A Eugenia Alicia Suazo Bú.Mi madre.
Ella no teme por sus huesos desgastados y frágilessino por los nacidos y desprendidos de los suyos.Carcomida, maltrecha, la casa entera, hijas y nietashasta los dos brotes más nuevospenden de ella, no la dejan dormirsiguen consumiéndole el alientoporque para ella es necesario,no concibe otra forma de vivirmás que la vivida.
Es una de las últimas de las orgullosas mujeresque, aun conociendo los secretos sumergidos del Ulúa,no temieron desafiarloal igual que desafiaron al general Carías.Encontró a un hombre—ni apuesto ni joven ni romántico—que no hablaba por hablar, decía lo que hacía,y eso le gustó a ella y lo aceptó,se metió en su discurso y en su hacer,lo acompañó en la Gran Huelgay en cuanto de atrevido y buenoy lo mucho de malo que tuvieronen todos los años compartidos.
Dejó su casa y cuanto su madre le enseñó para seguirlo lejosy en el país de la eternamente ensangrentada primaverafue madre primeriza entre las bombas.Su hija mayor sabe, aunque no pueda recordarlo,de la falta de leche y del padre asiladocomo sabe tambiénque toda tierra sigue siendo extrañaaun la propia.
No marcha en pos de ningún caudillopero sigue portando la dignidadbajo las ropas humildescomo cuando sus hijas estábamos ausentes.
Por eso ahora no hay otra forma de servirlaque mirarla pelear a su modo en esta guerracomo siempre lo ha hecho:terca, sabia, estoica, creadora,sin permitirse claudicar,Nana y nona a la vez.
Mi madre. Solo ella.Tegucigalpa, 24 de mayo de 2011.
(c) María Eugenia Ramos
Nana en la inauguración del Kinder "Ventura Ramos", aldea El Plan, Santa Bárbara. * * * |