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12 de agosto de 2012

Desde la tierra sin historias felices: Entrevista de Marta Sandoval a Sergio Ramírez

Desde la tierra sin historias felices

Pasamos de los conflictos rurales a los urbanos. Del campo sembrado de tragedias e injusticias, a la ciudad regada con balas. La literatura es un espejo de la región y eso se nota en las antologías de cuento y poesía que compiló Sergio Ramírez y publicó el Fondo de Cultura Económica. En esta entrevista Ramírez habla sobre el trabajo y sobre el panorama literario regional.
Marta Sandoval
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Ampliar imágenEPFoto:  José Miguel Lam > elPeriódico
Alguien se nos está muriendo siempre/ con esa muerte lenta de los pulsos vacíos/ mientras tu y yo besamos, reímos de las cosas y del viento, comemos, nos amamos y sabemos que toda nuestra luz nos pertenece/sin ser nuestra siquiera/ alguien se muere siempre, hasta cuando un péndulo dibuja cuarto de hora hacia la vida”. Alguien se está muriendo siempre en esta región, pero alguien está también escribiendo siempre, retando a la muerte con las letras, apostándole a la eternidad.

El fragmento anterior fue escrito por la poeta costarricense Julieta Dobles y forma parte de la antología Puertas Abiertas de poesía centroamericana que Sergio Ramírez presentó recientemente. La idea de reunir la obra literaria de la región vive en la mente de Ramírez desde hace más de 40 años; a principios de los setenta se embarcó en la misión de recopilar cuentos de autores centroamericanos, sin internet y sin blogs, la tarea le tomó casi cinco años, pero nacieron dos tomos, mil doscientas páginas, que fueron -en sus palabras- “un espejo roto, pero un espejo común”. Ahora volvió a la carga con dos nuevas compilaciones, una de cuento y otra de poesía publicadas por el Fondo de Cultura Económica. Los dos libros constituyen la mejor forma de acercarse a las letras de toda la región. En esta entrevista Ramírez explica más sobre el libro.

Hace cuarenta años, usted hizo un esfuerzo parecido a este, una antología de cuentos centroamericanos. ¿Cómo fue esa experiencia?

-En ese entonces Centro América era una idea no organizada en términos culturales, los libros de un país nunca llegaban a otro. Había ediciones clandestinas de autores valiosos, que no era sencillo encontrar. Así que recopilar un buen número fue complicado.

Yo trabajaba en el Consejo Centroamericano de Universidades y me tocaba viajar mucho por toda la región. De cada país que visitaba me llevaba cajones enteros llenos de libros, muchos los conseguía en librerías de viejo o me los regalaban amigos, y así fui juntando mucho material. Después fue cuestión de ir espulgando, buscando los cuentos que valían la pena. De ahí salió esta primera antología del cuento centroamericano, que se publicó en 1973 en Costa Rica. Eran dos volúmenes muy grandes.

¿Había una creación literaria fuerte?

-Sí, ya la había. Ayer que pasaba por el stand de la Tipografía Nacional en la Feria del Libro, encontré muchos libros de autores guatemaltecos que antes busqué con tanto afán y que no eran tan visibles como ahora, y lo mismo pasa en toda Centro América. Hoy es diferente, los escritores jóvenes que no han publicado libros tienen sus páginas de internet, hay muchas publicaciones de editoriales pequeñas y medianas, es una situación muy diferente, hay mucha más comunicación entre países. Eso no quiere decir que no sigamos teniendo grandes déficits de comunicación, pero las cosas han cambiado bastante.

Ahora con lo que uno se enfrenta es con la abundancia de escritores, cada vez hay más jóvenes que escriben, en aquel tiempo los escritores activos eran contados, ahora no, ahora hay muchísimos escribiendo, lo cual es una gran bendición para Centro América.

Pero eso supongo que hizo más difícil la selección para esta antología.

-Sí, en ese sentido fue más difícil y uno tiene que desgraciadamente discriminar buenos trabajos, porque una antología como esta, tiene que tener un número determinado de páginas; aunque es una antología grande, cada una tiene casi 500 páginas y aún así he tenido que dejar fuera muchos escritores valiosos.

¿Cuál fue el criterio para seleccionar a los autores?

-La calidad. Lo que a mí me gusta, lo que yo creo que vale la pena que esté. Eso es lo que hace un antólogo; solo había criterios muy subjetivos. Un criterio fue publicar solo autores vivos, porque si incluyéramos a todos se volvería una enciclopedia imposible de manejar.

¿Tenemos temáticas comunes en la región?

-Ha cambiado la temática, porque ha cambiado la historia. Cuando formé la primera antología veníamos saliendo de un mundo rural, los temas dominantes eran los temas vernáculos, los sociales campesinos, la explotación, las bananeras, las costumbres campesinas; desde Salarrué hasta Asturias, esas eran las grandes marcas. Había poco desarrollo de las ciudades, en 1970 no podíamos hablar de urbes en Centro América, de problemas urbanos. Guatemala tenía quizá medio millón de habitantes, hoy son mega ciudades muy caóticas, entonces los grandes cambios sociales y urbanos han traído nuevos temas a la literatura porque hay nuevos conflictos.

Luego vinieron las grandes guerras en Centro América eso dejó un precedente literario, luego la pos guerra que trajo las maras, el narcotráfico y esos son ahora los temas. Siempre estamos en el conflicto, en la anormalidad, y de eso es lo que se nutre la literatura, no hay historias felices. Claro que existe la literatura de amor, pero en Centro América, siempre está teñido de conflicto todo, incluso en el amor.

Decía que en los años setenta los poetas eran considerados locos. Cuarenta años más tarde, me temo que no ha cambiado mucho esa idea…

-Se ve como una locura, como una anormalidad. Eso es el sentido competitivo que estas sociedades siempre han tenido exacerbado, la idea de que alguien que no produce dinero a través de su profesión no es útil ni para la sociedad ni para su familia. La literatura como es un oficio que no es rentable, es despreciable. Esa sigue siendo una idea de la sociedad y por lo tanto los escritores son seres de excepción, al margen de la sociedad, hasta que consiguen reconocimiento, solo entonces se echan a andar las campanas, como con Asturias.

Pero no todos lo logran…

-Sí, pero ahora más que nunca hay autores internacionales, antes se contaban con los dedos de las manos ahora hay muchos más.

¿Es esta la mejor época para las letras centroamericanas?

-Creo que estamos en una buena época. Yo me asusto cuando veo libros de autores que nacieron en los noventa, digo ¡que rápido vamos! Generación tras generación de muchachos que publican libros, eso me entusiasma mucho. Que no todos puedan tener resonancia en el extranjero es cuestión de tiempo y de muchas circunstancias, no se puede esperar que todos los que escriban sean leídos fuera.

