusiona ir a ver el mar. Y allí empecé a conocer parte de su lado oscuro y sus obsesiones, que adormecía pasajeramente con el alcohol. Sin embargo, ese encuentro fue el inicio de una amistad que me permitió aproximarme a la literatura en una forma que antes no conocía.

Durante los años siguientes continuamos siendo amigos cercanos; incluso vivió en mi casa, en Tegucigalpa, durante dos temporadas, en diferentes épocas. Decidí apoyarlo con la esperanza,  quizás errónea, de que se ajustara a la «normalidad», de que retomara sus estudios o se dedicara a un oficio tal vez no muy glamoroso, pero que le permitiera generarse ingresos y seguir escribiendo sin tantos sobresaltos.

A finales de mayo de 2018 llegó a mi casa por unos días, para ponerse en tratamiento para sus adicciones por voluntad propia, y terminó quedándose por casi dos años. Me convertí durante ese período en su tutora, procurándole asistencia médica, aun con las terribles deficiencias del sistema de salud pública, y regañándolo cuando quería ceder a las tentaciones. Él tenía conciencia de la gravedad de su condición y de que era necesario a toda costa evitar el consumo de alcohol. Sin embargo, enfrentar las adicciones implica una guerra de por vida que no siempre se gana, y recayó en un par de ocasiones. La última recaída, en enero de 2020, fue tan grave que tuve que pedir a otros amigos de Gustavo que me relevaran en mis funciones de tutela, aceptando que mi ayuda en ese momento ya no era útil.

Hago una pausa y releo el verso en el que Gustavo se pregunta si conserva su sonrisa de niño. Y puedo decir que sí, sonreía y era feliz como un niño cuando lo invitaban a un helado de vainilla, cuando le ofrecían degustaciones en los supermercados, con muchas de esas cosas triviales que nos dan un poco de alegría entre tantas aguas oscuras.

Como escritor talentoso y tenaz, Gustavo deja un legado trascendente en su obra poética, narrativa y ensayística, extensa y de calidad notable, más aún considerando que aún no había cunmplido los 37 años. En vida, el reconocimiento que merecía se vio empañado por las clásicas camarillas literarias. Tuvo el valor de retirarse de un círculo donde predomina la misoginia, lo cual le costó exclusión y burlas. Sin embargo, esa decisión le permitió mejorar mucho como ser humano, incluso iniciar un proceso de deconstrucción de la cultura patriarcal en la que fue formado, y acercarse a otros espacios donde se le valoró y apreció.

El reconocimiento más notable que obtuvo en vida fue la publicación en España de su novela El libro perdido de Eduardo Ilussio, con la que obtuvo en 2016, en una versión distinta, un premio centroamericano de novela otorgado por la Sociedad Literaria de Honduras. Aunque su obra está incluida en diversas antologías centroamericanas y latinoamericanas, fue la primera vez que su nombre apareció en el catálogo de una editorial europea. Pero las instituciones hondureñas del ámbito académico tienen una gran deuda con su trabajo. Espero que Casasola Editores, tenga la oportunidad de reeditar la obra de Gustavo Campos para que tenga las nuevas relecturas y valoraciones que merece.

En enero de 2021, a pocos días de su 37 cumpleaños, que hubiera sido el 29 de enero, Gustavo Campos, nómada por elección propia, volvió a mudarse de ciudad, esta vez definitivamente, sin despedirse de quienes amaba, justo como presentía en su poesía profética. Pero un poco de él, de ese hermoso sol no siempre visible que “ofrecía a donde fuera”, como dicen sus versos, permanecen en quienes les conocimos.

(Publicado originalmente en la revista cultural centroamericana La Zebra).

26 de abril de 2020

Mujer que cambió el curso del sol

Prólogo al libro Presente estás, homenaje póstumo a Amanda Castro

Foto: Patricia Toledo.

Este libro es un hermoso homenaje de la Red Lésbica Cattrachas, en conmemoración del décimo aniversario de la desaparición física de Amanda Castro, una de las hondureñas más sobresalientes de la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI. Poeta, escritora, académica, militante de la comunidad LGTBI y combatiente en múltiples trincheras, Amanda es de muchas formas el símbolo de esa otra Honduras que se resiste a la corrupción, a la dictadura, a la homofobia, a la misoginia; de esa Honduras que crea y construye, aun en un contexto de tiranía, corrupción y desesperanza.

Fallecida antes de cumplir los cincuenta años, Amanda Castro logró, sin embargo, dejar una obra académica y literaria que trascendió fronteras y obtuvo reconocimientos destacados. La editora del presente libro, Victoria Ochoa, aborda detalladamente esos logros, como también lo han hecho otras académicas, entre ellas Helen Umaña y Janet Gold. No me voy a detener, por tanto, en estos aspectos, sino más bien en su trayectoria de vida, definida por la constancia con la que enfrentó cada obstáculo que se le presentó: su condición de migrante en los Estados Unidos; su lesbianismo en un país heteronormado y reacio a cualquier asomo de diferencia; su diagnóstico de fibrosis quística con un pronóstico de vida muy corto; su compromiso con el arte y la cultura en un medio poco propicio para desarrollarse en estos campos; y, finalmente, un golpe de Estado que marcó un enorme retroceso en un país que ya históricamente arrastra muchos rezagos en materia política, económica, social y cultural.

Como migrante, Amanda Castro, a pesar de ser discriminada por “ser extranjera, de color y clase baja” [1], obtuvo un doctorado y un puesto destacado en la comunidad académica de Estados Unidos, que aprovechó para estudiar la cultura y sociedad hondureñas. La tesis para su doctorado en sociolingüística se tituló Usted porque no lo conozco o usted porque lo quiero mucho, trabajo que aborda las funciones semánticas del habla hondureña para analizar las variantes sociales e individuales de la sociedad.[2]

Como miembro de la comunidad LGTBI, Amanda Castro fue una de las primeras mujeres en reconocerse abiertamente, primero como bisexual, y posteriormente lesbiana. Desde su condición de escritora, académica y promotora cultural, abrió caminos para el reconocimiento del derecho a la diversidad desde los años noventa, cuando el tema era tabú en la conservadora sociedad hondureña, aun en los espacios considerados progresistas. En lo personal, le guardo gratitud por ser una de las primeras en enseñarme el significado de diversidad, y a entender que no existe una forma única ni binaria de ser humana.

