18 de marzo de 2019

De cercanías y extrañamientos: "Crónica de una cercanía", de Janet Gold


Palabras para la presentación del libro Crónica de una cercanía. Escritos sobre literatura hondureña*


Agradezco a Isolda Arita la deferencia de haberme pedido que la acompañe en la presentación de esta colección de ensayos sobre literatura hondureña que nos obsequia Janet Gold, con el título de Crónica de una cercanía.

Quiero comenzar refiriéndome a la cuidada presentación del libro, que en la cubierta tiene una fotografía de las gradas del barrio La Leona, con flores y plantas colgantes, complementada en la contracubierta por una Janet muy joven, con pañuelo en la cabeza, sosteniendo un ramo de flores en los arcos de los apartamentos Walter. Son imágenes que retratan una Tegucigalpa que vive en nuestra nostalgia, pero de la que solo quedan pequeños islotes en un mar de concreto y puentes a desnivel que nos han quitado identidad como ciudad. En consonancia con el título del libro, nos hacen imaginar el contenido testimonial de estas crónicas, en las que la autora nos narra los inicios de su aproximación a la literatura hondureña y sus impresiones de Honduras y su gente a lo largo de cuatro décadas.

Nuestro medio no es el más propicio para la literatura, como bien lo constata Janet Gold.  La sociedad hondureña está signada por el prejuicio, la politiquería, la mentalidad patriarcal, el clientelismo y la corrupción, males que se reflejan en las dificultades que aún hoy persisten en la tarea de escribir y publicar; no es de extrañar que para las mujeres escritoras el desafío de ser entendidas y aceptadas ha sido, y sigue siendo, mayor que para los escritores hombres. 

Janet Gold vino a Honduras la primera vez para dar clases en una escuela privada, pero cuando regresó, años después, lo hizo atraída por la figura de una mujer que no solo desafió los tabúes de la época, sino que se desafió a sí misma, evolucionando como poeta hasta llegar a constituir una voz precursora cuyos ecos nos siguen nutriendo. Me refiero, por supuesto, a Clementina Suárez. La biografía que Janet Gold escribió, Retrato en el espejo, sigue siendo el principal referente a la hora de profundizar en la vida de esta poeta fundacional, precursora del vanguardismo en Honduras. Cuando, en conjunto con la Editorial Guaymuras, nos propusimos acercar la vida de esta mujer icónica a los niños y niñas de Honduras, no resultó difícil, porque ya existía esta investigación aderezada con el cariño que Janet llegó a sentir por Clementina y por Honduras.

Pero Clementina no ha sido la única mujer destacada que Janet Gold encontró en sus exploraciones del mundo literario y cultural hondureño. En este libro hay referencias a muchas mujeres, incluyendo los primeros intentos de organización de las mujeres escritoras, que datan de los años noventa. Y hace especial mención de dos mujeres que por diferentes razones son imprescindibles en la historia de la vida cultural del país: Leticia de Oyuela y Amanda Castro. Doña Lety aparece retratada con la elegancia y refinamiento europeo que la caracterizaban y su trabajo incansable en la investigación y la difusión del arte y la cultura de Honduras. Amanda aparece como poeta, editora y luchadora social, figura destacada del movimiento LGTBI en el país. Ambas, al igual que Clementina, ya fallecieron, pero al igual que ella continúan viviendo en nuestro imaginario social.

Crónica de una cercanía, sin embargo, no está dedicada exclusivamente a las mujeres escritoras, sino que es un panorama general construido a retazos, con base en conferencias y trabajos académicos, así como en vivencias personales de su autora, y contextualizado en nuestra realidad política y social, incluyendo el golpe de Estado de 2009. Por sus páginas desfilan iniciativas editoriales privadas y del Estado, la tradición oral, algunos colectivos culturales, organizaciones no gubernamentales, la visión de Janet del pueblo minero de Santa Lucía, Miriam Sevilla y su esfuerzo por hacer teatro infantil en una ciudad pequeña, y escritores de épocas y estilos tanto coincidentes como divergentes, entre ellos, Roberto Castillo, Roberto Sosa, José Luis Quesada y Raúl Arturo Pagoaga.

No es un trabajo exhaustivo ni actualizado; la autora está consciente de ello y así nos lo advierte en el preámbulo. Se trata más bien de una recopilación de nombres, datos y experiencias que por determinadas razones la atrajeron como investigadora. Sin embargo, tiene mucho valor como testimonio del devenir histórico de la literatura hondureña, desde la mirada de una académica extranjera. En lo personal, yo espero que Janet continúe su cercana relación con Honduras y con nuestra literatura; ojalá, por ejemplo, incluya en futuros estudios la ficción de los últimos 18 años, en especial la narrativa escrita por mujeres.

Quiero felicitar a Editorial Guaymuras por esta publicación, y agradecerle a Janet Gold por el cariño que estas páginas demuestran hacia un país donde constantemente nos preguntamos si vale la pena escribir, o simplemente vivir, y donde, como Janet acertadamente intuyó, permanece una sensación de pérdida y extrañamiento más que de cercanía. Parafraseando a Clementina Suárez, y en el espíritu de búsqueda e inconformidad de Janet Gold como investigadora, la respuesta sería que tenemos que “destruir y construir, ser relámpago, trueno, despertar a los niños y a las niñas, para arrasar las podridas raíces de este pueblo”[1].

Tegucigalpa, 1 de agosto de 2018.



* 2018. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras. 308 pp. ISBN 978-99926-54-94-1
[1] Suárez, Clementina (1969). “Combate”, en El poeta y sus señalesTegucigalpa: Universidad Nacional Autónoma de Honduras, 1969.

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