15 de noviembre de 2011

Entrevista de Letras Libres: 20 preguntas a María Eugenia Ramos

Noviembre 15, 2011


1. ¿Escribir sobre lo público o lo privado?
Siempre hay una mezcla entre lo privado y lo público. Cuando escribimos de un asunto público mezclamos elementos de la vida privada, ya sea nuestra o de los demás, y cuando se escribe sobre la intimidad siempre hay un contexto público detrás.

2. ¿Escribir de día o de noche?
Mi ideal sería escribir de día, pero ahora depende de las condiciones.

3. ¿Cuál es la obra literaria más sobrevalorada?
En general se sobrevaloran aquellas que se escriben como sobre una plantilla, apelando a los ingredientes que “venden más”, como el sentimentalismo, que es distinto al sentimiento y a la sensibilidad.

4. ¿Y la injustificadamente olvidada?
Entre las muchas obras que merecerían reeditarse está la del escritor ruso Vladimir Korolenko.

5. ¿La obra maestra que nunca ha leído y quizá ha dicho que sí?
Hay muchas obras maestras que no he leído, lo confieso con culpa. Recuerdo Ulises, de James Joyce. Tenía que leerla y escribir un ensayo sobre ella, y le dije al profesor que ya lo había hecho, pero no era cierto. Nunca pude terminarla.

6. ¿Cuál es el secreto literario mejor guardado?
¡En América Latina somos 25!, según la FIL. Pero sin duda hay muchos más esperando ser descubiertos.

7.¿Hace daño el culto al escritor?
Hace mucho daño el culto a la personalidad, cualquiera que sea. Desde luego que es más dañino el culto a la personalidad de un político.

8. ¿Cómo reaccionaría si descubriera miles de copias piratas de sus libros en el mercado negro?
No creo que eso pase, pero si fuera el caso, buscaría los recursos legales necesarios. “Clonar” un libro para una clase porque no se puede comprar es entendible y muchas veces necesario, pero hacer copias para negocio es una barbaridad.

9. ¿El Estado debe pagar para que los escritores escriban?
Las becas y estímulos son necesarios, siempre y cuando no se concedan por motivos políticos o de compadrazgo, sino por méritos.

10. ¿La “escritura creativa” puede aprenderse en un taller?
Pueden aprenderse las herramientas, pero el talento no se puede aprender.

11. ¿Qué es un best-seller?
Un producto de consumo con excelente mercadeo, no necesariamente una buena obra.

12. ¿Qué hábito envidia de otro escritor?
La disciplina, porque yo no la tengo.

13. ¿Qué eslogan propondría para una campaña nacional de lectura?
La frase ha sido muy utilizada, pero me gusta: “Apaga el televisor y enciende tu cerebro”.

14. ¿Si fuera libro cuál sería?
Me gustaría ser Las mil y una noches, en una edición muy bien cuidada y con hermosas ilustraciones. Pero me conformaría con ser un libro más pequeño, siempre en una edición muy buena.

15. ¿Cuál fue el primer libro que robó o debió haber robado?
En mi adolescencia, mi padre era editorialista en un diario, y yo acostumbraba llegar a su oficina después del colegio. Mientras lo esperaba para irnos a casa leía cualquiera de los libros que tenía esparcidos sobre el escritorio. Una vez comencé a leer uno que si mal no recuerdo era una novela, donde aparecía la descripción de unas torturas cometidas por los nazis, incluyendo el uso de perros para violar prisioneras. No se me ocurrió llevármelo y lo dejé para retomar la lectura otro día; pero cuando regresé, mi padre lo había escondido. Es el único libro que no me dejó leer, y siempre me he preguntado qué libro sería, porque no puedo recordar el nombre, así que a lo mejor debí habérmelo robado.

16. ¿Raya los libros?
Sí, a veces, para destacar una frase que me gusta mucho. Pero si es una edición muy cuidada, en buenos materiales y con buen diseño, no lo hago.

17. ¿Con qué cliché literario se (le) identifica?
Si construir una realidad propia es un cliché, entonces con ese me identifico.

18. Si estuviera en su poder ser obedecido como gobernante, ¿qué regla le impondría a los ciudadanos?
No son los gobernantes quienes deben ser obedecidos, sino las leyes, especialmente cuando son justas. Pero una regla que ojalá toda la ciudadanía aprobara sería hacernos responsables por nuestros niños, los animales y la naturaleza.

19. ¿Qué muerte célebre, de algún personaje real o de ficción, le gustaría tener?
Sé cuál no me gustaría tener, la de Don Quijote, porque murió de tristeza, convencido de que sus hazañas habían sido locuras. Es decir, murió de haberse doblegado ante el convencionalismo.

20. Si este es su último aliento, ¿cuáles son sus últimas palabras?
“¡Pero si vengo empezando...!”
.........
María Eugenia Ramos (Honduras, 1959)
Estudió periodismo y literatura en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, donde labora actualmente. Ha trabajado como editora en organismos no gubernamentales, internacionales y en programas educativos alternativos. Participó en el Festival Internacional de Poesía de Medellín y el encuentro "América Latina, Tierra de Libros", auspiciado por el Instituto Italo-Latino Americano con sede en Roma. Su obra ha sido incluida en diversas antologías de literatura hondureña y centroamericana.
Libros publicados: Porque ningún sol es el último (Ediciones Paradiso, 1989), La visión de país en Clementina Suárez y Alfonso Guillén Zelaya (co-autora) (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2002), Los contenidos informativos en la radio y la televisión de Honduras: una aproximación (Comité por la Libre Expresión, 2006), Una cierta nostalgia, (Editorial Guardabarranco, 2000, Editorial Iberoamericana, 2010).
* * *

24 de octubre de 2011

¿Cuántas muertes debe haber para que entendamos que ya son demasiadas?

Rafael Alejandro Vargas Castellanos (izquierda) y Carlos David Pineda Rodríguez fueron amigos entrañables. Fuente: Página web del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras (CODEH).
El sábado 22 de octubre, en horas de la madrugada y aparentemente al salir de una fiesta familiar, fueron asesinados en Tegucigalpa dos jóvenes estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH): Carlos David Pineda Rodríguez, de 24 años, y Rafael Alejandro Vargas Castellanos, de 22 años.
Sin haber conocido a ninguno de los muchachos, la noticia no deja de tocarme profundamente, primero, porque se trata de otros dos jóvenes asesinados; segundo, porque se confirma que nadie, absolutamente nadie, está a salvo de la vorágine de violencia en la que hemos caído; y tercero, porque la madre de Rafael Alejandro es la rectora de la UNAH, la socióloga Julieta Castellanos, autora ella misma de investigaciones sobre el tema de la violencia.