Hay más autores, sin embargo tengo la idea de que el apoyo estatal en la región es menor…

-Porque los Estados han cambiado su perfil. Hoy tenemos Estados de corte liberal en toda Centro América, al decir liberal no estoy hablando en forma peyorativa. El Estado se deshace de lastres, gasta menos y entrega la cultura a manos privadas. Esa es una filosofía que opera tanto en Nicaragua como en Guatemala, independientemente del signo ideológico de los países. En Nicaragua el Instituto de la Cultura, que es como el Ministerio de Cultura, tiene un presupuesto de dos millones de dólares al año, con eso cubre bibliotecas, activos, museos, escuelas de arte y es ridículo que sobreviva con eso.

Pero también por primera vez en Centro América hay muchas editoriales privadas que trabajan con gran empeño y dedicación, las hay en toda la región. Así como el padre le dice al hijo: “qué locura estudiar literatura”, así la gente le dice a los editores “qué locura, qué clase de negocio es publicar libros, eso no es rentable”, pero están ahí las editoriales y los libros están circulando.

Aunque sigue siendo difícil leernos aún entre vecinos. En Guatemala no es sencillo encontrar autores hondureños, por ejemplo.

-Pero eso no es característico de Centro América, para un boliviano leer a un autor de Paraguay no es menos difícil, las fronteras siempre están ahí. El escritor que salta a ser publicado por una editorial multinacional consigue ser leído en todas partes, los demás no. Pero en Centro América tenemos una vocación común de integración, ya hicimos un esfuerzo con la Editorial Universitaria Centroamericana, que puso los libros en todos los países, para mí fue verdadero éxito, y esos son esfuerzos que se pueden repetir.

¿Hay más poetas que narradores en la región?

-Siempre hay más poetas y no es que hacer poesía sea más fácil. Son dos tipos de trabajo, la narrativa implica otro tipo de esfuerzo, de sentarse, organizarse, investigar un tema, la poesía depende mucho de la sensibilidad, de la intuición y del dominio del lenguaje por supuesto. Pero un gran poema puede salir en una hoja, para una novela se necesitan trescientas.

Hay más poetas, pero más lectores de narrativa que de poesía…

-Sí, yo creo que hay más publico para la narrativa que para la poesía. Son públicos que siempre hay que cultivar. Ahora incluso hay más público para la novela que para el cuento, los cuentos han venido siendo relegados por las políticas de las editoriales, para las editoriales grandes la novela es más rentable, llega más al lector. En los Estados Unidos se editan más de 400 revistas que publican cuentos y al final se hacen anuarios de cuento y aquí no, casi no hay revistas.

5 de abril de 2012

“Busco traducir mis sueños a palabras”: entrevista de Óscar Urtecho a María Eugenia Ramos

Sábado 26 de noviembre de 2011


María Eugenia Ramos (primera a la izquierda) en una de las actividades de la
FIL Guadalajara 2011, con Claribel Alegría y Sergio Ramírez Mercado.

La escritora hondureña participará desde mañana como invitada en la Feria del Libro de Guadalajara, México. Antes de irse habló en exclusiva para Siempre sobre su trabajo poético y narrativo.