En 1994, cuando Amanda trabajaba como catedrática de la Universidad de Colorado, en Estados Unidos, le diagnosticaron fibrosis quística, con un pronóstico de vida de solo cinco años. Terca, sin embargo, logró duplicar ese pronóstico, y durante dieciséis años más continuó escribiendo, investigando y promoviendo el trabajo cultural en Honduras y Centroamérica, por medio de la editorial que fundó, Ixbalam, y el colectivo artístico Siguatas (Ochoa, 2020).

Una de las artistas que colaboró con ella en diversos proyectos y fue su amiga muy cercana, Patricia Toledo, recuerda que Amanda Castro “creó talleres de creación literaria en Honduras y Nicaragua, promovió y participó activamente en el diseño de políticas orientadas a garantizar derechos y servicios a la comunidad artística de Honduras, organizó encuentros, presentaciones y coloquios (...) apoyó la lucha de los pueblos originarios de Honduras y los movimientos sociales de resistencia”.[3]

El golpe de Estado de junio de 2009 en Honduras desencadenó un movimiento social que, aun cuando no logró revertir esos hechos ni evitar el fraude y dictadura que se instauraron posteriormente, incubó una generación que no se calla, que cuestiona y exige mayor apertura, no solo a la dictadura, sino a las propias dirigencias formadas en una cultura patriarcal, heteronormada e impositiva. Amanda dedicó sus últimos meses de vida a combatir el golpe de Estado, y su ejemplo inspiró a esa generación cuestionadora, de la que forman parte profesionales y artistas de gran talento, que la consideran su maestra.

Y al mencionar la palabra “maestra”, me remonto a la primera vocación de Amanda, el magisterio, y al primer recuerdo que tengo de ella, con el uniforme ocre y beige de la extinta Escuela Normal Mixta de Tegucigalpa, donde ambas estudiamos y militamos en el movimiento estudiantil. Creo que es justamente esa primera vocación, el magisterio, entendido más allá de la docencia, como la pasión de formarse y contribuir a formar, la que le ha permitido a Amanda desafiar la muerte, y con ello “cambiar el curso del sol”, como dice en uno de sus versos.

Gracias a la Red Lésbica Cattrachas y a Victoria Ochoa por esta publicación, que en estos momentos de desesperanza nos recuerda que en Honduras tenemos precursoras y luchadoras que de muchas y diversas maneras han abierto caminos, no solo para que los sigamos recorriendo, sino para que abramos otros nuevos. El espíritu de Amanda Castro seguirá viviendo en cada escrito, cada pintura, cada canción, cada colectivo, cada nueva y propia manera de entender el mundo y luchar para convertirlo en un lugar mejor.
María Eugenia Ramos
Tegucigalpa, marzo de 2020.

Leer el libro completo aquí: Presente estás




[1] Cálix Barahona, Jackson (2012). “Entrevista con Amanda Castro en Tegucigalpa”, en The Free Library. https://www.thefreelibrary.com/Entrevista+con+Amanda+Castro+en+Tegucigalpa.-a0288872512
[2] Ídem.
[3] Estrada, Oscar (2020). “Amanda Castro, la Mujer Palabra”, en El Pulso, 20 de enero 2020. https://elpulso.hn/amanda-castro-la-mujer-palabra/

29 de marzo de 2019

De cómo conocí a Margarita Velásquez y aprendí a respetar a Juana la Loca

Afiche: Tomado de MUA: Mujeres en las Artes

Juana la Loca y yo nunca fuimos amigas. Soy más bien retraída, nunca he sido visitante asidua de cafés ni bares, y dejé de ir a fiestas desde antes de salir de la adolescencia. Cuando consumo alcohol, procuro que no sea en exceso, y de preferencia lo hago entre amistades de mucha confianza. Me molesta el humo del cigarro y rehúyo los espacios donde lo que empieza como diversión termina en insultos, agresiones o vómitos. Sí, lo sé, soy fresa y aburrida; pero agradezco que me permitan ser y sentirme cómoda. Por estas razones, el personaje de Juana la Loca me intimidaba, y tristemente no conocía a Margarita Velásquez, la mujer que estaba detrás.
Hace más de tres décadas, yo salía una noche del Teatro Manuel Bonilla acompañada de un grupo de personas, después de haber asistido a una de las presentaciones del Festival Bambú. Sorpresivamente, escuché que una mujer que yo no conocía nos gritaba: «¡Ajá, grandes putas que andan corriendo atrás de un pene comunista!». Asustada y avergonzada, pregunté quién era, y alguien me dijo: «Es Juana la Loca».
Reconozco que me ganó el prejuicio, y durante mucho tiempo no fui capaz de valorar la poesía de Juana Pavón.  Sin embargo, con los años aprendí a reevaluar muchos de mis criterios, sobre todo desde la óptica de la reivindicación de las mujeres. No había logrado interesarme por completo en esta autodenominada «poeta de la calle», cuyo desparpajo me seguía intimidando, pero había podido entender e identificarme con algunos de sus poemas.

Cuando Juana enfermó gravemente comencé a percibirla de otra manera. Coincidimos en una lectura de poesía que se hizo en el Parque Central de Tegucigalpa, y nos fotografiamos juntas. No me insultó, y yo la saludé con respeto. Para mi sorpresa, después me envió una «solicitud de amistad» por una red social, y la acepté de inmediato. Me alegró que comentara una foto de mi gata Matilda, y así me enteré de que tenía compañeros felinos, como yo.
La vida hizo que el teatro, tal como aquella lejana noche me mostró la parte agresiva de Juana la Loca, el personaje, después me permitiera conocer a Margarita Velásquez, la mujer. El grupo teatral Bambú, el mismo que todos los años organiza el festival del mismo nombre, montó la obra Juana la Loca del salvadoreño Carlos Velis, adaptada y dirigida por la maestra Luisa Cruz, como parte de su campaña para recaudar fondos destinados al tratamiento de Juana. La obra fue escrita en 2002, y seguramente ya había sido representada muchas veces; pero para mí fue todo un descubrimiento, porque por primera vez conocí la historia de Margarita Velásquez, huérfana, pobre, abusada y violada a temprana edad, golpeada una y otra vez, presa, engañada, maltratada (ahora lo sé) hasta por hombres icónicos del pensamiento marxista hondureño. Entonces me di cuenta de que ese muro de insultos, ese apenas subsistir entre el estado alcohólico y la resaca, eran la única forma posible de mantener la cordura. Y entendí también cuán increíblemente brillante tuvo que ser su talento poético para nacer y afianzarse entre tanta miseria.
Margarita Velásquez falleció en la madrugada del 28 de marzo, me ilusiona creer que en paz, rodeada del cariño sincero que le prodigaba la gente. Soy por naturaleza escéptica y muchas veces me quejo de nuestra ingenuidad como pueblo; pero el que de muchas maneras se haya comprendido y reivindicado a Juana me muestra que aún hay esperanza.
Despedimos a Margarita Velásquez, pero Juana Pavón se queda. Por derecho propio tiene un lugar junto a Clementina Suárez, Amanda Castro y otras precursoras y transgresoras. Solo espero que, como en el caso de Clemen, pasado el fragor de las anécdotas podamos llegar a la justa valoración de su vida y su obra. Y, puestas a esperar, también espero que terminen la misoginia, el abuso y el maltrato. Que ninguna niña ni mujer tenga que pasar por lo que pasó Margarita. Que no sea necesario pelear con tanta desesperación por ocupar el lugar que como mujeres, como seres humanos, nos pertenece.
María Eugenia Ramos
Tegucigalpa, 29 de marzo de 2019.