La Junta Directiva de la Asociación de Estudiantes de Sociología de la UNAH Valle de Sula emitió un comunicado condenando los asesinatos, que en su parte medular expresa acertadamente el sentimiento de indignación e impotencia que nos embarga cada vez que recibimos la noticia de más muertes: “Reprobamos la muerte violenta de los jóvenes compañeros universitarios de la UNAH: Rafael Alejandro Vargas Castellanos, 22 años, estudiante de la Carrera de Sociología, y Carlos David Pineda Rodríguez, 24 años, estudiante de la Carrera de Derecho; ambos víctimas de la barbarie que crece sin control en la capital Tegucigalpa y el resto del territorio, y que arrebata las vidas de miles de personas cada año en este país que es por hoy la nación más violenta del mundo, con 82 homicidios por cada 100 mil habitantes según la ONU. Demandamos la investigación de sus asesinatos, la sanción debida a los responsables y el esclarecimiento igualmente justo para todos los casos no resueltos de muertes violentas, sin distinción de posición económica o política”.

Parafraseando a Bob Dylan: ¿cuántas muertes debe haber para que entendamos que ya son demasiadas? Aunque la respuesta esté en nosotros y no en el viento.
Soplando en el viento (traducción libre)
¿Cuántos caminos debe un hombre caminar
antes de poder llamarse hombre?
¿Cuántos mares debe navegar una paloma navegar
antes de poder dormirse en la arena?
¿Cuántas veces deben volar las balas de cañón
antes de que sean prohibidas para siempre?
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento
La respuesta está soplando en el viento
¿Cuántos años puede existir una montaña
antes de ser erosionada por el mar?
¿Cuántos años pueden algunas personas existir
antes de que se les permita ser libres?
¿Cuántas veces puede un hombre volver la cabeza
fingiendo que simplemente no ve?
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento,
la respuesta está soplando en el viento
¿Cuántas veces debe un hombre mirar hacia arriba
antes de que pueda ver el cielo?
¿Cuántos oídos debe tener un hombre
antes de que pueda escuchar el llanto de la gente?
¿Cuántas muertes debe haber para que se dé cuenta
que demasiada gente ha muerto?
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento,
la respuesta está soplando en el viento.
* * * 

22 de octubre de 2011

Entrevista del blog "Puertas adentro"

En mayo de 2010 recibí un correo electrónico firmado solamente como "Puertas Adentro", cuyo texto decía lo siguiente: 
"El motivo de este mail es para invitarle a formar parte del grupo de escritores que serán entrevistados para la apertura de un nuevo blog llamado: "Puertas Adentro". Hemos seguido su trayectoria literaria y consideramos valiosa su presencia en este proyecto tan necesario, ya que, como sabe, los "intocables" atiborran las antologías y los resúmenes literarios que existen hasta la fecha en Honduras, interrumpiendo el desarrollo de la literatura moderna. 
¿Qué es "Puertas Adentro"? Un blog que  a su vez es un apéndice de la Editorial Aldonza y que se encargará de seguir la pista, bajo su  propio criterio de escritor, sentir y apreciación de país, de corrientes y momentos que refleja la literatura contemporánea hondureña. Le aseguramos que no será uno más de los muchos blogs que no respetan su  línea. Ustedes, los escritores, serán quienes le den la carne al hecho... ¿Cómo? Tanto a usted, que vive en el país, como a otros literatos que viven fuera, se les enviarán algunas preguntas (por supuesto que distintas para cada escritor -literatura (vanguardia, feminismo, pos vanguardia, etc.), política, arte, etc...)-, las contestarán, y tal como las envíen serán transcritas en el blog; así de simple (por supuesto que tienen derecho a réplica si algo no les parece, pero le aseguro que no sucederá). Ustedes tendrán la libertad de contestar las que quieran, lo ideal sería que lo hicieran con todas. Y nosotros, la libertad de organizarlas, nada más".

Puertas Adentro

PREGUNTAS PARA MARÍA EUGENIA RAMOS

1- ¿Cuál es su posición con respecto a la literatura nacional?

Siempre se ha dicho, y se ha aplicado también a la literatura, que Honduras como país se ha caracterizado por su tardía incorporación a los procesos sociales. Sin embargo, considero que, al hacer una relectura de nuestra producción literaria, ubicándola en el contexto de la época y las circunstancias de nuestros autores y autoras, encontraremos que en muchas de sus obras hay una contribución a la construcción de una visión de país, desde el punto de vista de los imaginarios y las identidades.

Si a ello unimos el hecho de que en algunos casos este aporte se complementa con logros desde el punto de vista formal, estructural, quizá podamos llegar a concluir que, no obstante el rezago o las limitaciones que puedan señalarse en cuanto a las corrientes literarias predominantes en otros países, en el nuestro existe una literatura que no ha sido aún suficientemente estudiada ni valorada.

A esto hay que añadir la sorprendente renovación y consistencia alcanzada en la última década, por medio de grupos y autores que, aun cuando en algunos casos son muy jóvenes, se han mantenido constantes en el quehacer literario y cultural.

2- ¿Usted cree que la literatura en Honduras se rige por estratos sociales?, ¿quiénes escriben en nuestro país?

Para responder a esta pregunta con mayor fundamento, quizá habría que hacer un estudio sobre la procedencia y estilo de vida de quienes hacen literatura en Honduras. Empíricamente, podría decirse que la mayoría de los escritores y escritoras cuya obra es más conocida en el medio hondureño se ubican en las capas medias; son, por lo general, docentes o personas que ostentan una profesión liberal, lo cual les permite escribir sin preocuparse por obtener ingresos de lo que escriben.

Sin embargo, hay otros casos en los que sí la literatura se convierte en un medio de vida, especialmente cuando se trata de docentes que, directa o indirectamente, imponen a sus estudiantes la compra de sus obras. Aquí, desde luego, ya entran en juego otras consideraciones que van más allá de la pregunta, como, por ejemplo, si la literatura puede y debe ser un negocio y cuál sería, en todo caso, el marco ético de dicho negocio. Independientemente de estos y otros aspectos, yo diría que sí el acceso a la cultura influye en la posibilidad de hacer o no literatura.

3- ¿El azar juega un papel importante en el proceder de los artistas hondureños?

En mi opinión, el papel del azar varía en cada individuo; en algunos tendrá una influencia considerable, mientras que para otros serán más importantes la organización y el trabajo sistemático.