La Feria del Libro de Guadalajara, la más prestigiada en lengua española, cumple 25 años en 2011 y los celebra con el proyecto "Los 25 secretos mejor guardados de Latinoamérica": un grupo de escritores poco conocidos que han sido seleccionados para presentarlos al público y profesionales que concurren a esta cita anual del mundo del libro. 
María Eugenia Ramos es uno de esos secretos mejor e injustamente guardados. Esta escritora hondureña tiene la estatura pequeña, la sonrisa levemente irónica y la voz clara, acostumbrada a las grandes audiencias, ya sea como oradora ante masivas manifestaciones en su época de dirigente estudiantil o como educadora, dado que estudió magisterio.
La Feria del Libro, dedicada este año a Alemania, empezó ayer y termina el próximo 2 de diciembre, y en ella, además de "Los 25 secretos mejor guardados de Latinoamérica", se presentarán escritores de gran significación internacional como Herta Müller, Mario Vargas Llosa, Juan Gelman y Sergio Ramírez. Antes de su partida a Guadalajara para encontrarse con ellos, María Eugenia se reunió con nosotros para compartir un café y contarnos sobre su vida, su obra y sus secretos. Estas son sus palabras:
Háblenos un poco de lo que significa para usted esta experiencia de ser invitada a la Feria del Libro.
En primer lugar, es una gran sorpresa que me hayan incluido en una lista de escritores considerados "de gran potencial", seleccionados en un proceso que, según los organizadores, implicó la lectura de decenas de obras por un equipo de editores, libreros, periodistas y críticos. La selección final recayó en un comité de lectores, que eligieron a 25 autores de 15 países. Entre los seleccionados hay nombres reconocidos, con numerosos títulos publicados, no solo en sus países, sino también en Europa, en tanto que yo he publicado poco. Aún estoy con la boca abierta y temiendo que me llamen diciendo que fue un error... Se trata de un gran compromiso, porque en adelante tengo que escribir y publicar mucho más para corresponder al honor de esta invitación.
¿En qué actividades participará en la feria?
Estaré en las presentaciones de los "25 secretos", con participación especial el día 28 (mañana lunes). Además, asistiré a las presentaciones de dos nuevas antologías centroamericanas publicadas por el Fondo de Cultura Económica, en las que aparezco; una de cuento, "Puertos abiertos", y otra de poesía, "Puertas abiertas". También habrá eventos sociales en los que compartiremos con el presidente del Comité Organizador de la feria e invitados especiales.
Usted tiene dos libros publicados, ¿a qué se debe que no haya vuelto a publicar?
Paradójicamente, han influido tanto el descuido como el exceso de cuidado. Descuido porque me he dejado absorber por las exigencias del día a día, en trabajos que poco se relacionan con la literatura, y no he hecho un esfuerzo por dedicarle tiempo a mi vocación. Y por otro lado, exceso de cuidado, porque pienso que es preferible publicar poco, con la seguridad de que lo publicado tiene las cualidades mínimas para merecer ser leído, en lugar de publicar mucho solo por vanidad o para que nos compren libros, peor aún si los estudiantes se ven obligados a comprarlos a cambio de una calificación, o si los venden docentes que se quedan con una comisión.
Varios escritores nacionales han salido a la luz con sus trabajos en los últimos años. ¿Podría decirnos qué opina sobre esta literatura nacional que está surgiendo?
Tengo mucho optimismo sobre autores jóvenes que han surgido recientemente, cuyas obras están a tono con lo que se está escribiendo en la actualidad en otras partes del mundo. Son voces que aportan frescura y desenfado, pero también diversidad y profundidad. La literatura hondureña ya no se compone solo de los mismos nombres que nos vienen repitiendo desde la primaria, sino de muchos otros que merecen ser leídos, como Gustavo Campos y Dennis Arita. Siempre que puedo promuevo a estos autores y autoras jóvenes en los espacios donde participo.
Cada vez que se menciona su nombre en el ambiente periodístico y literario, inmediatamente se le relaciona con don Ventura Ramos. ¿Siente que la figura de su padre, además de haber influido en su desarrollo y su educación, es una especie de sombra, como ocurre en algunos casos de hijos de famosos?
No me molesta que se mencione el nombre de mi padre; al contrario, me siento orgullosa de ser su hija. Muy pocas personas en Honduras disfrutan del privilegio de haber tenido un padre, no solo amoroso, sino además respetado, admirado y querido por su talento autodidacta y su honestidad, y yo tengo ese privilegio. Naturalmente que él no esperó nunca de ninguno de sus hijos que fuéramos una copia de sus logros, y en ese sentido cada uno de nosotros tiene sus propios méritos y se ha desarrollado en distintos campos. Mi hermano mayor es un patólogo ya jubilado que se abrió campo como docente e investigador en una universidad de Estados Unidos; mi hermana mayor también es profesional de la medicina y se ha dedicado al estudio y prevención de las adicciones. Yo he sido la menos aplicada en el campo académico, pero la habilidad para redactar me ha permitido ganarme la vida decorosamente, como editora. Mi padre estaría muy orgulloso de saber que he publicado y que estoy abriéndome camino fuera de Honduras como escritora.
Esta pregunta es casi obligada, dado que usted es una defensora de los derechos de la mujer: ¿cómo se consolida una mujer en el oficio de escritora en Honduras?
Considero que, si bien siempre hay ciertas desigualdades de género entre escritoras y escritores (evidenciadas en las antologías, por ejemplo), se ha avanzado mucho en cuanto a los espacios ganados por las mujeres en la literatura. Hace poco estuve releyendo una ponencia que presenté en 1992 en un encuentro de escritores de México y Centroamérica, titulada "Lenguaje, literatura y mujer en Honduras", en cuyo último párrafo planteaba la esperanza de que en el futuro las antologías y las mesas de lectura en Honduras no estuvieran compuestas solo por hombres, sino por hombres y mujeres. Pues bien, siento que hoy, dos décadas después, es muy raro encontrar una lectura en la que solo participen escritores hombres, aunque se sigue dando.
