El modelo educativo define la orientación y la esencia de cualquier
institución de carácter académico; por tanto, es fundamental, mucho más si se
trata de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, responsable por mandato
constitucional de organizar y dirigir la educación superior. De allí que los
constructores de la reforma universitaria fueran muy cuidadosos en cuanto a
asegurar el consenso sobre los fundamentos y la metodología para definir un
modelo concebido como pieza clave en el camino trazado hacia 2015 y 2025.
Si bien en el documento se reconoce que “teóricamente, el modelo es
ideal y abstracto” y “no podrá ser reproducido de manera fiel ya que la
realidad es contradictoria y compleja”, también se declara enfáticamente que el
modelo “permite adoptar una posición, tener una opción frente a los diferentes
paradigmas en forma clara, permite también orientar la práctica” (UNAH, 2009.
Serie de Publicaciones de la Reforma Universitaria No. 3, El modelo educativo de la UNAH, p. 23).
Y la posición que traza el modelo educativo de la UNAH es clara cuando
establece que “su centro de atención son las y los estudiantes, y los docentes
se convierten en mediadores pedagógicos”. Plantea, además, “el desarrollo de la
capacidad de análisis, la reflexión y la confrontación como parte de la
responsabilidad social y política (…) garantizando un diálogo permanente a fin
de determinar las necesidades reales de la sociedad nacional y los compromisos
concretos que se asumen para su solución” (ídem, p. 24).
Hoy, cinco años después de la definición del modelo educativo de la UNAH,
la institución ha logrado avances significativos tanto en el fortalecimiento
institucional como en las mejoras académicas. Sin embargo, hay un vacío en lo
que respecta a la aplicación del modelo educativo y al papel mismo de la
universidad como gestora de las profundas transformaciones que el país requiere
para construir una sociedad más justa y equitativa. Ese vacío es la falta de
participación estudiantil.
Desapareció la Federación de Estudiantes Universitarios, que había
perdido su condición de organización estudiantil para convertirse en feudo de
políticos profesionales aliados con autoridades involucradas en casos de
corrupción y de violaciones a los derechos humanos; desapareció también no solo
la paridad estudiantil, sino el derecho elemental de los estudiantes a contar
con una representación para velar por sus intereses y participar en el proceso
de reforma, no de forma simbólica o decorativa, sino real.
Esta falta de representación ha traído como consecuencia la
inconformidad estudiantil debido a que se toman decisiones que les afectan, ya
sea de tipo académico o administrativo, sin contar con ningún espacio donde sus
opiniones sean verdaderamente consideradas. Los frentes estudiantiles
tradicionales, lejos de fortalecer a la organización estudiantil universitaria,
la han debilitado al reproducir exactamente los mismos vicios de los partidos
políticos a los que representan.
Sin embargo, no se puede desconocer que hay importantes sectores
estudiantiles cuyas acciones demuestran preocupación y conciencia en lo que
concierne a su entorno social y académico. En la UNAH Valle de Sula un
considerable sector del estudiantado se ha organizado por su propia cuenta en
asociaciones por carrera y desde allí ha presentado a las autoridades
universitarias un planteamiento muy bien fundamentado donde —dicho sea de paso —
en ninguna parte hay oposición a la elevación del índice académico mínimo; por
el contrario, lo que se propone es aplicarlo gradualmente y a la vez mejorar
las condiciones físicas y académicas, especialmente la preparación docente.
De acuerdo con informaciones periodísticas, pende una amenaza de
sanciones que podrían llegar hasta la expulsión tanto en el caso de dirigentes
estudiantiles del Valle de Sula como de Ciudad Universitaria, donde seis
estudiantes han sido llamados a audiencias de descargo por haber participado en
un movimiento que implicó la toma temporal de algunos edificios.
La respuesta a las demandas estudiantiles en ambos casos no puede ser la
aplicación a rajatabla de unos reglamentos emitidos mucho antes de la
definición del nuevo modelo educativo de la UNAH y cuyo carácter, por tal
razón, es más represivo que formativo. Porque, como ya lo dijo el maestro
Ventura Ramos, “cuando el disentimiento de la juventud se manifiesta en el
reclamo de un mejor nivel académico, los jóvenes no están alterando el orden,
porque este no equivale a pasividad y mucho menos a sumisión o renuncia a
enjuiciar a sus mentores”.
Tegucigalpa, 19 de noviembre de 2014.
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