4- ¿El escritor hondureño es altamente influenciable?

No creo que quienes escriben en Honduras sean más o menos influenciables que en otros países. Las influencias, en mi opinión, son inevitables e incluso saludables, si se asimilan, se procesan y se traducen en obras con un sello propio. Quienes niegan tener influencias de autor alguno se olvidan que no pueden escapar de sus vivencias, de sus lecturas, de las personas reales o imaginarias que tienen alguna significación en sus vidas, de su entorno y de su modo de ver y entender el mundo.

5- ¿María Eugenia Ramos, la escritora, disfruta más hacer poesía o narrativa?

He disfrutado ambas cosas. El proceso de creación no siempre se disfruta, porque puede resultar complicado, frustrante y a veces doloroso, pero siempre es una gran satisfacción lograr producir un texto que tiene sentido para alguien más.

6- ¿Qué relación mantiene con su obra?

Mi obra es parte de lo que soy, de lo que he vivido o soñado. Vuelvo a ella de vez en cuando como ejercicio de introspección y también como punto de partida para nuevos caminos que me gustaría recorrer.

7- La limpieza y el alcance de significación en su libro “Una cierta nostalgia”, nos mueve a preguntarle si existe una diferencia entre literatura feminista y literatura femenina. Explique.

Sí, hay una diferencia. Literatura femenina es la que ha sido escrita por mujeres, y no necesariamente tiene un enfoque feminista. Literatura feminista es la escrita por mujeres u hombres con una clara perspectiva de género. Pienso que algunos de mis cuentos han sido escritos con un enfoque feminista, pero otros son solo literatura femenina, en tanto quien los ha escrito es una mujer.

8- ¿Por qué “Entre las cenizas”, se lo pregunto con toda propiedad, puede provocar una fuerte identificación en las lectoras?

Se trata de un cuento feminista, con claras alegorías relacionadas con el papel tradicional de la mujer, asignado por la sociedad patriarcal; la mujer es la que limpia y arregla el hogar, la que ocupa el espacio más reducido en el lecho, la que debe satisfacer la necesidad de compañía del hombre. Debe relegar sus propios deseos, necesidades y temores en aras de cumplir con este papel. Al final, mientras no se resuelva esta contradicción, las relaciones de pareja seguirán siendo una soledad al lado de otra.

10- Conocemos su gusto por Pink Floyd, ¿cree que sus canciones pueden ser un referente poético inconsciente?

Mi niñez y mi adolescencia estuvieron marcadas por la política y la cultura, pero también fui una citadina normal, rebelde, pero feliz, privilegiada en ese sentido. En consecuencia, adoro el rock y el pop de los sesenta y los setenta porque los relaciono con mi experiencia de vida. Considero que Pink Floyd tiene obras maestras en el género del rock, pero no tengo una predilección particular por este grupo. Me gustaría mucho poder escribir en el futuro obras donde sea posible reconocer la influencia de la música en mi vida; no creo que lo haya logrado por ahora.

11- Sabemos que cada generación se repite, pero, ¿le afecta lo que los jóvenes hoy llaman la moda literaria? (Se lo definimos: morral, Silvio Rodríguez, socialismo).

Pienso que es natural que en cada generación y en cada individuo haya ciertos gustos. Durante mi adolescencia me vestía de puro azulón, rechazaba el maquillaje y todo lo que pudiera lucir “femenino” o “burgués”, de acuerdo con mi concepción de aquella época; también tuve morrales y pasaba el día entero escuchando a Silvio Rodríguez, y hasta me puse boina. Mis preferencias en este sentido han cambiado, pero me parece válido que otras personas las tengan, especialmente los jóvenes, en tanto vayan más allá de las simples consignas y se complementen con el estudio, el cuestionamiento y, sobre todo, la apertura de mente.

12- Pasando a otro tema, ¿qué opina de la censura?

En una sociedad autoritaria como la nuestra, la censura existe en todos los planos: en el seno familiar, en las organizaciones gremiales y de izquierda, en los colectivos, en los medios de comunicación, en las redes alternativas, en las iglesias, en el sistema educativo. Hay quienes censuran haciendo uso de su poder político y económico, pero también hay sectores que censuran mediante la intolerancia disfrazada de consecuencia. Como sociedad, debemos aprender a combatir la censura oficial, pero también a superar la tendencia a etiquetar, juzgar y condenar a quienes no comparten nuestros puntos de vista.

13- ¿Usted cree que un escritor, siendo ético, debe atacar a su nación si esta se lo merece? Explique.

No creo que ninguna nación, como tal, merezca ser atacada; eso sería xenofobia. Lo que se debe atacar es a un gobierno ilegítimo, o a las acciones o políticas de un sector, sea o no gobierno. Por ejemplo, si el gobierno de un país tiene políticas guerreristas, seguramente muchos de sus ciudadanos, incluyendo sus escritores, combatirán esas políticas, y no por ello son enemigos de su país.

13- Sabemos que la siguiente pregunta ya se la han formulado; sin embargo, creemos prudente hacerla. Considerando que su padre fue un hombre visionario y progresista, ¿cuál cree que sería su sentir hoy en día, si durante un poco más de medio año, un sujeto como Micheletti y la empresa privada se apoderaron de Honduras?

La empresa privada y políticos como Micheletti no se apoderaron de Honduras durante un poco más de medio año; la han gobernado y lo siguen haciendo, porque no hemos tenido un gobierno dirigido por una clase social distinta a la oligarquía. Manuel Zelaya Rosales llegó al poder como candidato del Partido Liberal, uno de los dos partidos oligárquicos que siempre han gobernado el país. Su gobierno, al igual que los anteriores, se caracterizó por el clientelismo político y la corrupción, dos virus que corroen al país. Muestra de ello es, por citar solo un ejemplo, la negociación que hizo con Roberto Micheletti para lograr la aprobación de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, haciendo importantes concesiones para afectar lo menos posible a los grupos de poder. En el último año se rodeó de importantes sectores del movimiento popular y comenzó a impulsar cambios desde el ejecutivo, sin tomar en cuenta el contexto institucional que lo catapultó al poder. Ello provocó oposición y temor en su propio partido, en los demás sectores oligárquicos y en las Fuerzas Armadas, hasta desembocar en el golpe de Estado del 28 de junio, con su secuela de represión y violencia, con el cual Micheletti perdió toda credibilidad, mientras que Zelaya se convirtió en héroe para muchos sectores dentro y fuera del país.