Pongámonos un poco menos serios y hablemos de cosas más light. ¿Qué significa ser escritor?
Creo que cada quien tiene su propia visión de lo que significa ser escritor o escritora, desde su experiencia particular. Para mí ser escritora ha significado tener más distracciones que la mayoría de las personas; en ese sentido tengo anécdotas famosas entre mi círculo de amistades. Sueño mucho y hago poco.
Si su hija quisiera ser escritora, ¿qué le recomendaría?
Mi hija no quiere ser escritora, pero es mi fan número uno, y le estoy muy agradecida por eso. En todo caso, si quisiera escribir, le recomendaría leer, escuchar y vivir, todo en grandes cantidades y con mente abierta, y dejar "remojando" sus textos el mayor tiempo posible antes de publicarlos.
Hablo con muchos poetas hondureños y parece que sufren mucho y les va muy mal, ¿qué visión tiene usted de los poetas, en un sentido general, claro?
Ernesto Sábato decía que los escritores son sobre todo exagerados. Por otro lado, los escritores y artistas en general somos más sensibles que la mayoría de las personas. Todo ello influye para que fácilmente seamos víctimas de lo que en el siglo diecinueve se conocía como "el mal metafísico", la bohemia, la autodestrucción. Como en cualquier otro sector de la población, tenemos también personajes acostumbrados a vivir a expensas de los demás, que invocan toda clase de tragedias para que los compadezcamos. Hay otros que verdaderamente tienen conflictos sin resolver, entre los cuales me incluyo. Algunos los evaden recurriendo al alcoholismo, lo cual afortunadamente no es mi caso, y también, en ciertos casos, logran aprovecharlos como fuente de su poesía. Mi visión es que somos personas comunes y corrientes que nos damos el lujo de crear nuestros propios mundos. El cómo aprovechemos ese don o lo desperdiciemos, depende de cada quien.
En un mundo como el de ahora, ¿vale la pena seguir escribiendo poesía?
La poesía siempre será necesaria, especialmente si el mundo en que vivimos se cae en pedazos.
¿Qué busca María Eugenia Ramos al escribir sus libros?
Busco traducir a palabras los sueños que tengo, ya sea dormida o despierta.
¿Qué es lo peor que le ha pasado como escritora?
Las mayores vergüenzas que he pasado, ya sea con el sombrero de escritora puesto o en cualquier otra circunstancia de la vida, han sido debido a mis distracciones y falta de memoria. En una ocasión, siendo estudiante de segundo curso, se me ocurrió participar con un poema de mi autoría en un concurso de declamación en el Instituto Técnico Luis Bográn, ante un público compuesto solo por adolescentes varones. Comencé con mucho ímpetu, pero a los pocos segundos olvidé por completo el poema que yo misma había escrito. Entonces hice lo que los cantantes cuando olvidan la letra: improvisé. Siempre se notó, pero los muchachos fueron muy generosos y en lugar de abuchearme me aplaudieron.
Dicen que todos los escritores tienen rituales a la hora de escribir... ¿cuáles son los suyos?
Más que un ritual, tengo dependencia de la computadora; me es difícil escribir a mano. Además, tengo un mal hábito, y es morderme los dedos, no las uñas, sino los dedos, cuando estoy muy concentrada. Cuando se me ven callos muy pronunciados en las manos es porque he estado trabajando mucho.
¿Hay algún libro que jamás leería? ¿Por qué?
Los de Paulo Coelho, porque más que literatura son libros de autoayuda disfrazados de obras literarias.
Un libro que siempre ha querido leer y no ha podido… ¿por qué?
Me gustaría leer (¡y entender!) "Ulises" de James Joyce y "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust para presumir ante mis amistades y compañeros de la carrera de Letras de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Pero me he aburrido mortalmente con las primeras páginas, así que he renunciado porque la lectura debe ser un placer, nunca una obligación.
Creo que este es un pecado de los escritores pobres, así que quizá no lo haya cometido usted. ¿alguna vez ha "tomado prestado" un libro y no lo ha devuelto? ¿Cuál?
Para empezar, déjeme aclararle que tal vez no soy una pobre escritora, pero sin lugar a dudas sí una escritora pobre. Mis ingresos no llegan ni siquiera a tres salarios mínimos, y soy de las que a fin de mes dejan de pagar una cuenta para poder pagar las otras. Claro que he tomado prestados libros y no los he devuelto, aunque generalmente ha sido por olvido, o porque tengo mucha confianza con la persona y asumo que es un préstamo indefinido.
¿El libro que mayor decepción le ha provocado? ¿Por qué?
"Memoria de mis putas tristes", de Gabriel García Márquez. En mi infancia devoré "Cien años de soledad" y era capaz de recitar de memoria párrafos enteros. Ninguno de sus otros libros, con excepción de sus cuentos, me ha gustado mucho que digamos. Pero en "Memoria de mis putas tristes" García Márquez se presenta como un escritor misógino. Yo no pude terminar de leerlo.
¿El libro más hermoso que ha leído? ¿Por qué?
Para mí los libros más hermosos son los de cuentos infantiles modernos, especialmente si están editados en buen papel y con las mejores ilustraciones. Disfruto, no solo leer, sino también ver, tocar y hasta oler el libro como objeto artístico, no solo por su contenido, sino también por su presentación. Pero el libro que no hubiera querido terminar nunca de leer, de tan bien escrito que me pareció, es "La guerra del fin del mundo", de Mario Vargas Llosa. Logró crear unos personajes geniales, creíbles pero únicos, e hilvanar una historia de la que uno no se puede despegar hasta la última línea.
¿Qué quiere que las futuras generaciones recuerden de la escritora María Eugenia Ramos? 
Esa pregunta me hace sentir como si tuviera un pie en la tumba, y recuerde que los cincuenta años en una mujer son los nuevos treinta... Ya en serio, no se me ha ocurrido pensar en cómo quiero que me recuerden. Más me gustaría conocer e intercambiar con las generaciones actuales.
Sobre la tumba de Graucho Marx hay un epitafio fabuloso: "Perdonen que no me levante". ¿Qué le gustaría que estuviera escrito sobre la suya?
"De lo bueno, poco". Así reivindico mis escasos 1.50 metros de estatura y, además, me justifico por si no pudiera escribir más libros.

