20 de julio de 2016

La Sociedad Cultural Lempira y Gracias Convoca: treinta años de cultura y derechos humanos en Honduras

Pergamino otorgado por la Sociedad Cultural Lempira
a Ventura Ramos, el 20 de julio de 1989.
Página de Facebook de Ventura Ramos Alvarado

La Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales realizada por la Unesco en 1982 definió la cultura como el “conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social”. De acuerdo con esta definición, “engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”, y “hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos”.

En este espíritu, a finales de la década de los ochenta se fundó en Gracias, departamento de Lempira, la Sociedad Cultural Lempira, con la participación de un grupo entusiasta de jóvenes, maestros y otras personas interesadas en la promoción de la cultura, coordinados por el sacerdote católico Rudy Mejía. En julio de 1989, la Sociedad Cultural Lempira organizó la que denominó “Semana de la Identidad Nacional”, con el propósito de reivindicar la soberanía del país en contraposición a la ocupación de nuestro territorio por tropas extranjeras.

No es de extrañar, por tanto, que el evento fuera dedicado al maestro Ventura Ramos, intelectual hondureño autodidacta, de auténtica ascendencia lenca, a quien el historiador Ramón Oquelí describió como “un hondureño digno, e indignado por la situación de su país, de su gente”. A través de sus editoriales publicados en Diario Tiempo, así como en medios sindicales, Ventura Ramos denunció a lo largo de la década de los ochenta las violaciones a los derechos humanos y a la soberanía nacional que trajo consigo la estrategia contrarrevolucionaria en la región centroamericana, que utilizaba a Honduras como punta de lanza.

El pergamino otorgado el 20 de julio de 1989 a Ventura Ramos dice lo siguiente:

 “La Sociedad Cultural Lempira, en nombre del departamento natal, otorga el presente pergamino al maestro Ventura Ramos, declarándole Paladín de la Identidad Nacional, como un tributo a su persona y obra consagrados en la construcción de la verdadera patria que soñó y defendió el indio Lempira. El pueblo de Lempira se siente orgulloso de tener entre sus hijos un renombrado periodista originario del municipio de San Francisco, que ha recogido y enarbolado en este siglo la bandera de ideales que movió a Lempira a resistir hasta la rubricación [sic] con su sangre, la invasión y agresión del conquistador extranjero”.

Y a continuación agrega: “Reconociendo que la lectura y la reflexión han sido pilares básicos en la forja de su personalidad, nuestra Biblioteca Pública llevará su nombre, para que su ejemplo estimule a las presentes y futuras generaciones. Maestro Ventura Ramos, el departamento de Lempira y el pueblo hondureño le agradecemos por iluminar y fortalecer solidariamente nuestra lucha por la identidad y soberanía nacional”.

En 1992, la Sociedad Cultural Lempira organizó otra Semana de la Identidad Nacional, esta vez en el marco de la conmemoración de los 500 años de la conquista de América por los españoles. El evento tuvo gran repercusión, no solo por la importancia de la efeméride, sino porque permitió a los pueblos originarios y afrodescendientes abrir un espacio para presentar sus reivindicaciones y demandas. Hubo representación de todas las etnias de Honduras, así como delegaciones de México y Centroamérica.

De acuerdo con el pintor José Eduardo “Mito” Galeano y el catedrático universitario Misael Cárcamo, integrantes del núcleo fundador de la Sociedad Cultural Lempira, ambos eventos, aunque fueron de gran magnitud y tuvieron importantes repercusiones en la vida cultural hondureña, no contaron con ningún financiamiento, más que los aportes de los miembros de la organización y lo que lograban recaudar entre las pocas personas que en aquel momento se interesaban en la cultura. El alojamiento de los participantes era proporcionado por casas de familia y las monjas del convento, a solicitud del padre Rudy.

La falta de recursos económicos no fue el único obstáculo. La organización fue vista con recelo y temor por las personas acaudaladas y políticos tradicionales de la ciudad, que consideraban acciones subversivas el haber premiado a Ventura Ramos y dado voz a los pueblos indígenas. Los miembros de la Sociedad Cultural Lempira fueron objeto de hostigamiento; su coordinador, el padre Rudy Mejía, fue sancionado por la jerarquía católica, obligándolo a trasladarse de parroquia. Debido a estas circunstancias y al desgaste interno, el grupo se fue debilitando hasta que desapareció, si bien la mayoría de sus miembros continuó aportando desde distintos escenarios a la promoción de la cultura y la construcción de espacios democráticos.