23 de enero de 2018

Despedida a un gran poeta y a un gran periodista


2017 ha terminado y 2018 comienza con la pérdida de vidas valiosas para Honduras. Además de las muertes resultado de las acciones represivas contra la población que se manifiesta en las calles contra el fraude electoral, han partido dos de los personajes más representativos del siglo XX, que desde diversas trincheras contribuyeron a forjar ciudadanía: el poeta José Adán Castelar y el periodista Manuel Gamero.

José Adán Castelar, uno de los más reconocidos y queridos poetas hondureños, falleció el 25 de diciembre de 2017, a los 76 años de edad. Lo conocí a finales de la década de los ochenta, en las tertulias literarias de la época. Era un hombre sencillo, de voz pausada, que obsequiaba generosamente sus libros y sus lecturas. Escribió unas palabras para la contratapa de mi libro de poesía Porque ningún sol es el último. Años después tuve el honor de colaborar en la edición de uno de sus poemarios, dedicado a Ramón Oquelí, otra de las figuras ilustres de la Honduras del siglo XX.

El poeta Castelar compartió las ideas antiimperialistas de mi padre, Ventura Ramos, de quien fue amigo personal, como también lo fue el periodista Manuel Gamero, quien falleció el 14 de enero de 2018, a los 81 años de edad, gozando de un respeto bien ganado como uno de los pocos comunicadores sociales en Honduras que ha hecho honor a la función del periodismo, que va mucho más allá de simplemente informar o entretener.

Conocí a Manuel Gamero en las oficinas de Diario Tiempo, del que fuera fundador y director desde su fundación en 1976 hasta su cierre forzado en 2015, ante las acciones judiciales contra las empresas del grupo Rosenthal. Mi padre, Ventura Ramos, era el editorialista del diario, cargo que desempeñó desde su fundación hasta que se vio forzado a renunciar a mediados de la década de los ochenta, a consecuencia de las presiones ejercidas en su contra, que los dueños del medio no pudieron enfrentar.

Con gran generosidad, Manuel Gamero me permitió trabajar como reportera del diario durante unas vacaciones, de diciembre de 1976 a enero de 1977. En ese entonces yo era una adolescente que acababa de finalizar el segundo año de magisterio, pero mi padre quería que desarrollara mi habilidad para escribir. Así fue como durante dos meses compartí el ambiente de aprendizaje y compañerismo que se vivía en el diario, con periodistas en ese entonces apenas un poco mayores que yo, como Vilma Gloria Rosales, que fue mi mentora, y Héctor Barletta, entre otros.

Fui testigo de la gran amistad entre mi padre y Manuel Gamero, forjada en el trabajo, pero también en las lecturas, el gusto por la buena música y el buen licor. Durante años se reunieron a diario para conversar sobre el editorial del día, lo que naturalmente implicaba analizar la realidad del país. Mi padre era marxista y Manuel Gamero era liberal. Pero ambos compartían profundas convicciones democráticas y un amor por su país y por su gente que iba más allá de sus respectivas militancias. Cuando mi padre se vio forzado a renunciar al diario que contribuyó a fundar, Manuel Gamero le dijo: “Don Ventura, aquí siempre va a haber una oficina para usted”. Aunque por dignidad no aceptó el ofrecimiento, mi padre agradeció profundamente esas palabras.

No tengo dudas de que el poeta Castelar y el periodista Gamero, comprometidos por distintos caminos con el ideal de una sociedad democrática, partieron con el dolor de ver el enorme retroceso de Honduras en materia de derechos civiles y políticos. Vivieron sus últimos días en la atmósfera de zozobra e incertidumbre generadas por un golpe de Estado permanente, iniciado en 2009 y afianzado con una reelección inconstitucional y la instauración de una dictadura que demuestra valerse de cualquier medio para aplastar a la oposición.

Más allá de los discursos de ocasión, los aportes de Castelar y Gamero se suman a los de Visitación Padilla, Clementina Suárez, Ventura Ramos y demás hombres y mujeres cuyas vidas han sido ejemplo de compromiso con el oficio de escribir y con la misión de construir patria. Ellos y ellas son nuestros referentes, las luces que esperamos alumbren el camino y nos permitan encontrar el final del túnel.

Tegucigalpa, 17 de enero de 2018.

Verlo aquí en Diario El Heraldo

30 de agosto de 2015

30 de agosto, Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas

Foto: Conexihon 

Una larga playa


...la larga playa de la espera...

Gioconda Belli


Hermanos, de ustedes
yo no conozco nombres
ni la forma de andar
ni los amores
grandes o pequeños.

Solo esta muerte
esta estrella incendiada
que me arde desde lejos
esta ola de sangre
que me empuja
contra los arrecifes
de tiempo y agua.

Estoy aquí
obligada a guardar la verdad
avariciosamente para mí sola
aunque ustedes me enseñaron
que es necesaria para todos
como el pan y la luz
de los domingos.

Siempre nos han vendido las promesas.
Al fin hemos aprendido
que la felicidad tiene su plazo.
Con la sangre de ustedes
hemos pagado la primera cuota.


María Eugenia Ramos


De Porque ningún sol es el último, Ediciones Paradiso, Tegucigalpa, 1989.

Leer y descargar el libro completo aquí


30 de abril de 2015

Poema a Lorenzo Zelaya

Fotografía de Lorenzo Zelaya tomada de archivos policiales.
Fuente: Honduras Laboral
Lorenzo Zelaya, Hermelindo Villalobos, Rufino López, Benito Díaz, Aquileo Izaguirre, Benedicto Cartagena y José María Izaguirre, eran campesinos hondureños que se alzaron en armas contra el golpe de Estado de 1963 y fueron masacrados por el ejército el 30 de abril de 1965, hecho que históricamente se recuerda como la masacre de El Jute.