No pretendo hablar por mi padre, pero, basándome en las tres décadas que pasé junto a él, escuchándolo y compartiendo sus pensamientos, creo que, en primer lugar, estaría denunciando y exigiendo el cese a las violaciones a los derechos humanos. Le entusiasmaría, por otra parte, ver la capacidad de movilización que han demostrado sectores importantes del país, especialmente los jóvenes, en defensa de sus ideales. No obstante, estaría advirtiéndonos, como lo hizo en su época, de los peligros del radicalismo a ultranza de cierto sector de la clase media y alta, que una vez en el poder se vuelve tan o más ambiciosa que sus predecesores; reclamaría de los gremios un papel ajustado a los intereses nacionales, y no al revés; denunciaría el caudillismo y el sectarismo; y finalmente, propugnaría porque como hondureños y hondureñas encontremos nuestro propio camino hacia una sociedad más justa, en lugar de continuar copiando otros modelos.

14- ¿Cuál cree María Eugenia Ramos, según su instinto político, que debería ser la actitud de Honduras en estos momentos?

Como saben, hace mucho que no participo en política. Sin embargo, como ciudadana, pienso que la solución a los problemas de Honduras va más allá de cambiar la Constitución, y definitivamente mucho más allá que insistir en el retorno de Manuel Zelaya Rosales al poder. No se puede hablar de “refundar” un país sin autoridad moral o sin claridad de lo que esperamos lograr. Transformar las estructuras sociales y económicas, evidentemente injustas, es una necesidad; pero hay que hacerlo para asegurar mejores oportunidades de vida para todos y todas, no para que algunos pocos obtengan beneficios personales. El movimiento de resistencia debería aprovechar esta coyuntura, que le ha permitido a las organizaciones gremiales alcanzar grados de movilización y apoyo como no se habían visto en décadas, para consolidar y fortalecer sus opciones políticas, depurarse y establecerse como una fuerza, no solo política, sino moral. Alcanzar el poder por el poder mismo no tiene sentido para mí.

15- ¿Cuál es la diferencia entre el período político que usted vivió en carne propia y el hoy?

Durante mi adolescencia, las organizaciones revolucionarias, aunque semiclandestinas, gozaban de una relativa legalidad. Eso cambió brutalmente a inicios de los ochenta. Durante toda esa década la represión fue selectiva y muy eficaz. No fue difícil para el gobierno liberal de Suazo Córdova y las fuerzas armadas desgastar y finalmente aniquilar a las organizaciones, tanto populares como políticas y político-militares. Esta situación impone condiciones de actuación bastante distintas a las de hoy, cuando las organizaciones de izquierda tienen una mayor base social de apoyo. De alguna manera, se ha vuelto socialmente aceptado sustentar públicamente ideologías radicales, aun en el seno de un partido tradicionalmente conservador, como el Liberal. Esto no significa que no haya represión, sino que asume otras modalidades. En lugar de desaparecer personas y torturarlas en cárceles clandestinas, ahora las asesinan y lo hacen pasar como un hecho ocasionado por la delincuencia común.

16- Para finalizar, ¿qué escritores hondureños considera que son un ascendiente literario?

Siempre hay escritores y escritoras que podemos considerar fundacionales, como Clementina Suárez, Antonio José Rivas, los dos Arturos (Mejía Nieto y Martínez Galindo), Óscar Acosta, Roberto Sosa, entre otros. Sin embargo, el estudio de la literatura en todos los niveles no debería limitarse a ciertos nombres. En tal sentido, la carrera de Letras de la UNAH está haciendo una importante labor al fomentar la investigación de nuestra literatura, al igual que lo hacen algunos particulares.

17- ¿Tiene algún proyecto literario en puerta?

Realmente estructurado como proyecto, no tengo ninguno. Tengo algunas ideas a las que debo dar forma; espero comenzar a trabajarlas en lo que resta del año.

18- ¿Usted cree que existen los círculos literarios en Honduras? ¿Y los movimientos?

Han existido y existen, con mayor o menor constancia e incidencia. Los ha habido desde aquellos clubes de amigos que hablan de poesía y política sin que su actividad trascienda más allá de un rato de diversión, hasta otros que, como colectivo o como individuos, han ejercido una influencia en su generación. Pienso en “La Voz Convocada”, de los anteriores, y “Poetas del Grado Cero” en el presente, para mencionar dos nombres.

19- Usted ha viajado mucho, partiendo de ello, ¿cree que la literatura en Honduras es débil, si la comparamos con países próximos a nuestra realidad: Guatemala, Nicaragua, Costa Rica?¿Por qué?

Mis viajes no fueron siempre por motivos literarios, sino más bien de trabajo y por otras razones. Sin embargo, mi impresión es que actualmente la literatura en Honduras está en camino de renovarse y que hay trabajos muy interesantes, tanto en poesía como en narrativa, a la altura de cualquier otro país centroamericano y aun latinoamericano. Por tanto, es de esperar que quienes se dedican a publicar antologías ya no sigan excluyendo a Honduras, ni tampoco limitándose a los mismos nombres de siempre.

Tegucigalpa, 8 de junio de 2010.

3 de octubre de 2011

Una cierta nostalgia



A Ventura Ramos, mi padre,
con nostalgia.

El jinete de la muerte, Salvador Dalí, 1935.
Todo está oscuro. Todo. Creo que hasta la oscuridad que rodea a un ciego es menor que esta. Un ciego percibe los cambios de luz a través de los párpados cerrados. Yo no. Aquí lo negro es insondable. Un ciego percibe la diferencia entre el día y la noche porque percibe el frío y el calor en la piel. Aquí solo hay una quietud, un vacío tan hondo que he perdido hasta mis propios límites.
Al principio estiraba las manos y buscaba a mi alrededor. Pero pronto me convencí de que podía moverme, estirarme y aun caminar, pero siempre en el mismo sitio. Digo “pronto” por decir algo, pero en realidad el tiempo se ha detenido en el aire como una bola de cristal rota.
No sé cuánto hace que he perdido la nostalgia. Cuando aún la tenía, la gran ventaja de la oscuridad absoluta era que no necesitaba cerrar los ojos para devolver, no solo a mi memoria, sino también a mi cuerpo, las sensaciones de lo que fui alguna vez.


Por instantes me atormenta la calidez de la piel de una mujer que me rodea con sus suaves piernas y me atrae hacia el centro de una vorágine roja como un incendio. Pero cuando estoy en la misma orilla del placer, el olor de la pólvora me sacude de pronto como un latigazo y tengo la sensación de una quemadura en el pecho, un agujero cuyos bordes se van agrandando cada vez más.

