Por Félix Cesario
Segundo de izquierda a derecha, el autor de este artículo; a a su lado,
Ventura Ramos, durante una actividad del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (años ochenta). Foto: Del archivo de Cesario Padilla. Ver foto en la página original |
Era de mediana estatura, parco y suave a la
hora de hablar. En pocas palabras resumía el análisis de cualquier tema de
actividad social —entendiendo por actividad social todo acto humano o un
consejo para el amigo—. Físicamente no era agraciado, pero era propietario
de la belleza del patriotismo nacional, como tres o cuatro hondureños
más que le han dado gloria a la patria. Con claridad educativa en los escritos, ya que fue por casi diez años editorialista de Diario Tiempo.
Es y ha sido el poeta del poema más bello y
concreto de la historia literaria nacional, apenas de nueve palabras: “ alba de
mis sueños, siempre en pos de ti”,
bellísimo poema amoroso social que leído a lo largo de mi vida, la nostalgia
sosegada, y la furia contenida y –por qué no decirlo— frustrada porque nunca miró la santísima libertad por él soñada en el templo de
la patria prostituida por hombres y mujeres sin decoro.
Alejado del dogmatismo ideológico —que tanto
daño causó al Partido Comunista Hondureño— se percibía en sus editoriales el
sereno, patriótico y educativo mensaje del sentido de nacionalidad… a grado tal
que en cierta ocasión llegó hasta la dirección general del influyente y desaparecido Diario El Cronista,
específicamente hasta la oficina de doña Carlota Bertrand de Valladares, un
señor de apellido Larach con dos cheques; uno como contribución por la defensa y ponderación de una controversia del
Mercado Común Centroamericano. Y le dijo textualmente: “Este cheque es un
aporte para el periódico, por la defensa de la empresa privada hondureña…y este
otro es para que corra al comunista aquel” señalándole al maestro Ventura. Doña
Carlota se sonrió y le contestó: “Mire, no puedo aceptarle dichos cheques”. “¿Por
qué…?”, le ripostó el señor Larach. “Simple”, le dijo Doña Carlota, “porque ese
comunista es el que hace los editoriales defendiendo al empresariado
hondureño”. Así son de torpes los señores adinerados de mi país. Y así actúa un
patriota en defensa de los intereses de la nacionalidad, alejado de prejuicios
ideológicos. Nadie pondrá en duda el accionar marxista de don Ventura Ramos.
La historia con la veracidad y frialdad de las
emociones y pasiones, y los historiadores, han abundado sobre la vida de don
Ventura, y lo han situado en el lugar de honor que se merece, sin quitarle y
más bien agregándole a su hoja de vida datos, más bien anecdóticos, a su
ejemplar conducta. Con él fuimos compañeros de trabajo. Por razones de su
dignidad y de su capacidad didáctica, un grupo de compañeros de la Escuela de Periodismo,
allá por los primeros años de la década de los ochenta, hicimos gestiones de
que impartiera cátedra en dicho departamento en la Universidad Nacional
Autónoma de Honduras (UNAH). Fue mi maestro en las asignaturas de Periodismo de
Opinión y Ética y Legislación de Prensa. Así que Ventura Ramos forjó una
generación de profesionales de la comunicación que hoy por hoy recordamos al
severo y humanístico maestro Ramos Alvarado.
Intereses mezquinos y fascistoides hicieron
que el maestro don Ventura Ramos, como lo llamábamos aquella generación
estudiantil, maniobraran hasta lo imposible para que la Escuela de
Periodismo de la UNAH nos arrebatara del privilegio de contar con la calidad pedagógica
de tan ejemplar docente. La historia nos dio la razón; hoy por hoy la UNAH y la
historia ha situado a don Ventura Ramos en el altar de honor patrio que él se
merece y que aún le quedan debiendo. Hoy por hoy don Ventura es Ventura Ramos,
la historia solamente hizo justicia. El maestro Ventura Ramos es uno de los de
siempre en la hectografía [sic]
hondureña, sobra y basta con esto. Los que intentaron ensuciar su nombre son y
serán argamasa de su pedestal cívico. Observadlos bien, son parte de la
zoología nacional.