26 de septiembre de 2011

Celebración de Amanda Castro

Cubierta de Celebración de mujeres.
El primer recuerdo que tengo de Amanda Castro es el de una típica adolescente con el uniforme de la Escuela Normal Mixta, donde estudiábamos, yo en último año y ella en primero. En aquella época yo estaba en la Federación de Estudiantes de Segunda Enseñanza y ella nos acompañaba, más silenciosa que el resto de nosotros, pero con muchas preguntas que en ese entonces no me formulaba a mí, sino a José Espinal Molina, quien era su compañero de curso.

Muchos años después, a inicios de los noventa, me invitó a acompañarla a la Feria del Libro en Guadalajara, y durante nuestra estadía ahorramos gastos compartiendo la habitación del hotel. Lo primero que me dijo fue, sin más ni más: "Yo soy bisexual. Espero que no te moleste". "Para nada", contesté, "si a vos no te molesta que yo sea heterosexual". Y así, con mutuo respeto y comprensión de nuestras diferencias, hicimos una amistad basada en nuestros sueños como escritoras y editoras que queríamos abrir espacios para las mujeres y los jóvenes.

En 1996 me hizo el honor de elegir mi editorial para publicar en Honduras la segunda edición de su libro Celebración de mujeres, con el que había ganado en 1993 los Juegos Florales de Quetzaltenango, Guatemala. No nos vimos muchas veces a lo largo de los años siguientes, pero cada vez que nos encontrábamos, en mi oficina, en mi casa, en la Pedagógica, ella me animaba a seguir adelante, cuando yo ya había perdido mi editorial, y yo la regañaba por no cuidar su salud.

Me acabo de enterar de que falleció en los primeros minutos de este 19 de marzo, cuando ni siquiera había cumplido cincuenta años. Ella eligió morir joven, y por eso no sólo vivió la vida con intensidad, sino que además la compartió con muchas personas a quienes apoyó en muchos sentidos, incluso financieramente. Menos mal que, después de haber pensado que no sería profeta en su tierra, obtuvo algunos reconocimientos muy merecidos a su talento y empeño en promover la literatura y los derechos de las mujeres.

Por eso, ahora, más que llorarla, vamos a celebrar que Amanda, como predijo en el último poema de Celebración de mujeres, "extendió las alas" y no cerró los ojos, sino que los "abrió para volar; ahora sí, más lejos que nunca".

Tegucigalpa, 19 de marzo de 2010.
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