En 1983, cuando tenía 23 años, escribí el poema que transcribo a continuación, del que solo eliminé algunas líneas por considerar que sobraban. Mi amigo Gustavo Irías lo encontró entre viejos papeles y hoy 30 de abril, 50 aniversario de la masacre de los mártires de El Jute, lo publicó en su cuenta de Facebook y además tuvo la gentileza de transcribirlo y enviármelo. Ni qué decir tiene lo grato que fue para mí recuperar un poema del que no conservaba copia. 

Más o menos de la misma época es mi poema "Comandante Guevara", que se imprimió en afiche en los años en que fundé y dirigí mi primer proyecto editorial. Tampoco tengo copia de ese poema. Espero que alguna amiga o amigo generoso se tome la molestia de copiarlo cuando lo encuentre por allí y enviármelo.

Mientras tanto, comparto estas líneas como un humilde homenaje a la memoria de los mártires.


Lorenzo Zelaya

Yo quería conversar con vos,
Lorenzo, y contarte algo
de lo que estamos haciendo.
Pero me pongo a pensar
y a fin de cuentas
no hay nada de estas cosas
que estamos construyendo
que vos no hayas soñado
cuando subiste a la montaña
decidido a echar verga
para encender la luz más clara del mundo
en las ventanas de los rostros de los niños.

En la costa norte de Honduras
hay muchas maneras de morir.

Vos no te quisiste morir
de la picadura del barba,
de paludismo,
de puñalada o tiro de revólver
en una reyerta de cantina,
ni venadeado en un cruce de caminos
ni borracho en la línea del tren
ni solo
colgado de una cruz
como otros tantos solos
que no saben que son fuertes
si juntaran las hambres,
los hijos, las  miserias,
los “no puedo”, los “por qué”,
los “que Dios quiera”,
las esperanzas clandestinas,
los odios, la ternura.

Vos escogiste el camino
donde la muerte es un accidente
pero no el término del viaje,
prolongaste tu cuerpo
hasta heredarnos
tu inmensa sed de vida
que nos nutre, nos da el derecho de ser parte
de esta llama de América
y no decirte nada
porque para qué, hermano,
si vos sos nuestra punta de vanguardia.

María Eugenia Ramos
(1983)


7 de octubre de 2014

Poesía completa de Clementina Suárez

Nota preliminar



¿Quién hay ahora que no se rebele
y no tenga en el alma una voz incendiada?
Luchando estamos por el sitio del cuerpo
y hasta por la inicial del nombre.
Clementina Suárez
  

“Loca”, “irreverente”, “bohemia”, “atrevida”, “inconforme”, “rebelde”, “perversa”, “cínica”. Estos han sido algunos de los calificativos utilizados para definir a Clementina Suárez, especialmente en el medio hondureño, quizás porque, como señalara el orador y escritor mexicano José Muñoz Cota, “los hondureños […] solamente tienen ojos para escandalizarse ante sus movimientos, pasmarse ante sus audacias y cruzarse de brazos con sus gestos”.[1]
Cubierta de Poesía completa de Clementina Suárez.


Desde luego, no todos los hondureños y hondureñas hemos compartido esta visión, que si bien forma parte de la leyenda de Clementina Suárez y su poderoso atractivo, resulta incompleta a la hora de valorar el significado de la vida y la obra de quien como mujer y como poeta se adelantó a su tiempo.  Medardo Mejía fue de los primeros en vislumbrar la significación continental de Clementina al afirmar que “ha superado su concepción estética”; “ha hecho quedar lejos la rebeldía amatoria de Juana de Ibarborou y mucho más lejos la canción lunar, jazmines […] y paralelamente va dejando abandonados a los grupos que la admiran […]. Y tuvo la gallardía de reconocer que “aun yo, su viejo compañero y amigo, quedo como un fracaso artístico, desgreñado entre músicas rotas”.[2]

El historiador Ramón Oquelí se refirió en 1966 a Clementina Suárez como “una figura femenina que ha simbolizado siempre la inconformidad, el no uncirse a los carros de triunfos momentáneos, el no saber venderse, el de hacer surgir en la pobreza y casi como un milagro, la dignidad”; elogio particularmente significativo si se toma en cuenta que en el mismo artículo afirma que “mi generación (en la que incluyo a los nacidos entre 1930 y 1944) ha crecido sin maestros. Lo más que tuvimos fueron eficientes profesores […]. Pero no encontramos claros ejemplos a seguir, sensibilidades alertas a lo que ocurría en el mundo, y que se hubieran atrevido a denunciar nuestro progresivo embrutecimiento”.[3]  

Otros escritores hondureños también se refirieron en términos elogiosos a Clementina Suárez, entre ellos Augusto C. Coello, Marcos Carías Reyes, Rafael Paz Paredes, Martín Paz y Hostilio Lobo. No obstante, han sido intelectuales de otros países de América Latina quienes han sabido valorar con mayor precisión la obra poética de Clementina Suárez. Para el caso, en 1957 el poeta guatemalteco Alfonso Orantes afirmaba que “Clementina Suárez ha demostrado […] a través de una existencia fervorosa y fecunda en realizaciones, clara y heroica, que no nos equivocábamos al anunciar, con su aparecimiento, a un poeta auténtico con fresca inspiración original que ahora, en su madurez, nos ofrece una obra llena de vigor, equilibrio y depuración […] logrados por la precisión de su lenguaje, la sobriedad de las metáforas y la abundancia de bellas imágenes”.[4]

Por su parte, la poeta, ensayista y dramaturga salvadoreña Matilde Elena López apuntaba:
“Desde Safo nunca había vibrado una voz tan altamente lírica como la de Clementina Suárez. Una voz que conlleva gritos universales y resonancias profundamente humanas. Pero si Safo cantó al amor como no se había cantado nunca, como un puro esplendor de ternura que causó admiración a los griegos hasta el punto de considerar a la poetisa de Lesbos como a la décima musa, en la poesía de Clementina Suárez hay algo más: un hondo sentimiento trágico y universal […].”[5]