Fugazmente me asalta la idea del viento soplándome en la cara y cierta humedad en el rostro. Por momentos me parece que el vacío toma la forma del casco de un barco. El viento sigue soplando en mi cara y escucho el rumor de las velas que se hinchan. Sí, puedo tocar mi rostro, llevarme el dedo a los labios y sentir el sabor de la sal. Solo que no podría asegurar si esta humedad es del mar o de las lágrimas.

Ahora, mis piernas se arquean para aprisionar una superficie dura y escucho el resollar de una bestia bajo mi cuerpo. Bajo mis manos se tensan sus músculos y el sudor apelmaza sus crines. La sangre cae espesa y roja, mojándome el pantalón. Un olor acre a sudor de caballos y de hombres flota a mi alrededor.

De pronto, un tintinear de vajilla fina, susurro de holanes, risas, las notas de un piano que bajan por una escalera de caracol. Luego, brillo de espuelas al ras de un piso de baldosas, pies femeninos que asoman bajo las faldas. Caderas anchas, cinturas finas, escotes y cabellos sedosos que podría tocar, pero no intento hacerlo por temor a que vuelva la oscuridad.

Ahora escucho graves voces masculinas y percibo el engolamiento de las frases, aunque no las entiendo. El leve rasgar de las plumas sobre el papel resuena en mis oídos como una tormenta. Escucho el metal hueco de las medallas que caen al suelo y tintinean con eco de monedas falsas.


De nuevo la oscuridad y el silencio. Creo que he perdido la capacidad de recordar. Ahora mismo estoy hablando de sensaciones, pero solo tengo palabras vacías que no despiertan en mí ninguna visión. No sé si es lo mejor. No siento dolor, no sufro de hambre, no me agobia el sueño. Tampoco percibo el paso del tiempo. Lo único que mantengo intacta es la capacidad de pensar, aunque pocas veces pueda asociar las ideas con sensaciones corporales.
Todo lo que digo es como si se refiriera a otra persona, a alguien que yo fui, tal vez, en otro tiempo. Ni siquiera puedo recordarme físicamente. Me gustaría saber si fui alto o bajo, grueso o delgado, blanco o indio. No me gustaría morirme sin tener la imagen de mí mismo, sin poder ver mis manos y escuchar mi voz.
Se me podría preguntar por qué, después de todo, creo que no estoy muerto. Es difícil responder, pero tengo la sensación, si puedo llamarla así, o más bien el reflejo, de que hay personas que me buscan. Y nadie busca a los muertos. Se les quiere, se les recuerda, pero no se les busca. Solo se busca a los vivos.
Me siento cansado, terriblemente cansado, como si mi cerebro se hubiese visto obligado todo el tiempo a pensar, a tomar decisiones difíciles. Seguramente hubo a mi alrededor muchas personas. Debo haber tenido mujer, hijos, amigos y también enemigos entre todos esos seres que pasan flotando sin rostro. Pero todo es tan incierto. Todo mi pasado, todo yo, se reduce a las palabras y a sombras que se alejan, cada vez más distantes. A veces siento que estoy a punto a confundirme con la nada que me rodea. ¿O será que el agujero negro que me carcomía el pecho ha terminado por devorarme el corazón?
Creo que lo que me da la seguridad de no estar muerto es el eco de una esperanza. He sabido que cuando a alguien le amputan una mano conserva la facultad de sentir dolor o escozor en ella. De esta misma forma, seguramente, es que mantengo una sombra de esperanza, la de que esas personas que me buscan terminarán por encontrarme en la oscuridad.
De vez en cuando, fantasmas de sonidos atraviesan las tinieblas y pasan a mi lado. «Escucho», porque en realidad los sonidos resbalan sin fijarse en mi mente, palabras pronunciadas en voz alta, como si se tratara de discursos. Y me parece que se dirigen al ser que yo fui, aunque no podría decir en qué me fundamento para albergar esa creencia.
Tengo que confesar, sin embargo, que me estremezco como si estuviera a punto de recuperar la debilidad de mi carne y mis huesos cuando percibo un rumor sobre mi cabeza, una ola lejana que crece hasta convertirse en una marejada. Si estuviera muerto, diría que decenas, centenares, miles, millones de pies descalzos están pasando sobre mi tumba. Ni siquiera novecientos cañones pueden pesar tanto como esta tropa hambrienta y desamparada. Casi quisiera estar muerto para que con el roce de sus pies horadaran la tierra y abrieran una hendidura por donde entrara el sol.
Pero no estoy muerto, y estas imágenes que flotan a mi alrededor son los fantasmas del pasado, empujándome hacia un mundo tan desconocido como anhelado para mí. No sé hacia dónde voy, pero solo se trata de volver atrás, de borrar los bordes del agujero que me perfora el pecho, de abrirme paso en las tinieblas, hacia la orilla lejana de los que me están buscando, de volver a ser yo mismo, solo un hombre

¿o un hombre solo?

Mientras llega ese momento, sigo recorriendo estas palabras vacías, estériles, incapaces de hacerme vivir, pero suficientes para no dejarme morir en las tinieblas.
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© María Eugenia Ramos, Una cierta nostalgia, Editorial Iberoamericana, 2010, segunda edición. Este relato obtuvo el primer premio de cuento en el certamen literario «Bicentenario de Francisco Morazán» de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, 1993.
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2 de octubre de 2011

Álvaro Mutis: "Escribir es un continuo corregir"

Entrevista de Miguel Ángel Zapata

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(Fragmento)

Álvaro Mutis, Bogotá, 1923, poeta y narrador.
Premio Xavier Villaurrutia 1988, Premio 
Príncipe de Asturias de las Letras 1997, Premio 
Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 1997 
y Premio Cervantes en 2001



García Márquez dijo en una entrevista que necesitaba una flor amarilla en su escritorio para poder escribir, digamos como una especie de estímulo que facilite la creación, el momento culminante del autor. ¿Necesita el poeta Álvaro Mutis algún estímulo para escribir el poema? ¿Cómo se le ocurren las ideas?



Álvaro Mutis: Nunca he necesitado de ninguna clase de estímulos determinados para escribir, para crear, pues la creación en mi caso es un proceso muy lento, un proceso mental donde trabajo durante meses o años una idea todos los días, y voy dándole vueltas en la cabeza, voy completándola sin tomar apuntes, después tomo algunos apuntes rápidos a lápiz que son como las claves, como el esqueleto del poema que voy a escribir. Cuando me siento a la máquina de escribir, lo que estoy haciendo es un trabajo casi esencialmente mecánico, aunque el escribir en máquina me impulsa y me da ese último toque de energía, para darle forma al poema que hasta entonces ha sido bastante gaseoso. No necesito de ninguna flor amarilla para escribir, no recuerdo dónde Gabo dijo esto, y creo que lo de la flor amarilla es nuevo en él, porque yo lo he visto escribir en las condiciones más precarias y más difíciles, sin flor amarilla, yo creo que la flor amarilla él la lleva en el corazón, que me parece más bello.