23 de marzo de 2012

Ejercicio sobre Guadalajara

En el infierno de Dante los perezosos se pudrían bajo el agua en el quinto círculo, sin hacer absolutamente nada para salir de allí. Reconozco que así he estado desde que volví de Guadalajara (con la salvedad de ir al trabajo asalariado, obviamente, porque ni modo), tal vez porque aún no he salido de mi asombro de formar parte de Los 25 secretostal vez porque la alegría puede abrumar casi tanto como la infelicidad.

En fin, hoy fue un día de semana inédito. Aunque trabajé, las circunstancias me permitieron hacerlo sin presión de horario, tal como me gusta. Además, mi pirulito, mi daihatsu charade del 92, se portó muy bien y me sentí como una reina manejándolo, haciendo a un lado los chillidos, toses y lamentos que lo caracterizan. Fui a ponerme al día con mis deudas —algunas, claro, no todas— y me compré un par de ofertas que encontré por allí.

Creo que todo esto me dio ánimos para entrar a mi blog por primera vez en mucho tiempo, y para mi sorpresa, me encuentro con que aparecen más de 4,600 visitas (2,000 más que hace tres meses), y 15 miembros, dos veces más que antes. ¡OMG! Gracias, FIL Guadalajara, por seguir amadrinándome.

Ya que hablé de pagar deudas, intentaré contar algo de lo que fue mi experiencia en la FIL, aunque sea en estilo telegrama. Literalmente. El orden no es cronológico necesariamente, pero casi. Aquí va.
Viaje muy largo pero sin incidentes. Punto. Ciudad bellísima. Punto. Gente espléndida. Punto. Un poco de frío. Punto. Hotel de cinco estrellas. Punto. Abundantes y deliciosas comidas, todo cortesía de la FIL. Punto. Feria inmensa. Punto. Libros, libros, más libros. Punto. Sin dinero para comprarlos, debo conformarme con verlos y tocarlos. Punto. Me reencuentro con mi admirado maestro Sergio Ramírez en presentación de antología de poesía centroamericana Puertas abiertas. Punto. Estoy incluida en esa antología y también en la de cuento centroamericano, Puertos abiertos, ambas del Fondo de Cultura Económica.  Sonrisa. Punto. Conozco a Juan Gelman y Claribel Alegría, dos iconos de la literatura. Punto. Ambos accesibles y generosos. Punto. Hermoso también conocer a Laura Niembro, a Sarahí, en fin, a todo el personal de la FIL. Perdonen que no recuerde nombres. Punto. Nunca puedo recordar nombres, pero sí rostros. Punto. Aunque no los mencione, sus rostros forman parte de estos buenos recuerdos. Punto. Preparatoria de Tlajomulco: la mejor parte del viaje. Punto. Un auditorio lleno de chicos y chicas que estudian, trabajan y leen. Punto. Ninguno había escuchado hablar de mí, pero hablé y me escucharon con verdadero interés. Punto. Pregunté qué cuento querían que les leyera y pidieron Para escoger la muerte. Punto. Les gustó, lo entendieron, lo comentaron, lo adoptaron. Punto. Hermoso. Los otros 24 “secretos”, no solo muy talentosos, sino fraternos. Punto. Algunos muy distintos de como los imaginaba. Punto. De la mayoría me referiré en términos de impresión personal; ya habrá tiempo de comentar su obra. Punto. El nicaragüense Ulises Juárez Polanco es mi guía en este laberinto. Punto. Aunque puede ser mi hijo, me asesora y me presenta. Punto. Hasta me presta dinero cuando descubro, con gran consternación, que mi tarjeta American Express (la publicidad es enteramente gratuita, pero no sé si es buena) no es aceptada en ninguna parte de Guadalajara. Punto. La salvadoreña Jacinta Escudos, que aparecía embozada en la fotografía, es verdaderamente hermosa, alta, elegantísima. Punto. Ella y el costarricense Carlos Cortés son las estrellas de Alfaguara Centroamérica y casi siempre se sientan juntos. Punto. Imposible confundirme con Jacinta, pero Laura Niembro lo hace, lo cual es muy gracioso. Punto. El venezolano Roberto Martínez Bachrich lee un cuento de su libro Las guerras íntimas, con su voz que parece salida de un sótano situado bajo los 44 pisos del Hotel Riu. Punto. Me digo a mí misma: genial, así quiero escribir. Punto. El guatemalteco Javier Mosquera Saravia me sorprende y me halaga cuando me dice que estoy en su lista de autores que más le gustaron entre los 25. Punto. Nos entrevistan para diversos medios, la radio de la Universidad de Guadalajara, el canal estatal, diarios, blogs. Punto. Posamos para las cámaras. Punto. Y pensar que en 1994 fui a la misma feria, a leer los primeros esbozos de lo que después sería Una cierta nostalgia. Punto. ¿Cómo podría adivinar que años después, gracias a ese mismo libro, me codearía con la aristocracia literaria, aunque fuera por un día? Guiño. Punto. Los otros veinticuatro secretos disfrutan del tequila y el vino que nos obsequian en almuerzos y cenas de protocolo. Punto. Yo sigo buscando mi ansiada margarita, sin éxito. La chilena Nona Fernández es encantadora, mucho más joven que en la foto, y le gustan los gatos. Punto. Con su compatriota Diego Muñoz Valenzuela comentamos lo parecidas que son nuestras trayectorias, pese a que él es ingeniero (nunca había conocido a un escritor que lo fuera). Punto. A él lo marcó el golpe contra Allende en 1973, a mí la guerra en Centroamérica de los ochenta. Punto. El también chileno Francisco Díaz Klaassen y la argentina Fernanda García Lao nos cautivan a todos con su juventud y simpatía. Punto. A Francisco le dan incluso una suite. Punto. Él niega haber recurrido a su sex appeal para lograrlo. Punto. El uruguayo Dani Umpi lucía una peluca en la foto del sitio web. Punto. Me desconcierto al verlo pelón. Punto. Mi columna, específicamente mi quinta vértebra, me juega una mala pasada. Punto. Debo saltearme un par de actividades porque el dolor es intenso. Punto. Carlos Oriel Wynter de Melo me confirma que un panameño a quien conocí hace muchos años está vivo y ha tenido mucho éxito profesional. Punto. Daniela Tarazona no dice mucho, pero lo observa todo, sin duda imaginándonos como animales sobre las piedras (véase la excelente reseña del ecuatoriano Eduardo Varas Carvajal, Mutar la palabra que te nombra). Punto. La boliviana Giovanna Riveiro es mi consuelo, como decimos aquí; tan o más chaparrita que yo, y guapísima. Punto. Hernán Ronsino, argentino típico, atractivo y buena gente, a pesar de los mitos que niegan la segunda parte. Guiño. Punto. El peruano Enrique Planas se cargaba una faringitis o algo peor. Punto. Se tejieron muchas especulaciones sobre su salud. Guiño. Punto. El colombiano Luis Miguel Rivas vive en Argentina y es todo un caballero, muy atento, con su cabello largo y túnicas de hippie de los sesenta. Punto. Con el ecuatoriano Miguel Antonio Chávez somos muy buenos amigos ahora en Facebook. Guiño. Punto. Sus post mordaces me encantan, así como los de Eduardo Varas, quien por cierto acaba de casarse. Punto. A propósito, Giovanna Riveiro también acaba de casarse. Puntos suspensivos. ¿Será que hay algún romance en mi horizonte, solo por haber estado en la FIL? Más puntos supensivos. Guiño. Punto. Hubo algunos con los que no pude compartir mucho: los colombianos Juan Álvarez y Andrés Burgos, el ecuatoriano Luis Alberto Bravo, el argentino Fabián Casas y los mexicanos Pablo Soler Frost y Emiliano Monge. Punto. Tarea pendiente para la 26 edición de la FIL Guadalajara. Guiño. Punto. Después de todo, tienen que volver a invitarme para reivindicarse por la margarita que me quedaron debiendo. Punto. Y esto que era mi cumpleaños. Puntos supensivos. Punto final (provisional).
NOTA: Aunque no son muy buenas, todas las fotografías son de "mua" y me reservo algunos derechos, excepto, claro. aquellas en las que aparezco.

Vista desde mi habitación del décimo piso del Hotel Riu.

El RIU, donde nos alojaron, es uno de los hoteles de cinco estrellas más nuevos de la ciudad.
Libros, libros, más libros. Sin dinero para comprarlos, debo conformarme con verlos y tocarlos. 
Feria inmensa...
Me reencuentro con mi admirado maestro Sergio Ramírez y conozco a Claribel Alegría en la presentación de la antología de poesía centroamericana Puertas abiertas.  
De izquierda a derecha, el poeta nicaragüense Erick Aguirre, "mua", que no soy poeta, y Claribel Alegría.
Hice realidad uno de mis sueños, conocer a Juan Gelman.
Con Daniel, maestro de la Preparatoria de Tlajomulco (a mi derecha) y el venezolano Roberto Martínez Bachrich.

Luis Miguel Rivas y Giovanna Riveiro.

Los chilenos Nona Fernández y Diego Muñoz Valenzuela.

Mi guía, Ulises Juárez Polanco, grande y tranquilo como un oso de peluche.

Los chicos haciendo bromas en el busito que nos llevaba a la cena ofrecida por el presidente de la FIL. De izquierda a derecha, Carlos Wynter de Melo, Francisco Díaz Klaassen y Juan Álvarez.

Durante la cena en la enorme residencia del presidente de la FIL: de izquierda a derecha, Hernán Ronsino, Daniela Tarazona y Carlos Wynter de Melo.

Aunque no pueda recordar los nombres, me he traído los rostros de muchas personas que trabajaron en la FIL. Gracias. ¡Hasta la próxima!

* * *

2 de octubre de 2011

Álvaro Mutis: "Escribir es un continuo corregir"

Entrevista de Miguel Ángel Zapata

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(Fragmento)

Álvaro Mutis, Bogotá, 1923, poeta y narrador.
Premio Xavier Villaurrutia 1988, Premio 
Príncipe de Asturias de las Letras 1997, Premio 
Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 1997 
y Premio Cervantes en 2001



García Márquez dijo en una entrevista que necesitaba una flor amarilla en su escritorio para poder escribir, digamos como una especie de estímulo que facilite la creación, el momento culminante del autor. ¿Necesita el poeta Álvaro Mutis algún estímulo para escribir el poema? ¿Cómo se le ocurren las ideas?