Y mientras el poeta guatemalteco Otto René Castillo sostenía que “estamos en deuda con Clementina Suárez, es incalculable lo que Centroamérica le debe a Clementina Suárez”,[6] la poeta salvadoreña Claudia Lars atestiguaba: “En Veleros, Clementina se revela como la primera poetisa centroamericana que […] está ya suficientemente experimentada para asumir su responsabilidad de artista […]. Mientras nosotras (sus hermanas del arte) no abandonábamos aún los gastados y roídos temas del mundo que se acaba, Clementina vivía valientemente la verdad de su sueño y de su sangre, pisoteaba prejuicios, desgarraba máscaras engañosas y se mezclaba al clamor de los humildes miserables. […] Debo a Clementina Suárez la primera llamada, en mi arte, hacia lo colectivo.[7]

De estos juicios emitidos por autores y autoras cuyo prestigio ha sobrepasado las fronteras centroamericanas, se desprende que de Clementina Suárez no conocemos aún lo suficiente en nuestro propio país. La mayoría de los estudios que se han hecho sobre ella enfatizan en su vertiente erótica; o, más que en su obra, se enfocan en las vicisitudes de una vida sin duda excepcional. Para llegar a entender a cabalidad la importancia de esta figura renovadora de la poesía hondureña, es preciso conocer la totalidad de su obra, lo cual no había sido posible debido a la dificultad para encontrar ejemplares de los libros que publicó en vida, con excepción de las antologías.
En tal sentido, y parafraseando a Otto René Castillo, es necesario decir que “seguimos en deuda con Clementina Suárez”. Hacen falta estudios que profundicen en las vertientes históricas y literarias de su poesía; en su evolución creadora, del sentimentalismo romántico e ingenuo de sus primeras obras, a un estilo vanguardista, no solo en la forma, sino en el contenido. Es de suma importancia entender, por ejemplo, cómo la revolución socialista de octubre en Rusia, cuyos ecos le llegaron en su viaje a La Habana, en los años treinta, y el haber conocido en México al poeta español León Felipe, brillante figura de la generación de 1927, influyeron en la temática y las metáforas empleadas por Clementina Suárez a partir de Veleros; y por qué temas universales como el amor de pareja, la maternidad y la muerte, son tratados de manera dramáticamente distinta por la misma autora cuando comparamos, por ejemplo, Corazón sangrante, su primer libro, publicado en 1930, con De la desilusión a la esperanza, de 1944.

El carácter fundacional de la poesía de Clementina Suárez ha sido reconocido por estudiosos como Rigoberto Paredes: “Desconocer su nombre (...) sería como privar a nuestras letras y, por qué no decirlo, a un período significativo de la actual formación cultural hondureña, de una voz, de una actitud con caracteres fundacionales”.[8] Sin embargo, aún hace falta precisar las características que alejan a Clementina Suárez de la poesía hondureña escrita por sus contemporáneos y la colocan entre los y las poetas de vanguardia de América Latina; por ejemplo, en poemas como “Poema del paso desatado”, incluido en el ya mencionado De la desilusión a la esperanza, o “En pretérita casa”, de El poeta y sus señales, publicado en 1969.

Dicho en otras palabras, solo al leer la obra completa es posible, no solo seguir las huellas de ese “aprendizaje difícil”, como lo llamara Helen Umaña,[9] sino identificar a dónde llegó Clementina Suárez como poeta, con el propósito de trascender el mito y ubicarla finalmente en el lugar que le corresponde dentro de la literatura hondureña.

Estas son algunas de las razones que llevaron a la Editorial Universitaria a acometer la tarea de recopilar la obra completa de esta sorprendente mujer. Sorprendente en cualquier época, pero más aún al recordar que nació a principios del siglo pasado en Olancho, de familia terrateniente, vivió en la Tegucigalpa de la primera mitad de ese siglo, confrontada con una sociedad en la que el patriarcado y el puritanismo han estado firmemente arraigados, y publicó gran parte de su obra durante la dictadura de Tiburcio Carías Andino.
Hay que decir que no hemos sido los primeros en intentar reunir todos sus libros en un solo volumen. Los investigadores e investigadoras que se propusieron hacerlo antes que nosotros saben que de la Biblioteca Nacional se han perdido, en anteriores administraciones, las obras que en su momento donó la familia de la poeta. Si bien el escritor Eduardo Bähr, actual director de esa institución, nos facilitó los escasos títulos de Clementina Suárez que pudo encontrar, fue su hija Alba Rosa Suárez quien nos confió los que tal vez sean los últimos ejemplares originales que quedan de Corazón sangrante y de De la desilusión a la esperanza, así como un facsímil del poemario en prosa De mis sábados el último, además de varias fotografías de gran valor.

Debemos agradecer también al poeta comayagüense Néstor Ulloa, quien tuvo la buena fortuna de encontrar y rescatar un ejemplar original de Los templos de fuego y gentilmente lo puso a nuestra disposición.

Todo este esfuerzo no hubiera podido llegar a feliz término sin el invaluable apoyo que desde la Universidad de New Hampshire nos brindó la profesora Janet Gold, estudiosa de la literatura latinoamericana y biógrafa oficial de Clementina Suárez. Ella escaneó y nos envió en archivo digital los poemarios que no habíamos encontrado en ninguna otra parte: Iniciales, Veleros y Engranajes, con lo cual finalmente pudimos incorporar la totalidad de los títulos que forman la obra publicada por Clementina Suárez.

En esta edición se han organizado los libros en orden cronológico a partir de 1930, fecha de publicación de Corazón sangrante e Iniciales,  este último un libro colectivo que reúne poemas de nuestra poeta, del hondureño Martín Paz y de los mexicanos Lamberto Alarcón y Emilio Cisneros Canto.[10] Siguen De mis sábados el último, poemas en prosa, y Los templos de fuego (ambos de 1931); Engranajes, poemas en prosa y verso (1935); Veleros (1937); De la desilusión a la esperanza (1944); Creciendo con la hierba (1957); Canto a la encontrada patria y a su héroe (1958); El poeta y sus señales (1969); y Con mis versos saludo a las generaciones futuras (1988). De los dos últimos, por tratarse de antologías, solo se agregan los poemas que no figuran en los libros anteriores. Los poemas que la autora incluyó en más de un libro aparecen una sola vez, en el que corresponde a la primera publicación, con una explicación a pie de página.

Finalmente, en el apartado Otros poemas, se incluyen dos que no figuran en ninguna de las obras antes mencionadas, pero aparecen sin fecha en el Índice general de la poesía hondureña, de Manuel Luna Mejía, publicado en 1961.