Hábleme del papel en blanco, cómo éste se llena de palabras. ¿Pone Álvaro Mutis título al poema, o deja que el poema lo ponga por usted? 



AM: Vale la pena recordar algo que decía Emilio García Rieda (escritor talentosísimo y extraordinario crítico de cine español radicado en México), decía, que no hay acto de valor más grande que el sentarse frente a una página en blanco. En mi caso, realmente cuando me voy a sentar ante la página en blanco ya he tomado apuntes como le dije antes, y ya he trabajado tanto y masticado tanto el material del poema que no lo puedo considerar como un acto de valor tan definitivo. Respecto al título sí le puedo contestar qué es lo que se me ocurre, que generalmente es una de dos cosas: un título o un epígrafe. Por ejemplo, en mi libro Los emisarios, publicado por el Fondo de Cultura Económica, en México, 1984, hay un epígrafe que fue lo primero que se me ocurrió, que se lo atribuyo a un supuesto poeta arábigoandaluz, que dice: los emisarios que se asoman a tu puerta / tú los llamaste y no lo sabes. De ese falso epígrafe de un poeta falso salió la totalidad del libro, o sea, alrededor de él se fueron creando como madréporas, como estos corales que se van formando en el fondo del mar, los poemas del libro que se formaron alrededor de este núcleo, pero el título es muy importante para mí.



¿Corrige cuando escribe? Explíqueme su sistema.



AM: Yo contestaría que prácticamente no hago sino corregir. Decía Paul Valéry que un poema jamás se termina sino que sencillamente se suspende, y este caso es el mío hasta la exacerbación, yo corrijo infinitamente y cuando el poema ya aparece en letra impresa considero recién que el poema ya ha quedado hecho, porque cuando aún está escrito a máquina hay algo todavía precario, previo que no es para mí el poema. El poema tengo que verlo en letras de imprenta si no lo seguiría corrigiendo infinitamente, y generalmente cuando lo leo pasado el tiempo me deja una profunda sensación de frustración, siempre siento que hay un abismo grande entre lo que yo quería hacer y eso que quedó escrito. Entonces realmente para mí ─ya sin intentar hacer paradojas─ le diría que escribir es un continuo corregir.



¿Qué hace con los borradores que no serán poemas nunca más y con los que serán?


AM: Bien, cuando yo me resuelvo sentarme a la máquina de escribir a escribir el poema, hasta ahora todo lo que he sometido a este proceso se ha publicado todo. Los borradores los guardo durante un tiempo como referencia, o sea, en la primera escritura a máquina queda más o menos la estructura definitiva del poema, pero después, también a máquina habrá seis, siete, diez versiones, porque el proceso mismo de la mecanografía me ayuda mucho como si pensara con los dedos, con las manos, entonces estos borradores los guardo hasta tanto llega el momento de entregar el poema a la imprenta, luego los destruyo ya que nunca he guardado borradores de poemas que no han salido. Cuando estos borradores no salen no me siento a la máquina, siento que algo se ha muerto, que algo no ha funcionado, que el poema no tiene esa secreta energía hasta llevarme frente a la máquina, entonces no existen sino unas líneas borroneadas con lápiz que yo destruyo, pero no son borradores, son apenas notas superficiales.



¿Se arrepiente de algunas publicaciones hechas años atrás desde la publicación de La balanza o Crónica Regia, sólo por citar algunas?



AM: En verdad podría decirle que no me arrepiento de ninguna de las publicaciones que he hecho de mis poemas, pero también podría decirle lo contrario, que me arrepiento de todas, en el sentido como antes decía, que los poemas para mí (lo dije en un poema de Los elementos del desastre) son la constatación de un largo fracaso. Pero como publicación, como trabajo, como testimonio de lo que tenga o crea tener que decir, realmente ninguno de los libros que he publicado me pesa y hubiera querido no escribirlos. Se suele decir que después de terminada la obra del poeta, ésta ya no le pertenece, el cuerpo del poema ya no es suyo, y su opinión ya no es valedera con respecto al mismo, caso de Octavio Paz que considera Blanco como lo mejor que ha escrito pero la crítica escogió Piedra de sol como el más trascendente. Tengo mis mayores dudas sobre todo juicio de un poeta sobre su propia obra. En verdad me parece muy válido ─y yo sí lo digo así─ que una vez convertida en libro, una vez entregada al público, una vez que comienza a hacer su propia vida el libro, en verdad yo lo siento muy ajeno, lo siento ya completamente despegado, y puedo decirle que generalmente no lo vuelvo a leer ni vuelvo a páginas ya impresas ni a libros míos ya publicados, porque sencillamente siento que han comenzado a vivir su propia vida y su propio destino, y me cuesta muchísimo trabajo juzgarlos. Yo no puedo decirle si Los elementos del desastre es un libro más logrado, que va más lejos, que me satisface más que Los emisarios o que Caravansary o que La mansión de Araucaíma, lo único que podría decirle es que el único libro que he concebido en su totalidad como tal, como un todo orgánico es Los emisarios, pero esto desde luego no hace al libro ni más valioso ni menos valioso, únicamente lo anoto como anécdota para la crítica.



¿Qué críticos han acertado ─según su criterio─ en el análisis de su obra, y quiénes posiblemente han errado en sus puntos de vista?



AM: Hay un grupo de críticos que han acompañado mi obra y que han acertado y que han tratado a mi poesía con una certeza, con una cercanía que me parece muy válida, hasta donde un poeta y un autor pueden juzgar el juicio de los demás sobre su propia obra, porque ahí vuelvo a ser bastante escéptico, sobre la forma como podemos juzgar a un crítico que ya está juzgando algo que se ha desprendido de nosotros y que no nos pertence. (...) En verdad no recuerdo el nombre de los críticos que hayan escrito notas sobre mi obra que me parecen equivocadas, las he leído, recuerdo, pero el nombre de la persona lo olvidé, tal vez sea esto una muestra de vanidad seguramente, pero en fin, como estamos en un juego, éste es.



¿Qué opinión le merece el criterio de otros poetas sobre su obra?