Hoy, casi treinta años después, en la misma ciudad de Gracias existe una organización que podríamos considerar gigantesca, en comparación con las iniciativas anteriores, denominada Festival Cultural Gracias Convoca. Al igual que lo hizo la Sociedad Cultural Lempira en la década de los noventa, este festival congrega durante varios días a escritores, artistas e investigadores de todo el país.
Sin embargo, existen diferencias importantes entre ambas organizaciones. En contraste con los esfuerzos heroicos de la Sociedad Cultural Lempira en los noventa, el actual festival cuenta con el patrocinio de la empresa privada, del gobierno municipal y también del gobierno central. Lejos de considerar subversivos a los organizadores, el partido gobernante, con su estrategia de “marca país”, promueve el turismo y los negocios en la llamada “ruta lenca”, bajo el manto de la promoción cultural.

Que el Estado promueva la cultura no es reprochable, puesto que es su obligación. Lo que sí resulta paradójico, desde el concepto de cultura adoptado por la Unesco, que abarca los derechos humanos fundamentales y demanda una visión crítica y un compromiso ético, es que en el marco de la cuarta edición del Festival, realizada en julio de 2016, se le haya rendido homenaje al capitán retirado Billy Joya Améndola, reconocido líder de escuadrones de la muerte en Honduras durante la década de los ochenta, hoy próspero empresario y ejecutivo del Festival.

En 1989, una organización sin ningún apoyo ni injerencia gubernamental, que trabajaba por la cultura sin otra recompensa que la satisfacción de reivindicar a los pueblos originarios, le rindió homenaje a Ventura Ramos, hijo del pueblo lenca que como periodista mantuvo una trayectoria íntegra en defensa de los derechos humanos y de la dignidad nacional. En 2016, una organización totalmente distinta, absorbida por un gobierno que apuesta a la continuidad en el poder a cualquier costo, le rinde homenaje a un militar responsable de torturas, desapariciones y ejecuciones, de acuerdo con los testimonios recogidos por el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (1994) en el informe Los hechos hablan por sí mismos.

Es deber del Estado no solo apoyar coyunturalmente la producción cultural en todas sus formas, sino diseñar e implementar, con la participación de los pueblos, políticas públicas en el ramo de la cultura. En Honduras, particularmente a partir del golpe de Estado de 2009, la falta de importancia que se le da a la cultura quedó demostrada con la supresión de la secretaría de ese ramo, sustituyéndola por una simple dirección.

Hoy el afán reeleccionista del presidente Juan Orlando Hernández, perteneciente a una de las familias potentadas de Gracias, vende una imagen de oropel, confundiendo la actividad cultural con el espectáculo. El patrocinio del Festival, que ya no es apoyo, sino dominio completo, no representa una verdadera política cultural. De acuerdo con escritores y artistas que residen en Gracias, una vez que pasa el mes de julio se van los turistas, cesan los negocios y muere el interés por la cultura, al punto de que el municipio carece de una verdadera biblioteca pública, puesto que no se le dio continuidad a la que fundó la Sociedad Cultural Lempira en su momento. 

Denunciar estos hechos desafortunados no implica demeritar el talento de las y los artistas, escritores e investigadores que de buena fe han participado, como tampoco la valía de un espacio que, como ha dicho una de las artistas participantes, ha servido para mostrar su trabajo en lugares donde de otro modo no sería posible llegar. Tampoco se desconoce que, de alguna manera, el Festival ha proporcionado empleos temporales en la región y ha beneficiado a la pequeña y mediana empresa. La pregunta es: ¿qué beneficios políticos y económicos obtienen el gobierno y la gran empresa?

Mientras el gobierno promociona el turismo en la ruta lenca, se sigue asesinando a dirigentes de los pueblos indígenas que defienden los recursos naturales en sus territorios, crímenes que permanecen en total impunidad. Esta es una realidad que no se pueda negar y amerita la reflexión y toma de conciencia de la ciudadanía hondureña, en especial las personas comprometidas con un desarrollo sostenible que elimine las desigualdades, incorpore a la cultura como eje transversal y dé a los pueblos originarios y afrodescendientes el lugar que se merecen en la construcción de una sociedad más justa y democrática.


Tegucigalpa, 19 de julio de 2016.

La autora agradece a José Eduardo Galeano, Misael Cárcamo y Salvador Madrid la información proporcionada para este artículo.