Se han omitido los prólogos, en algunos casos por tratarse de meras palabras de cortesía de algún amigo, y además porque todos están disponibles en el compendio de reseñas y artículos Clementina Suárez, citado en esta nota.

Se ha respetado la forma de escribir propia de la autora, incluyendo el uso de ciertas palabras no aceptadas en el español, en cuyo caso se hace la anotación correspondiente, salvo que su significado sea evidente en el contexto o sean parte del habla hondureña. No obstante, se ha procurado modernizar la ortografía, respetando, sin embargo, el uso de algunas mayúsculas que para la autora eran de gran significación, por ejemplo, en la palabra “amado”.

Esperamos que el esfuerzo de la Editorial Universitaria por lanzar esta publicación en el marco del Año Académico 2012 “Clementina Suárez”, llamado así por las autoridades de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en reconocimiento de los méritos de la poeta, encuentre amplia acogida en los ámbitos literarios y académicos de Honduras y del extranjero. Pero, sobre todo, confiamos en que contribuirá a que las nuevas generaciones conozcan y hagan suyo el legado de esta mujer irrepetible, haciendo honor a su testamento poético: “Hoy mi pequeñísimo cuerpo empuja las estrellas / y con mis versos saludo a las generaciones futuras”.

Ciudad Universitaria, octubre de 2012.

María Eugenia Ramos


NOTAS



[1] Muñoz Cota, José (s.f.). “A través de mi cámara en el cumpleaños de Clementina”, en Clementina Suárez (1982). Tegucigalpa: Litografía López, p. 69.
[2] Mejía, Medardo (s.f.). “Clementina Suárez”. En op. cit., pp. 9-10.
[3] Oquelí, Ramón (1966). “Clementina Suárez”. En op. cit., p. 129.
 [4] Orantes, Alfonso (1957). “Clementina Suárez, ángel rebelde y la permanencia poética”. En op. cit., p. 19.
[5] López, Matilde Elena (s.f.). “Creciendo con la hierba de Clementina Suárez”. En op. cit., p. 23 (el subrayado es mío).
[6] Castillo, Otto René (1967). “Clementina Suárez en Centroamérica”. En op. cit., p. 79.
[7]  Lars, Claudia (s.f.). “Palabras sobre Clementina Suárez”. En op. cit., p. 85.
[8] Paredes, Rigoberto (1988). Prólogo a la antología Con mis versos saludo a las generaciones futuras. Tegucigalpa: Ediciones Paradiso. Citado por Ramos (2002), en Visión de país en Clementina Suárez y Alfonso Guillén Zelaya. Tegucigalpa: PNUD, Colección “Visión de País” N° 4.
[9] Citada por Ramos (2002).
[10] En esta edición se incluyen solo los poemas que Clementina Suárez aportó a esta obra colectiva.

Fuente: Ramos, María Eugenia (2012), comp. y ed. Poesía completa de Clementina Suárez. Editorial Universitaria, Tegucigalpa. 

Leer y descargar Yo, tú, ellos, nosotros. Apuntes sobre la praxis poética y vital de Clementina Suárez

25 de julio de 2013

Análisis psicoanalítico de la obra de María Eugenia Ramos

Mujer saliendo del psicoanalista,
obra de Remedios Varo.
Haciendo una búsqueda sobre análisis literario psicoanalítico en Honduras me encontré con este estudio sobre mi obra preparado por la médica psiquiatra Alejandra Munguía Matamoros como trabajo para la clase de Métodos de Crítica Literaria II, mientras cursaba la licenciatura en Letras en la Universidad Pedagógica Nacional, grado que por cierto ya obtuvo y con honores. 


Aunque no necesariamente coincido con todas las inferencias y conclusiones del estudio, me pareció interesante y por eso lo transcribo literalmente, con la ortografía y redacción originales, tal como aparece en el sitio buenastareas.com. Nótese que el trabajo fue elaborado en 2010, así que algunos datos ya no están vigentes. 



Análisis psicoanalítico de la obra de María Eugenia Ramos 

Introducción:

El Psicoanálisis ha ejercido una doble influencia sobre la literatura contemporánea: Ha dado nuevas vislumbres al lector y al crítico literario, y ha abierto al escritor la comprensión de nuevos ámbitos. En consecuencia, la crítica ha descubierto nuevas direcciones; el teatro, la poesía y la novela tienen, los tres, nuevos materiales y nuevos útiles para aprovechar esos materiales. (1)
El propio Freud se interesaba por la poesía, las obras de teatro y las novelas y obtuvo muchos atisbos gracias a su estudio de obras literarias. En documentos como “El poeta y la fantasía”, Freud analiza las fuentes de la capacidad creadora y, en especial, el misterio de la interacción entre el escritor y el lector. Además que él mismo, fue un maestro de la prosa alemana, ya que recibió el Premio Goethe. El enfoque de él para los poetas era que a través de la poesía, canalizaban su neurosis; sin embargo los psicoanalistas contemporáneos no están de acuerdo en eso, ya que la poesía no sólo es capaz de expresara patología. (1,2,3)
En síntesis, sí es importante la relación que existe en entre el psicoanálisis y la literatura y ese es el objeto de este estudio.

Biografía:

María Eugenia Ramos Suazo, nació en Tegucigalpa M.D.C, el 26 de noviembre de 1959. Su padre fue el maestro de generaciones en el periodismo hondureño, don Ventura Ramos y su madre es la señora Eugenia Alicia Suazo. Comenzó a escribir desde los 5 años. Tenía 9 años cuando el escritor Medardo Mejía le publicó un cuento en la revista Ariel. Se llamaba Quink, basado en los cuentos de hadas. (4).
En la adultez joven escribió: Porque ningún sol es el último. Estudió en la Escuela Normal de Tegucigalpa, posteriormente en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, la carrera de Letras, con orientación en Literatura. En todos esos años fue dirigente estudiantil y obtuvo primeros lugares en concursos de oratoria y en teatro, como mejor actriz. En 1978 obtuvo el primer premio en la rama de poesía en el certamen literario: “Independencia Nacional”, auspiciado por el Banco Atlántida. El otro premio al que se hizo acreedora fue por el bicentenario de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. (4,5,6)
Su poesía está reunida en su libro; Porque ningún sol es el último. Ediciones Paradiso, Tegucigalpa, 1989. Ha tenido apoyo y reconocimiento de grandes poetas como ser: José Adán Castelar, Rigoberto Paredes, Helen Umaña y Clementina Suárez, quien le prologó su libro. Su obra ha sido incluída en una antología bilingüe francés-español de poesía hondureña publicada por Ediciones Patiño, Suiza, en 1997. (4,5)
Fundó la Editorial Guardabarranco junto a su esposo; la cual surgió para la promoción y difusión de la creación literaria y artística de jóvenes creadores; sin embargo al separarse de él, ella ya dejó de trabajar en ese proyecto que tenían en común. (6)
Posterior a varias pérdidas en su vida, comenzó a presentar cuadros depresivos, los cuales se ven reflejados en algunas de sus obras, las que describiremos posteriormente.
Tiene un libro de cuentos llamado: Una cierta nostalgia.
Colabora con las páginas de opinión de Diario El Heraldo y con la Revista Vida, suplemento del mismo diario, dirigido por el poeta Oscar Acosta, quien la reprendía porque había dejado de escribir y eso la impulsaba a seguir.(4)
Actualmente labora en el Comisionado Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y está vinculada con varios proyectos de jóvenes poetas en San Pedro Sula. (6)