AM: Bien, depende de dos condiciones. Si el poeta ha dado muestras de ser un crítico agudo e inteligente, y de tener un sentido crítico muy valioso, pues me interesa muchísimo su concepto, y si no es así, si es un gran poeta, por el solo hecho de serlo, desde luego, lo que diga de mi poesía también me interesa, y más que me interesa me da muchísima curiosidad, por ejemplo lo que pudiera decir un Luis Cardoza y Aragón, o lo que hubiera podido decir un Pablo Neruda, o lo que hubiera podido decir Luis Cernuda, un poeta que admiro por su condición de poeta, siendo el caso de Cernuda el caso de un crítico que yo admiro. Concretando la pregunta, es decir para responderla en forma más escueta diría que si el poeta es un gran crítico me interesa fundamentalmente, y si el poeta es un gran poeta más que me interesa me da una inmensa curiosidad. 

Creo que algunos críticos crean un lenguaje oscuro e inapropiado para analizar los textos poéticos y en lugar de aclarárnoslos los oscurecen hondamente, y algunos dice que están creando otro lenguaje ¿qué me dice usted al respecto?



AM: Antes de contestarle concretamente la última parte de la pregunta, yo quisiera aludir a esta nueva, ¿nueva?, ya no tan nueva por Dios, a esta crítica que a través de las investigaciones y los descubrimientos o elaboraciones del estructuralismo ha caído en una esterilidad, en una vacuidad, en una verbalizaci6n, en un vacío absoluto; yo encuentro de una aburrición, de una esterilidad y de una pobreza los resultados de este sistema, de este método aplicado con esta forma tan ingenua y al mismo tiempo de una devoción hacia el sistema tan dogmática como estéril. Absolutamente no creo que se pueda recorrer mucho en este sentido, por este camino, al hablar de un poeta o al hablar de una determinada poesía o época de poesía. Ahora, con respecto a un determinado ensayo sobre un poeta, ese ensayo al hablar de ese poeta crea un lenguaje, me parece que sí es evidente, es obvio, es una notación casi innecesaria de hacer, pero no avanza nada y no estamos ganando con esto mayor cosa. Lo que es importante es que un crítico con imaginación, con poder creador y adivinatorio, entre a campos, a extensiones de un determinado poeta y los ilumine con relámpagos de visión rigurosa, inteligente, pero que necesitan este especial fuego, esta especie de instantáneo genio que vemos por ejemplo en los ensayos de Eliot sobre el Dante, en los ensayos de Cernuda sobre la poesía de sus contemporáneos. El crítico tiene que tener algo de visionario, o mucho de visionario, pero si se cae en esa especie de chinchín verbal en que ha caído el estructuralismo, a mí me parece que es lo que los franceses llaman un un patinar sobre el mismo lugar, no me dice nada, no he visto todavía en los jóvenes críticos que se dedican a esta tarea que tiene mucho de vicio solitario, una página que me convenza.



¿A quiénes admira el poeta Álvaro Mutis en el mundo literario? ¿Cuáles son sus lecturas favoritas?


AM: Estas listas desde luego son siempre injustas y siempre denotan, acusan ausencias que nos van a pesar muchísimo. He tratado de reunir y voy a empezar a enumerar los poetas que estando vivos actualmente considero que su obra tiene una permanencia en el idioma y representan una continuación del maravilloso acervo del idioma español en la poesía lírica. No los voy a enumerar en orden de importancia sino como me han venido a la memoria, así los voy a ir diciendo: Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Eliseo Diego, Carlos Drummond de Andrade, Emilio Adolfo Westphalen, Carlos Martínez Rivas, Luis Cardoza y Aragón, Eugenio Montejo, Juan Sánchez Peláez, Gastón Baquero, Jaime Gil de Bíedma. Estos son los poetas que estando vivos considero que más me acompañan, y cuya lectura es para mí un continuado ejercicio y un inagotable placer.



¿Influencias?


AM: Respecto a las influencias le puedo decir que muy seguramente las que más me han marcado no todas han sido de poetas, por ejemplo la lectura de Dickens ha sido paramí una influencia inagotable, hay algo en él, hay un mundo de una fantasía, de una riqueza, de una posibilidad de ser palpado, de ser visto y de ser vivido, unas atmósferas, unos momentos, unas tardes de diligencias o unas tempestades con huérfanos que tocan en las puertas de los ricos, en fin, todos estos lugares comunes maravillosos y sabios de Dickens son para mí un motivo extraordinario de inspiración y también una influencia muy grande. También con la misma importancia la lectura continuada de Marcel Proust, Conrad, y una lectura que es para mí más que una lectura, y se convierte en una especie de frecuentación de amistad, es la de don Antonio Machado. Leo desde fuego con admiración creciente, con placer inmenso inagotable a Cervantes. Ahora bien, poetas que me hayan influido, que yo sienta que me abrieron campos en la poesía, y que me permitieron darme esa seguridad de escribir mi primer poema publicable: Robert Desnos, Jack Prevert, Peret, Neruda, hablo del Neruda de Alturas de Machu Picchu, el de la Residencia en la tierra, los dos primeros tomos, el de las furias y de las penas, aunque con Neruda hay que tener mucho cuidado porque de repente saltan en sus más lamentables y demagógicos poemas versos y momentos maravillosos. En el Canto general, que es para mí un libro completamente deleznable, hay momentos de una grandeza extraordinaria. Por ejemplo esa larga cadena de poemas al océano, todos estos son de una belleza deslumbrante, entonces con esa reserva hablo del Neruda que me influyó. También mencionaré a Saint-John Perse, y a Laforgue, Cobiére, y como influencia ya, digo más que influencia, como necesidad de certificar y asegurarme cada día en la supuesta vocación poética sobre la cual siempre me entran dudas aterradoras, y vivo y me debato entre esas dudas, quien me salva de ellas siempre que regreso a él es Charles Baudelaire. Ahora la lista es mucho más larga, acaba de morir un poeta inglés, Phillip Larkin, me salta así en este momento a la memoria, y desde luego La Martine es un poeta que leo con mucho placer. Pero ya estoy hablando de poetas que me causan placer, de poetas que frecuento y que visito, pero las grandes infuencias van por el lado que antes estuve enumerando.

[...]


La temática de la poesía en este continente a partir del advenimiento de la revolución cubana cambió el rumbo de los versos de los distintos poetas jóvenes de esa época, unos a favor y otros en contra, algunos poemas de altura y muchos más obsesionados con los acontecimientos sociales que con la verdadera poesía. Por lo tanto se escribió mucha mala poesía, claro, con ciertas excepciones ¿podríamos hablar de una mala influencia?


