Pergamino otorgado por la Sociedad Cultural Lempira a Ventura Ramos, el 20 de julio de 1989. Página de Facebook de Ventura Ramos Alvarado |
La
Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales realizada por la Unesco en
1982 definió la cultura como el “conjunto de los rasgos distintivos,
espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una
sociedad o un grupo social”. De acuerdo con esta definición, “engloba, además
de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del
ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”, y “hace
de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente
comprometidos”.
En este
espíritu, a finales de la década de los ochenta se fundó en Gracias,
departamento de Lempira, la Sociedad Cultural Lempira, con la participación de
un grupo entusiasta de jóvenes, maestros y otras personas interesadas en la
promoción de la cultura, coordinados por el sacerdote católico Rudy Mejía. En
julio de 1989, la Sociedad Cultural Lempira organizó la que denominó “Semana de
la Identidad Nacional”, con el propósito de reivindicar la soberanía del país
en contraposición a la ocupación de nuestro territorio por tropas extranjeras.
No es de
extrañar, por tanto, que el evento fuera dedicado al maestro Ventura Ramos,
intelectual hondureño autodidacta, de auténtica ascendencia lenca, a quien el historiador
Ramón Oquelí describió como “un hondureño digno, e indignado por la situación
de su país, de su gente”. A través de sus editoriales publicados en Diario
Tiempo, así como en medios sindicales, Ventura Ramos denunció a lo largo de la
década de los ochenta las violaciones a los derechos humanos y a la soberanía
nacional que trajo consigo la estrategia contrarrevolucionaria en la región
centroamericana, que utilizaba a Honduras como punta de lanza.
El
pergamino otorgado el 20 de julio de 1989 a Ventura Ramos dice lo siguiente:
“La Sociedad Cultural Lempira, en nombre del
departamento natal, otorga el presente pergamino al maestro Ventura Ramos,
declarándole Paladín de la Identidad Nacional, como un tributo a su persona y
obra consagrados en la construcción de la verdadera patria que soñó y defendió
el indio Lempira. El pueblo de Lempira se siente orgulloso de tener entre sus
hijos un renombrado periodista originario del municipio de San Francisco, que
ha recogido y enarbolado en este siglo la bandera de ideales que movió a
Lempira a resistir hasta la rubricación [sic] con su
sangre, la invasión y agresión del conquistador extranjero”.
Y a
continuación agrega: “Reconociendo que la
lectura y la reflexión han sido pilares básicos en la forja de su personalidad,
nuestra Biblioteca Pública llevará su nombre, para que su ejemplo estimule a
las presentes y futuras generaciones. Maestro Ventura Ramos, el departamento de
Lempira y el pueblo hondureño le agradecemos por iluminar y fortalecer
solidariamente nuestra lucha por la identidad y soberanía nacional”.
En 1992,
la Sociedad Cultural Lempira organizó otra Semana de la Identidad Nacional, esta
vez en el marco de la conmemoración de los 500 años de la conquista de América
por los españoles. El evento tuvo gran repercusión, no solo por la importancia
de la efeméride, sino porque permitió a los pueblos originarios y
afrodescendientes abrir un espacio para presentar sus reivindicaciones y
demandas. Hubo representación de todas las etnias de Honduras, así como
delegaciones de México y Centroamérica.
De
acuerdo con el pintor José Eduardo “Mito” Galeano y el catedrático
universitario Misael Cárcamo, integrantes del núcleo fundador de la Sociedad
Cultural Lempira, ambos eventos, aunque fueron de gran magnitud y tuvieron
importantes repercusiones en la vida cultural hondureña, no contaron con ningún
financiamiento, más que los aportes de los miembros de la organización y lo que
lograban recaudar entre las pocas personas que en aquel momento se interesaban
en la cultura. El alojamiento de los participantes era proporcionado por casas
de familia y las monjas del convento, a solicitud del padre Rudy.
La falta
de recursos económicos no fue el único obstáculo. La organización fue vista con
recelo y temor por las personas acaudaladas y políticos tradicionales de la
ciudad, que consideraban acciones subversivas el haber premiado a Ventura Ramos
y dado voz a los pueblos indígenas. Los miembros de la Sociedad Cultural
Lempira fueron objeto de hostigamiento; su coordinador, el padre Rudy Mejía,
fue sancionado por la jerarquía católica, obligándolo a trasladarse de
parroquia. Debido a estas circunstancias y al desgaste interno, el grupo se fue
debilitando hasta que desapareció, si bien la mayoría de sus miembros continuó
aportando desde distintos escenarios a la promoción de la cultura y la
construcción de espacios democráticos.