Álvaro Mutis: Nunca he necesitado de ninguna clase de estímulos determinados para escribir, para crear, pues la creación en mi caso es un proceso muy lento, un proceso mental donde trabajo durante meses o años una idea todos los días, y voy dándole vueltas en la cabeza, voy completándola sin tomar apuntes, después tomo algunos apuntes rápidos a lápiz que son como las claves, como el esqueleto del poema que voy a escribir. Cuando me siento a la máquina de escribir, lo que estoy haciendo es un trabajo casi esencialmente mecánico, aunque el escribir en máquina me impulsa y me da ese último toque de energía, para darle forma al poema que hasta entonces ha sido bastante gaseoso. No necesito de ninguna flor amarilla para escribir, no recuerdo dónde Gabo dijo esto, y creo que lo de la flor amarilla es nuevo en él, porque yo lo he visto escribir en las condiciones más precarias y más difíciles, sin flor amarilla, yo creo que la flor amarilla él la lleva en el corazón, que me parece más bello.



Hábleme del papel en blanco, cómo éste se llena de palabras. ¿Pone Álvaro Mutis título al poema, o deja que el poema lo ponga por usted? 



AM: Vale la pena recordar algo que decía Emilio García Rieda (escritor talentosísimo y extraordinario crítico de cine español radicado en México), decía, que no hay acto de valor más grande que el sentarse frente a una página en blanco. En mi caso, realmente cuando me voy a sentar ante la página en blanco ya he tomado apuntes como le dije antes, y ya he trabajado tanto y masticado tanto el material del poema que no lo puedo considerar como un acto de valor tan definitivo. Respecto al título sí le puedo contestar qué es lo que se me ocurre, que generalmente es una de dos cosas: un título o un epígrafe. Por ejemplo, en mi libro Los emisarios, publicado por el Fondo de Cultura Económica, en México, 1984, hay un epígrafe que fue lo primero que se me ocurrió, que se lo atribuyo a un supuesto poeta arábigoandaluz, que dice: los emisarios que se asoman a tu puerta / tú los llamaste y no lo sabes. De ese falso epígrafe de un poeta falso salió la totalidad del libro, o sea, alrededor de él se fueron creando como madréporas, como estos corales que se van formando en el fondo del mar, los poemas del libro que se formaron alrededor de este núcleo, pero el título es muy importante para mí.



¿Corrige cuando escribe? Explíqueme su sistema.



AM: Yo contestaría que prácticamente no hago sino corregir. Decía Paul Valéry que un poema jamás se termina sino que sencillamente se suspende, y este caso es el mío hasta la exacerbación, yo corrijo infinitamente y cuando el poema ya aparece en letra impresa considero recién que el poema ya ha quedado hecho, porque cuando aún está escrito a máquina hay algo todavía precario, previo que no es para mí el poema. El poema tengo que verlo en letras de imprenta si no lo seguiría corrigiendo infinitamente, y generalmente cuando lo leo pasado el tiempo me deja una profunda sensación de frustración, siempre siento que hay un abismo grande entre lo que yo quería hacer y eso que quedó escrito. Entonces realmente para mí ─ya sin intentar hacer paradojas─ le diría que escribir es un continuo corregir.



¿Qué hace con los borradores que no serán poemas nunca más y con los que serán?


AM: Bien, cuando yo me resuelvo sentarme a la máquina de escribir a escribir el poema, hasta ahora todo lo que he sometido a este proceso se ha publicado todo. Los borradores los guardo durante un tiempo como referencia, o sea, en la primera escritura a máquina queda más o menos la estructura definitiva del poema, pero después, también a máquina habrá seis, siete, diez versiones, porque el proceso mismo de la mecanografía me ayuda mucho como si pensara con los dedos, con las manos, entonces estos borradores los guardo hasta tanto llega el momento de entregar el poema a la imprenta, luego los destruyo ya que nunca he guardado borradores de poemas que no han salido. Cuando estos borradores no salen no me siento a la máquina, siento que algo se ha muerto, que algo no ha funcionado, que el poema no tiene esa secreta energía hasta llevarme frente a la máquina, entonces no existen sino unas líneas borroneadas con lápiz que yo destruyo, pero no son borradores, son apenas notas superficiales.



¿Se arrepiente de algunas publicaciones hechas años atrás desde la publicación de La balanza o Crónica Regia, sólo por citar algunas?



AM: En verdad podría decirle que no me arrepiento de ninguna de las publicaciones que he hecho de mis poemas, pero también podría decirle lo contrario, que me arrepiento de todas, en el sentido como antes decía, que los poemas para mí (lo dije en un poema de Los elementos del desastre) son la constatación de un largo fracaso. Pero como publicación, como trabajo, como testimonio de lo que tenga o crea tener que decir, realmente ninguno de los libros que he publicado me pesa y hubiera querido no escribirlos. Se suele decir que después de terminada la obra del poeta, ésta ya no le pertenece, el cuerpo del poema ya no es suyo, y su opinión ya no es valedera con respecto al mismo, caso de Octavio Paz que considera Blanco como lo mejor que ha escrito pero la crítica escogió Piedra de sol como el más trascendente. Tengo mis mayores dudas sobre todo juicio de un poeta sobre su propia obra. En verdad me parece muy válido ─y yo sí lo digo así─ que una vez convertida en libro, una vez entregada al público, una vez que comienza a hacer su propia vida el libro, en verdad yo lo siento muy ajeno, lo siento ya completamente despegado, y puedo decirle que generalmente no lo vuelvo a leer ni vuelvo a páginas ya impresas ni a libros míos ya publicados, porque sencillamente siento que han comenzado a vivir su propia vida y su propio destino, y me cuesta muchísimo trabajo juzgarlos. Yo no puedo decirle si Los elementos del desastre es un libro más logrado, que va más lejos, que me satisface más que Los emisarios o que Caravansary o que La mansión de Araucaíma, lo único que podría decirle es que el único libro que he concebido en su totalidad como tal, como un todo orgánico es Los emisarios, pero esto desde luego no hace al libro ni más valioso ni menos valioso, únicamente lo anoto como anécdota para la crítica.



¿Qué críticos han acertado ─según su criterio─ en el análisis de su obra, y quiénes posiblemente han errado en sus puntos de vista?



AM: Hay un grupo de críticos que han acompañado mi obra y que han acertado y que han tratado a mi poesía con una certeza, con una cercanía que me parece muy válida, hasta donde un poeta y un autor pueden juzgar el juicio de los demás sobre su propia obra, porque ahí vuelvo a ser bastante escéptico, sobre la forma como podemos juzgar a un crítico que ya está juzgando algo que se ha desprendido de nosotros y que no nos pertence. (...) En verdad no recuerdo el nombre de los críticos que hayan escrito notas sobre mi obra que me parecen equivocadas, las he leído, recuerdo, pero el nombre de la persona lo olvidé, tal vez sea esto una muestra de vanidad seguramente, pero en fin, como estamos en un juego, éste es.