AM: De acuerdo. Yo creo que si ha habido alguna influencia de la revolución cubana en la poesía en lengua española cosa que dudo profundamente la única que podría notarse sería la frecuencia de los lamentables verborreicos y repetitivos poemas sobre el Che Guevara y sobre los demás temas que rodean este fenómeno de Cuba. Yo estoy completamente ajeno a este tipo de actividades políticas, en verdad yo creo como Borges, y lo creo sinceramente, que la política es una de las formas más lamentables de la superficialidad. Si la revolución cubana ha influido en la poesía latinoamericana, en el idioma de los jóvenes poetas, no creo que haya sido para bien, ha sido para caer como digo, y como dice, en la verbalización y en las largas enumeraciones, en esas lamentables facilidades a que nos tuvo acostumbrados el peor Neruda, y que desde luego no creo que sirvan el auténtico propósito de la poesía. 

Gonzalo Rojas me manifestaba alguna vez por escrito: "jamás he sido panfletario pero los poetas deben ser testigos de nuestro tiempo y fijar el mito". Poesía y conducta... ¿Cuál es su apreciación al respecto?



AM: Yo descreo completamente en esta condición de testigo del poeta, de testigo de su tiempo y de fijador del mito, yo diría más bien que el poeta crea el mito, el poeta tiene una fuente de posibilidades creadoras de generar toda suerte de mitos que son los que van a quedar y van a permanecer. Alrededor de los mitos creados por Homero viven todavía los griegos en la memoria dé los hombres, alrededor del maravilloso mito de La Eneida cantado por Virgilio se sostiene en vilo el imperio romano, alrededor de La divina comedia del Dante sigue palpitando y viviendo la Edad Media, no con Dante como testigo ni como fijador del mito sino como creador absoluto, como visionario. Respecto a la conducta del poeta, yo creo que no se le debe y no se le puede exigir al poeta conducta especial ninguna. El poeta es un señor que anda por la calle como cualquiera de los hombres, sólo que tiene esa condición de que escribe poesía, que es una manera de oración, de consagración y celebración de las cosas, del hombre y de la vida del hombre y de las cosas que lo rodean, pero sin intención testimonial. Esta es una cosa sobre la cual he insistido por muchísimo tiempo y que yo creo adolecemos en América Latina, de cargarle al poeta con una serie de responsabilidades sociales y cívicas que no me parecen sino profundamente lamentables.



¿La poesía contemporánea está tomando nuevas direcciones según su opinión? me refiero en cuanto al lenguaje, va, retorna a sus raíces, a sus viejos manantiales puros, ¿cómo ve en suma este movimiento si lo hubiere?



AM: Yo creo que la poesía contemporánea como toda poesía no va a ninguna parte, va, si se quiere decir así si se me pone contra la pared para contestar a dónde va va adonde va la poesía de Quevedo, de Garcilaso, de Cernuda, de Jorge Guillén, de Octavio Paz. La poesía no va ni viene, la poesía es una permanencia, la poesía no tiene esa relación con el tiempo tan inmediata, tan lamentablemente periodística como insistimos en pensarlo en América Latina. La poesía no tiene tiempo, la poesía es una creación mágica que tiene mucho que ver con una cierta demoníaca condición de ciertos seres de dejar en las palabras el testimonio de su desgracia, de su vida, de sus pequeñas felicidades, de sus ilusiones y de su muerte. Esa es la poesía. Esto creo yo que es la poesía que bien poco tiene que ver con el curso del tiempo, con el pasado, con el presente, o con el futuro. 

¿Qué me dice de su obra narrativa? ¿Poeta y narrador, puede acaso existir un maridaje entra estas dos categorías literarias; dónde se va más lejos?



AM: En mi caso puedo decirle que no encuentro unas fronteras muy delimitadas entre lo que he escrito como narración en prosa y mi poesía. Son dos maneras de decir la misma cosa, si escribo "La muerte del estratega", o si escribo una novela como la que ahora va a salir en España con el título de La nieve del almirante, sigo insistiendo, trabajando en los mismos temas, en las mismas obsesiones que han visitado mi poesía. Desde luego en algunos casos he ido más lejos gracias a la prosa y en otros gracias a la poesía, y justamente ahora que releía los originales de mi última novela veía cuán cerca están muchos de los temas y la manera de tratarlos de algunos de mis poemas. Entonces no puedo decirle con precisión en dónde se separan estos dos ríos que tienen una misma corriente. 

Es inconcebible aceptar la opinión de algunos escritores reconocidos con respecto a que la poesía es la antesala de la narrativa, porque tal vez no pudieron llegar a la poesía y se desviaron hacia la prosa; recordemos nada más al seudónimo Julio Denis que publicara un poemario titulado Presencia, el que luego sería el gran Cortázar que todos conocemos.



AM: Me parece un adefesio inconcebible el pensar que la poesía sea la antesala de la narrativa o de ninguna otra expresión literaria. La poesía no es fútbol, ni béisbol, ni hay mejores ni hay grandes ligas ni se trata de esa especie de puntuación en que se ha estado cayendo últimamente y que me parece bastante lamentable y muy empobrecedora. Yo le pregunto, bastaría preguntarle, de qué narrativa es antesala La divina comedia, de qué narrativa es antesala la poesía de Quevedo, acaso de Los sueños, del gran Buscón, del Buscón y gran tacaño? Sería también un adefesio el que diga que la narrativa es la antesala de la poesía, se cometería el mismo error lamentable. Se está equivocando en la apreciación realmente y en el juicio de estas dos maneras que tiene el hombre de decir su misma miseria y sus pequeñas dichas. Entonces casi diría que no entiendo cómo se puede concebir esto, si alguna persona que se dedicó a la narrativa en su juventud hizo poemas, pues sencillamente sus poemas no eran suficientes ni bastantes para contener lo que él quería decirle a los hombres, y se pasó a la narrativa que le fue más eficaz, pero esto no se puede generalizar en forma tal porque se llegaría a la cosa monstruosa de preguntarse ¿de qué clase de narrativa es antesala la poesía de Rimbaud por ejemplo? No, realmente me niego a considerar siquiera esta posibilidad que me parece de nuevo un completo adefesio.

[...]



Ciudad de México, marzo, 1986.


Miguel Ángel Zapata, nacido en Piura, 
Perú, ha publicado numerosos libros de 
poesía, ensayo y crítica literaria. Reside 
en Long Island, Nueva York.
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