En 1991, por medio de la siempre recordada y querida doña Lety de Oyuela, tuve el honor de conocer al maestro Andrés Fábregas Puig, antropólogo mexicano que se encontraba de visita en Tegucigalpa, creo que para impartir unas conferencias en la antigua Escuela Superior del Profesorado, hoy Universidad Pedagógica Nacional. Desde entonces, a lo largo de los años, he tenido el placer de verlo en los encuentros de escritores e intelectuales Chiapas-Centroamérica organizados durante la década de los noventa gracias a su empeño en crear vínculos entre la gente que se dedica a la creación y el pensamiento en la región. Allí conocí a intelectuales chiapanecos como Jesús Morales Bermúdez, Carlos Gutiérrez Alfonso, y las hermanas Marisa y Socorro Trejo Sirvent, entre otros investigadores que impartían cátedra en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, fundada por Fábregas Puig.
En mayo de este año, con ocasión de celebrarse el Día del Periodista Hondureño, envié a algunos amigos, entre ellos don Andrés, un artículo escrito por mi padre Ventura Ramos, "La misión cultural del periodismo". Para mi sorpresa, ya que se trata de alguien muy ocupado investigando, escribiendo, dando conferencias y viajando, don Andrés me respondió con un escrito que en un solo párrafo expresa con gran profundidad, acierto y sentimiento latinoamericanista, quién era y cuál era la misión del periodista Ventura Ramos.
Nada mejor entonces para recordar a mi padre hoy 14 de julio, aniversario de su nacimiento, que compartir estas líneas que generosamente le dedicó uno de los más reconocidos intelectuales mexicanos contemporáneos.
Ventura Ramos
Su nombre evoca a lo mejor de las tradiciones del periodismo de Nuestra América. Escribió Ventura con la pasión del convencimiento en que la mejor causa del periodismo es la defensa de los derechos de nuestros pueblos, la difusión de la cultura y la brega por el logro de un mejor destino en estos pueblos nuestros, y en su caso, su entrañable Honduras. Para él, el periodismo debía cumplir una misión cultural en la más amplia acepción de la palabra. Esa misión conlleva, en la vocación de Ventura Ramos, la finalidad de elevar el espíritu humano, desterrar la desigualdad social y hacer realidad una sociedad fraterna. Desde las páginas de El Cronista y Tiempo —históricos textos— Ventura Ramos defendió el compromiso con Honduras, que es Latinoamérica y el Caribe, con su gente, con su historia, poniendo por delante al humanismo como argumento contra la deshumanización de los círculos de poder. Muerto hace 22 años, la presencia de Ventura Ramos sigue vigente en Nuestra América. Su hija, María Eugenia, es ya una voz consolidada y escuchada, formando parte de las amplias corrientes intelectuales que buscan la trasformación de esta América nuestra.
Andrés Fábregas Puig