¿Qué opinión le merece el criterio de otros poetas sobre su obra?



AM: Bien, depende de dos condiciones. Si el poeta ha dado muestras de ser un crítico agudo e inteligente, y de tener un sentido crítico muy valioso, pues me interesa muchísimo su concepto, y si no es así, si es un gran poeta, por el solo hecho de serlo, desde luego, lo que diga de mi poesía también me interesa, y más que me interesa me da muchísima curiosidad, por ejemplo lo que pudiera decir un Luis Cardoza y Aragón, o lo que hubiera podido decir un Pablo Neruda, o lo que hubiera podido decir Luis Cernuda, un poeta que admiro por su condición de poeta, siendo el caso de Cernuda el caso de un crítico que yo admiro. Concretando la pregunta, es decir para responderla en forma más escueta diría que si el poeta es un gran crítico me interesa fundamentalmente, y si el poeta es un gran poeta más que me interesa me da una inmensa curiosidad. 

Creo que algunos críticos crean un lenguaje oscuro e inapropiado para analizar los textos poéticos y en lugar de aclarárnoslos los oscurecen hondamente, y algunos dice que están creando otro lenguaje ¿qué me dice usted al respecto?



AM: Antes de contestarle concretamente la última parte de la pregunta, yo quisiera aludir a esta nueva, ¿nueva?, ya no tan nueva por Dios, a esta crítica que a través de las investigaciones y los descubrimientos o elaboraciones del estructuralismo ha caído en una esterilidad, en una vacuidad, en una verbalizaci6n, en un vacío absoluto; yo encuentro de una aburrición, de una esterilidad y de una pobreza los resultados de este sistema, de este método aplicado con esta forma tan ingenua y al mismo tiempo de una devoción hacia el sistema tan dogmática como estéril. Absolutamente no creo que se pueda recorrer mucho en este sentido, por este camino, al hablar de un poeta o al hablar de una determinada poesía o época de poesía. Ahora, con respecto a un determinado ensayo sobre un poeta, ese ensayo al hablar de ese poeta crea un lenguaje, me parece que sí es evidente, es obvio, es una notación casi innecesaria de hacer, pero no avanza nada y no estamos ganando con esto mayor cosa. Lo que es importante es que un crítico con imaginación, con poder creador y adivinatorio, entre a campos, a extensiones de un determinado poeta y los ilumine con relámpagos de visión rigurosa, inteligente, pero que necesitan este especial fuego, esta especie de instantáneo genio que vemos por ejemplo en los ensayos de Eliot sobre el Dante, en los ensayos de Cernuda sobre la poesía de sus contemporáneos. El crítico tiene que tener algo de visionario, o mucho de visionario, pero si se cae en esa especie de chinchín verbal en que ha caído el estructuralismo, a mí me parece que es lo que los franceses llaman un un patinar sobre el mismo lugar, no me dice nada, no he visto todavía en los jóvenes críticos que se dedican a esta tarea que tiene mucho de vicio solitario, una página que me convenza.



¿A quiénes admira el poeta Álvaro Mutis en el mundo literario? ¿Cuáles son sus lecturas favoritas?


AM: Estas listas desde luego son siempre injustas y siempre denotan, acusan ausencias que nos van a pesar muchísimo. He tratado de reunir y voy a empezar a enumerar los poetas que estando vivos actualmente considero que su obra tiene una permanencia en el idioma y representan una continuación del maravilloso acervo del idioma español en la poesía lírica. No los voy a enumerar en orden de importancia sino como me han venido a la memoria, así los voy a ir diciendo: Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Eliseo Diego, Carlos Drummond de Andrade, Emilio Adolfo Westphalen, Carlos Martínez Rivas, Luis Cardoza y Aragón, Eugenio Montejo, Juan Sánchez Peláez, Gastón Baquero, Jaime Gil de Bíedma. Estos son los poetas que estando vivos considero que más me acompañan, y cuya lectura es para mí un continuado ejercicio y un inagotable placer.



¿Influencias?


AM: Respecto a las influencias le puedo decir que muy seguramente las que más me han marcado no todas han sido de poetas, por ejemplo la lectura de Dickens ha sido paramí una influencia inagotable, hay algo en él, hay un mundo de una fantasía, de una riqueza, de una posibilidad de ser palpado, de ser visto y de ser vivido, unas atmósferas, unos momentos, unas tardes de diligencias o unas tempestades con huérfanos que tocan en las puertas de los ricos, en fin, todos estos lugares comunes maravillosos y sabios de Dickens son para mí un motivo extraordinario de inspiración y también una influencia muy grande. También con la misma importancia la lectura continuada de Marcel Proust, Conrad, y una lectura que es para mí más que una lectura, y se convierte en una especie de frecuentación de amistad, es la de don Antonio Machado. Leo desde fuego con admiración creciente, con placer inmenso inagotable a Cervantes. Ahora bien, poetas que me hayan influido, que yo sienta que me abrieron campos en la poesía, y que me permitieron darme esa seguridad de escribir mi primer poema publicable: Robert Desnos, Jack Prevert, Peret, Neruda, hablo del Neruda de Alturas de Machu Picchu, el de la Residencia en la tierra, los dos primeros tomos, el de las furias y de las penas, aunque con Neruda hay que tener mucho cuidado porque de repente saltan en sus más lamentables y demagógicos poemas versos y momentos maravillosos. En el Canto general, que es para mí un libro completamente deleznable, hay momentos de una grandeza extraordinaria. Por ejemplo esa larga cadena de poemas al océano, todos estos son de una belleza deslumbrante, entonces con esa reserva hablo del Neruda que me influyó. También mencionaré a Saint-John Perse, y a Laforgue, Cobiére, y como influencia ya, digo más que influencia, como necesidad de certificar y asegurarme cada día en la supuesta vocación poética sobre la cual siempre me entran dudas aterradoras, y vivo y me debato entre esas dudas, quien me salva de ellas siempre que regreso a él es Charles Baudelaire. Ahora la lista es mucho más larga, acaba de morir un poeta inglés, Phillip Larkin, me salta así en este momento a la memoria, y desde luego La Martine es un poeta que leo con mucho placer. Pero ya estoy hablando de poetas que me causan placer, de poetas que frecuento y que visito, pero las grandes infuencias van por el lado que antes estuve enumerando.

[...]


La temática de la poesía en este continente a partir del advenimiento de la revolución cubana cambió el rumbo de los versos de los distintos poetas jóvenes de esa época, unos a favor y otros en contra, algunos poemas de altura y muchos más obsesionados con los acontecimientos sociales que con la verdadera poesía. Por lo tanto se escribió mucha mala poesía, claro, con ciertas excepciones ¿podríamos hablar de una mala influencia?