Hoy,
casi treinta años después, en la misma ciudad de Gracias existe una
organización que podríamos considerar gigantesca, en comparación con las
iniciativas anteriores, denominada Festival Cultural Gracias Convoca. Al igual
que lo hizo la Sociedad Cultural Lempira en la década de los noventa, este
festival congrega durante varios días a escritores, artistas e investigadores
de todo el país.
Sin
embargo, existen diferencias importantes entre ambas organizaciones. En
contraste con los esfuerzos heroicos de la Sociedad Cultural Lempira en los
noventa, el actual festival cuenta con el patrocinio de la empresa privada, del
gobierno municipal y también del gobierno central. Lejos de considerar
subversivos a los organizadores, el partido gobernante, con su estrategia de
“marca país”, promueve el turismo y los negocios en la llamada “ruta lenca”,
bajo el manto de la promoción cultural.
Que el
Estado promueva la cultura no es reprochable, puesto que es su obligación. Lo
que sí resulta paradójico, desde el concepto de cultura adoptado por la Unesco,
que abarca los derechos humanos fundamentales y demanda una visión crítica y un
compromiso ético, es que en el marco de la cuarta edición del Festival, realizada
en julio de 2016, se le haya rendido homenaje al capitán retirado Billy Joya
Améndola, reconocido líder de escuadrones de la muerte en Honduras durante la
década de los ochenta, hoy próspero empresario y ejecutivo del Festival.
En 1989,
una organización sin ningún apoyo ni injerencia gubernamental, que trabajaba
por la cultura sin otra recompensa que la satisfacción de reivindicar a los
pueblos originarios, le rindió homenaje a Ventura Ramos, hijo del pueblo lenca
que como periodista mantuvo una trayectoria íntegra en defensa de los derechos
humanos y de la dignidad nacional. En 2016, una organización totalmente
distinta, absorbida por un gobierno que apuesta a la continuidad en el poder a
cualquier costo, le rinde homenaje a un militar responsable de torturas,
desapariciones y ejecuciones, de acuerdo con los testimonios recogidos por el
Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (1994) en el informe Los hechos hablan por sí mismos.
Es deber
del Estado no solo apoyar coyunturalmente la producción cultural en todas sus
formas, sino diseñar e implementar, con la participación de los pueblos, políticas
públicas en el ramo de la cultura. En Honduras, particularmente a partir del
golpe de Estado de 2009, la falta de importancia que se le da a la cultura
quedó demostrada con la supresión de la secretaría de ese ramo, sustituyéndola
por una simple dirección.
Hoy el
afán reeleccionista del presidente Juan Orlando Hernández, perteneciente a una
de las familias potentadas de Gracias, vende una imagen de oropel, confundiendo
la actividad cultural con el espectáculo. El patrocinio del Festival, que ya no
es apoyo, sino dominio completo, no representa una verdadera política cultural.
De acuerdo con escritores y artistas que residen en Gracias, una vez que pasa
el mes de julio se van los turistas, cesan los negocios y muere el interés por
la cultura, al punto de que el municipio carece de una verdadera biblioteca
pública, puesto que no se le dio continuidad a la que fundó la Sociedad
Cultural Lempira en su momento.
Denunciar
estos hechos desafortunados no implica demeritar el talento de las y los
artistas, escritores e investigadores que de buena fe han participado, como
tampoco la valía de un espacio que, como ha dicho una de las artistas
participantes, ha servido para mostrar su trabajo en lugares donde de otro modo
no sería posible llegar. Tampoco se desconoce que, de alguna manera, el
Festival ha proporcionado empleos temporales en la región y ha beneficiado a la
pequeña y mediana empresa. La pregunta es: ¿qué beneficios políticos y
económicos obtienen el gobierno y la gran empresa?
Mientras
el gobierno promociona el turismo en la ruta lenca, se sigue asesinando a
dirigentes de los pueblos indígenas que defienden los recursos naturales en sus
territorios, crímenes que permanecen en total impunidad. Esta es una realidad
que no se pueda negar y amerita la reflexión y toma de conciencia de la
ciudadanía hondureña, en especial las personas comprometidas con un desarrollo
sostenible que elimine las desigualdades, incorpore a la cultura como eje
transversal y dé a los pueblos originarios y afrodescendientes el lugar que se
merecen en la construcción de una sociedad más justa y democrática.
Tegucigalpa,
19 de julio de 2016.
La autora agradece a José Eduardo Galeano, Misael Cárcamo y Salvador Madrid la información proporcionada para este artículo.