Análisis Psicoanalítico:

Comenzaremos mencionando el hecho que en esta escritora tuvo una influencia determinante su padre, quien era periodista y maestro de generaciones. En este punto encontramos entonces un principio psicoanalítico que son las relaciones objetales: Cuando nos referimos a Objeto, queremos decir que es “algo” con lo que se puede satisfacer la pulsión o deseo. Y esta relación con los objetos, establece los primeros intercambios del niño con el mundo. Según René Spitz, quien identificó los tres marcadores sociales en la vida de un niño o niña, que son: La sonrisa social (2 meses), Identificación de extraños (8 meses), la presencia del “NO” (2 años); a partir del segundo marcador social (identificación de extraños), ya el niño o niña tienen introyectada (tienen un concepto claro de la existencia de fuente primaria de afecto) la figura materna y paterna. En este caso, impresiona que la figura determinante fue la paterna (asociado a los cuidados, ejemplo y sobre todo a la información que la misma madre de la escritora le brindaba a ella sobre su padre). (7)
Margaret Mahler, nos habla de un “autismo normal”, el cual está dado entre el nacimiento y los dos meses de vida; en este período el niño o niña está en su propio mundo, sólo interesándole que le sean resueltas sus necesidades vitales y es en este hecho en el que también se centra Melanie Klein, ya que se “introyecta” (formar un concepto) de lo que es el “seno bueno” y el “seno malo”. Este dato, aparentemente en la vida de la escritora estuvo bien satisfecho por parte de su madre. (8)
Continuando el análisis, encontraremos que la figura central para la obra poética de María Eugenia Ramos, fue su padre y esto desde el punto de vista psicoanalítico, implica la persistencia de un Complejo de Edipo, el cual es manifiesto por la vocación y ocupación de la autora. Cuando hablamos de Complejo de Edipo, nos referimos al hecho, que según las etapas psicosexuales de Freud, entre los 5-7 años, es normal que el niño se “enamore” de su madre y la niña de su padre; ya que entre los 3-5 años, ocurrió la etapa de identificación de género. (Conflictiva en el caso de la homosexualidad).
Entonces, cuando esta etapa persiste en la vida adulta, se observan formas “aceptables” de acercamiento con el padre; en este caso, a través de la actividad literaria. (9)
En la biografía de Ventura Ramos Alvarado, encontramos que fue Maestro de Educación Primaria y Periodista autodidacta, siendo el director del Editorial del periódico Tiempo por trece años y observamos en la línea de vida de María Eugenia algo similar: Estudió en la Escuela Normal Mixta, egresando como Maestra de Educación Primaria y se ha dedicado a actividades periodísticas e inclusive apoyaba al poeta Oscar Acosta en el suplemento vida de el diario El Heraldo.
En el poema Retrato, habla claramente de su padre y así mismo lo expresa: “Así era mi papá a esa edad, nunca cambió, siempre creyó que Honduras podía ser un país mejor”.

RETRATO 
En este país
vive un viejo de ochenta años,
enfermo, casi sordo,
lleno de rituales y de afectos.

Con su andador de niño
va de su cuarto al comedor,
pelea con su mujer y con las nietas,
va al patio, regresa.

Desde su escritorio
sueña con un país mejor,
el verdadero,
se conmueve, se indigna
y con la furia de su espera
lanza páginas en llamas
contra los enemigos de la patria.

Freud sostenía que los seres humanos nos movemos en un vaivén entre dos principios: El de la vida (Eros) y el de la muerte (Tanatos) y que dependiendo de las circunstancias de la vida, es que hay cercanía hacia uno u otro extremo. Explica que las conductas autodestructivas (beber, fumar, comer, en exceso, “chivear”, estar en relaciones de pareja patológicas, entre otras cosas), nos acercan al principio de la muerte; pero que el estar pleno, satisfecho con lo que se hace y realizando actividades para crecer; nos acerca al principio del Eros o vida. (9).
Esto es importante mencionarlo, porque en la autora se reflejan en diferentes momentos de su vida: En su poema Ausencia, refiere que es autobiográfico, ya que tuvo que salir del país, por razones políticas y familiares (en la época de los 80) y sentía nostalgia por su tierra, lo cual a través del análisis de Freud, estaría acercándola al polo o extremo de tanatos:

AUSENCIA 
Alguien se fue
y dejó todos los cuadernos
abiertos en la página 21,
servidos el café
y los frijoles
en la mesa,
caliente
la cama sin hacer,
el perro
esperando su comida,
una cita de amor
puesta a secar en la ventana
y en los vacíos del ropero
el olor de los sueños.

Aquí se evidencia lo ya mencionado: La tristeza por las pérdidas, que en términos psicoanalíticos, es una reminiscencia de la pérdida del objeto primario de amor: La madre o cuidador primario: Por ello son tan importantes los primeros tres años de vida de un niño o una niña, porque es en ese período de tiempo en el que se forma la personalidad y se introyectan las figuras parentales. En este caso se observa que la escritora las tiene bien cimentadas. Añora el calor de hogar (café, frijoles, mesa caliente, cama sin hacer, etc). Y los placeres de la vida (cita de amor). Incluso ella en la entrevista que se le realizó, menciona ese hecho, que le gusta disfrutar la vida y lo hace tomándose un buen café, paseando, leyendo, etc. Con pequeñas cosas y pequeños momentos. (8)
Las ideas revolucionarias que ha tenido la escritora, son un proceso propio; pero además de identificación con su padre, ya que él tuvo influencia Marxista y esto se observa en los poemas Base U.S. Army y De este país y de estas gentes.
U.S. ARMY 
Nadie conoce el volcán
pero todos saben de su existencia.
Allí donde la neblina es más densa
y una angustia de hierro
oprime los pulmones,
los omnipotentes señores de la tierra
multiplican los alambres de púas
para que ningún pájaro osado
pueda traspasar esa vergüenza.

