| Cubierta de Celebración de mujeres. | 
El  primer recuerdo que tengo de Amanda Castro es el de una típica  adolescente con el uniforme de la Escuela Normal Mixta, donde  estudiábamos, yo en último año y ella en primero. En aquella época yo  estaba en la Federación de Estudiantes de Segunda Enseñanza y ella nos  acompañaba, más silenciosa que el resto de nosotros, pero con muchas  preguntas que en ese entonces no me formulaba a mí, sino a José Espinal  Molina, quien era su compañero de curso.
Muchos años después, a  inicios de los noventa, me invitó a acompañarla a la Feria del Libro en  Guadalajara, y durante nuestra estadía ahorramos gastos compartiendo la  habitación del hotel. Lo primero que me dijo fue, sin más ni más: "Yo  soy bisexual. Espero que no te moleste".  "Para nada", contesté, "si a  vos no te molesta que yo sea heterosexual". Y así, con mutuo respeto y  comprensión de nuestras diferencias, hicimos una amistad basada en  nuestros sueños como escritoras y editoras que queríamos abrir  espacios  para las mujeres y los jóvenes.
En  1996 me hizo el honor de elegir mi editorial para publicar en Honduras  la segunda edición de su libro Celebración de mujeres, con el que  había ganado en 1993 los Juegos Florales de Quetzaltenango, Guatemala.  No nos vimos muchas veces a lo largo de los años siguientes, pero cada  vez que nos encontrábamos, en mi oficina, en mi casa, en la Pedagógica,  ella me animaba a seguir adelante, cuando yo ya había perdido mi  editorial, y yo la regañaba por no cuidar su salud.
Me acabo de  enterar de que falleció en los primeros minutos de este 19 de marzo,  cuando ni siquiera había cumplido cincuenta años. Ella eligió morir  joven, y por eso no sólo vivió la vida con intensidad, sino que además  la compartió con muchas personas a quienes apoyó en muchos sentidos,  incluso financieramente. Menos mal que, después de haber pensado que no  sería profeta en su tierra, obtuvo algunos reconocimientos muy merecidos  a su talento y empeño en promover la literatura y los derechos de las  mujeres.
Por eso, ahora, más que llorarla, vamos a celebrar que  Amanda, como predijo en el último poema de Celebración de mujeres,  "extendió las alas" y no cerró los ojos, sino que los "abrió para volar;  ahora sí, más lejos que nunca".
Tegucigalpa, 19 de marzo de 2010.
* * * 
No hay comentarios:
Publicar un comentario