AM: De acuerdo. Yo creo que si ha habido alguna influencia de la revolución cubana en la poesía en lengua española cosa que dudo profundamente la única que podría notarse sería la frecuencia de los lamentables verborreicos y repetitivos poemas sobre el Che Guevara y sobre los demás temas que rodean este fenómeno de Cuba. Yo estoy completamente ajeno a este tipo de actividades políticas, en verdad yo creo como Borges, y lo creo sinceramente, que la política es una de las formas más lamentables de la superficialidad. Si la revolución cubana ha influido en la poesía latinoamericana, en el idioma de los jóvenes poetas, no creo que haya sido para bien, ha sido para caer como digo, y como dice, en la verbalización y en las largas enumeraciones, en esas lamentables facilidades a que nos tuvo acostumbrados el peor Neruda, y que desde luego no creo que sirvan el auténtico propósito de la poesía. 

Gonzalo Rojas me manifestaba alguna vez por escrito: "jamás he sido panfletario pero los poetas deben ser testigos de nuestro tiempo y fijar el mito". Poesía y conducta... ¿Cuál es su apreciación al respecto?



AM: Yo descreo completamente en esta condición de testigo del poeta, de testigo de su tiempo y de fijador del mito, yo diría más bien que el poeta crea el mito, el poeta tiene una fuente de posibilidades creadoras de generar toda suerte de mitos que son los que van a quedar y van a permanecer. Alrededor de los mitos creados por Homero viven todavía los griegos en la memoria dé los hombres, alrededor del maravilloso mito de La Eneida cantado por Virgilio se sostiene en vilo el imperio romano, alrededor de La divina comedia del Dante sigue palpitando y viviendo la Edad Media, no con Dante como testigo ni como fijador del mito sino como creador absoluto, como visionario. Respecto a la conducta del poeta, yo creo que no se le debe y no se le puede exigir al poeta conducta especial ninguna. El poeta es un señor que anda por la calle como cualquiera de los hombres, sólo que tiene esa condición de que escribe poesía, que es una manera de oración, de consagración y celebración de las cosas, del hombre y de la vida del hombre y de las cosas que lo rodean, pero sin intención testimonial. Esta es una cosa sobre la cual he insistido por muchísimo tiempo y que yo creo adolecemos en América Latina, de cargarle al poeta con una serie de responsabilidades sociales y cívicas que no me parecen sino profundamente lamentables.



¿La poesía contemporánea está tomando nuevas direcciones según su opinión? me refiero en cuanto al lenguaje, va, retorna a sus raíces, a sus viejos manantiales puros, ¿cómo ve en suma este movimiento si lo hubiere?



AM: Yo creo que la poesía contemporánea como toda poesía no va a ninguna parte, va, si se quiere decir así si se me pone contra la pared para contestar a dónde va va adonde va la poesía de Quevedo, de Garcilaso, de Cernuda, de Jorge Guillén, de Octavio Paz. La poesía no va ni viene, la poesía es una permanencia, la poesía no tiene esa relación con el tiempo tan inmediata, tan lamentablemente periodística como insistimos en pensarlo en América Latina. La poesía no tiene tiempo, la poesía es una creación mágica que tiene mucho que ver con una cierta demoníaca condición de ciertos seres de dejar en las palabras el testimonio de su desgracia, de su vida, de sus pequeñas felicidades, de sus ilusiones y de su muerte. Esa es la poesía. Esto creo yo que es la poesía que bien poco tiene que ver con el curso del tiempo, con el pasado, con el presente, o con el futuro. 

¿Qué me dice de su obra narrativa? ¿Poeta y narrador, puede acaso existir un maridaje entra estas dos categorías literarias; dónde se va más lejos?



AM: En mi caso puedo decirle que no encuentro unas fronteras muy delimitadas entre lo que he escrito como narración en prosa y mi poesía. Son dos maneras de decir la misma cosa, si escribo "La muerte del estratega", o si escribo una novela como la que ahora va a salir en España con el título de La nieve del almirante, sigo insistiendo, trabajando en los mismos temas, en las mismas obsesiones que han visitado mi poesía. Desde luego en algunos casos he ido más lejos gracias a la prosa y en otros gracias a la poesía, y justamente ahora que releía los originales de mi última novela veía cuán cerca están muchos de los temas y la manera de tratarlos de algunos de mis poemas. Entonces no puedo decirle con precisión en dónde se separan estos dos ríos que tienen una misma corriente. 

Es inconcebible aceptar la opinión de algunos escritores reconocidos con respecto a que la poesía es la antesala de la narrativa, porque tal vez no pudieron llegar a la poesía y se desviaron hacia la prosa; recordemos nada más al seudónimo Julio Denis que publicara un poemario titulado Presencia, el que luego sería el gran Cortázar que todos conocemos.



AM: Me parece un adefesio inconcebible el pensar que la poesía sea la antesala de la narrativa o de ninguna otra expresión literaria. La poesía no es fútbol, ni béisbol, ni hay mejores ni hay grandes ligas ni se trata de esa especie de puntuación en que se ha estado cayendo últimamente y que me parece bastante lamentable y muy empobrecedora. Yo le pregunto, bastaría preguntarle, de qué narrativa es antesala La divina comedia, de qué narrativa es antesala la poesía de Quevedo, acaso de Los sueños, del gran Buscón, del Buscón y gran tacaño? Sería también un adefesio el que diga que la narrativa es la antesala de la poesía, se cometería el mismo error lamentable. Se está equivocando en la apreciación realmente y en el juicio de estas dos maneras que tiene el hombre de decir su misma miseria y sus pequeñas dichas. Entonces casi diría que no entiendo cómo se puede concebir esto, si alguna persona que se dedicó a la narrativa en su juventud hizo poemas, pues sencillamente sus poemas no eran suficientes ni bastantes para contener lo que él quería decirle a los hombres, y se pasó a la narrativa que le fue más eficaz, pero esto no se puede generalizar en forma tal porque se llegaría a la cosa monstruosa de preguntarse ¿de qué clase de narrativa es antesala la poesía de Rimbaud por ejemplo? No, realmente me niego a considerar siquiera esta posibilidad que me parece de nuevo un completo adefesio.

[...]



Ciudad de México, marzo, 1986.


Miguel Ángel Zapata, nacido en Piura, 
Perú, ha publicado numerosos libros de 
poesía, ensayo y crítica literaria. Reside 
en Long Island, Nueva York.
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