Freud también habla sobre los impulsos sexuales y agresivos; y los matices que ambos pueden tener, en el sentido que la sexualidad no siempre puede ser expresada como tal, por lo que puede canalizarse en actividades placenteras como comer, pasear, bailar, contar chistes, viajar, reír, JUGAR (esta última es, según Freud, una de las primeras manifestaciones de vivencia sexual). En el poema SUEÑO, observamos este hecho claramente:
SUEÑO 
Anoche me acosté
pensando en soledades
y en ruedas de molino,
pero por la mañana
tuve un sueño gracioso
y me despertaron los pasos
de mi propia risa.

Poco a poco, nos vamos acercando a la etapa adulta de la escritora, la cual está llena de eventos cotidianos que cuando son negativos pueden llevar a crisis existenciales y a pasar al extremo del tanatos (muerte) y por ende desarrollar cuadros emocionales, como la depresión, y se pueden observar algunos signos en su poema Elegía:

ELEGÍA 
Aunque sea igual que siempre 
y quisiéramos decirle a un ser humano
“hermano, te amo tanto”
cuando ya no puede escucharnos;
aunque la impotencia nos convierta
en árboles vacíos
igual que si un rayo nos tocara,
quién sabe cuanto tiempo
andaremos buscando,
regando los rincones
como si esperáramos
que germinen semillas,
hasta que un día
nos deslumbre la certeza
de que ellos están vivos
y nosotros somos los muertos.

Freud realiza importantes aportes a la literatura, en lo que él llamó: “Psicoanálisis aplicado”.
Freud, al advertir el papel decisivo que desempeña en el varón el deseo de poseer en exclusiva a su madre y de eliminar al padre rival, recordó el antiguo mito de Edipo y descubrió que los mismos conflictos psíquicos que había hallado en los individuos se encontraban en manifestaciones colectivas del espíritu, como los mitos de los pueblos. A este carácter universal del mito se debe el análisis de su existencia en el arte dramático y épico. En la escritora, lo observamos en sus poemas dedicados al país. (1,10)
En la Interpretación de los sueños, relacionó los mitos con los sueños, señalando que ambos revelan sentimientos demasiado dolorosos para nuestra conciencia. La escritora relata en la entrevista realizada, que soñaba con su padre o que estaba en otro lugar, donde había justicia, entre otras cosas.
La psicobiografía es otro aporte de Freud a la literatura y en la escritora es evidente, como ya lo mencionamos anteriormente, varios poemas reflejan su partida del país, nostalgia, añoranza de su figura paterna, sueños, tristezas, etc. Es difícil, desvincular al autor de su obra, aunque eso es lo que debería poder hacer un buen escritor. (Según los expertos en literatura), aunque Freud defiende la psicobiografía de una forma extrema, ya que parte de que somos un solo individuo y que no nos podemos fragmentar ni disociar; de hecho menciona los tres componentes del aparato psíquico: El SUPER YO (Las reglas morales, sociales, etc), El YO (El criterio de realidad) y el ID (Instintos sexuales y agresivos). Sostiene que tenemos que expresar esos componentes en alguna esfera de nuestra vida y que los escritores lo hacen a través de sus obras, que no implica necesariamente el haberlo vivido; pero sí el haberlo deseado y un ejemplo claro de ello, es Sor Juana Inés de la Cruz y el erotismo de sus poemas. En el caso de la escritora en estudio, encontramos que la mayoría de su obra está dominada por el SUPER YO y el YO; de hecho, no encontramos en la muestra de poemas estudiados, alguno con alusiones sexuales, lo cual no implica que no existieran. (1,2,10)
En cuanto a la psicobiografía, la escritora lo resume así: -¿Qué tanto expresa su obra sus vivencias? Y ella respondió: “todo”.
Ha publicado dos libros: Uno de poesía, el cual como ya observamos es autobiográfico y encierra una época temprana de su vida (albores de la adolescencia y adultez joven) en la década de los ochentas; y otro de narrativa en la década de los noventas, siendo un libro de cuentos, llamado: Una cierta nostalgia, con énfasis en lo oscuro, en la muerte, enfocando otra época en la vida de la autora (época de pérdidas: Fallecimiento de su padre, divorcio, etc); sin embargo lo interesante de esta obra, es que pese al ambiente lúgubre y sombrío de la autora, lo dedicó a su única hija, que actualmente tiene 23 años; es decir que en este libro de cuentos convergen: EROS y TANATOS.
Finalmente, podemos concluir que la escritora tuvo unas relaciones objetales adecuadas, identificación con su género, con persistencia del Edipo, con períodos de acuerdo a las circunstancias que oscilan entre el principio de la vida y el de la muerte, este último asociado a crisis existenciales y estados emocionales bajos y los de vida asociados a actividades lúdicas, de recreación y creativas como escribir.
En cuanto al aparato psíquico, no se observan muchas manifestaciones del ID (impulsos sexuales y agresivos), si no más expresiones del SUPER YO y del YO. (Reglas, análisis racional).
La escritora tiene predominancia del principio de la vida y actualmente lo está manifestando con proyectos asociados a poetas jóvenes en la ciudad de San Pedro Sula.
El psicoanálisis nos ayuda a entender las razones del por qué de las cosas; sin embargo no las define ni estigmatiza.

Bibliografía:
1. Ruitenbeek H (1994): Psicoanálisis y literatura. Fondo de Cultura Económica. Pp. 1-33, 157-173,
2. Rey C (2009): Las otras lecturas de Freud. Psicoanálisis y literatura. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. Vol. XXIX. n 103, pp. 145-155.
3. Huaman M (2003):Literatura y psicoanálisis. Pp. 149-179.
4. Pineda A. (1998): Honduras: Mujer y poesía. Pp. 435-444.
5. Umaña H (2009). La palabra iluminada. Pp. 677-679.
6. Munguía A (2010): Entrevista realizada a María Eugenia Ramos, el 5 de Agosto del 2010.
7. Ramos V. Bibliografía facebook
8. Rutter (2002): Psicología del desarrollo. Pp. 356-359, 549-468.
9. Obras Completas de Freud.
10. Guimón J (1993):Psicoanálisis y literatura. Editorial Kairós, Barcelona, España. Pp.13-63.
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