Desde la tierra sin historias felices
Pasamos de los conflictos rurales a los urbanos. Del campo sembrado de tragedias e injusticias, a la ciudad regada con balas. La literatura es un espejo de la región y eso se nota en las antologías de cuento y poesía que compiló Sergio Ramírez y publicó el Fondo de Cultura Económica. En esta entrevista Ramírez habla sobre el trabajo y sobre el panorama literario regional.
Alguien se nos está muriendo siempre/ con esa muerte lenta de los pulsos vacíos/ mientras tu y yo besamos, reímos de las cosas y del viento, comemos, nos amamos y sabemos que toda nuestra luz nos pertenece/sin ser nuestra siquiera/ alguien se muere siempre, hasta cuando un péndulo dibuja cuarto de hora hacia la vida”. Alguien se está muriendo siempre en esta región, pero alguien está también escribiendo siempre, retando a la muerte con las letras, apostándole a la eternidad.
El fragmento anterior fue escrito por la poeta costarricense Julieta Dobles y forma parte de la antología Puertas Abiertas de poesía centroamericana que Sergio Ramírez presentó recientemente. La idea de reunir la obra literaria de la región vive en la mente de Ramírez desde hace más de 40 años; a principios de los setenta se embarcó en la misión de recopilar cuentos de autores centroamericanos, sin internet y sin blogs, la tarea le tomó casi cinco años, pero nacieron dos tomos, mil doscientas páginas, que fueron -en sus palabras- “un espejo roto, pero un espejo común”. Ahora volvió a la carga con dos nuevas compilaciones, una de cuento y otra de poesía publicadas por el Fondo de Cultura Económica. Los dos libros constituyen la mejor forma de acercarse a las letras de toda la región. En esta entrevista Ramírez explica más sobre el libro.
Hace cuarenta años, usted hizo un esfuerzo parecido a este, una antología de cuentos centroamericanos. ¿Cómo fue esa experiencia?
-En ese entonces Centro América era una idea no organizada en términos culturales, los libros de un país nunca llegaban a otro. Había ediciones clandestinas de autores valiosos, que no era sencillo encontrar. Así que recopilar un buen número fue complicado.
Yo trabajaba en el Consejo Centroamericano de Universidades y me tocaba viajar mucho por toda la región. De cada país que visitaba me llevaba cajones enteros llenos de libros, muchos los conseguía en librerías de viejo o me los regalaban amigos, y así fui juntando mucho material. Después fue cuestión de ir espulgando, buscando los cuentos que valían la pena. De ahí salió esta primera antología del cuento centroamericano, que se publicó en 1973 en Costa Rica. Eran dos volúmenes muy grandes.
¿Había una creación literaria fuerte?
-Sí, ya la había. Ayer que pasaba por el stand de la Tipografía Nacional en la Feria del Libro, encontré muchos libros de autores guatemaltecos que antes busqué con tanto afán y que no eran tan visibles como ahora, y lo mismo pasa en toda Centro América. Hoy es diferente, los escritores jóvenes que no han publicado libros tienen sus páginas de internet, hay muchas publicaciones de editoriales pequeñas y medianas, es una situación muy diferente, hay mucha más comunicación entre países. Eso no quiere decir que no sigamos teniendo grandes déficits de comunicación, pero las cosas han cambiado bastante.
Ahora con lo que uno se enfrenta es con la abundancia de escritores, cada vez hay más jóvenes que escriben, en aquel tiempo los escritores activos eran contados, ahora no, ahora hay muchísimos escribiendo, lo cual es una gran bendición para Centro América.
Pero eso supongo que hizo más difícil la selección para esta antología.
-Sí, en ese sentido fue más difícil y uno tiene que desgraciadamente discriminar buenos trabajos, porque una antología como esta, tiene que tener un número determinado de páginas; aunque es una antología grande, cada una tiene casi 500 páginas y aún así he tenido que dejar fuera muchos escritores valiosos.
¿Cuál fue el criterio para seleccionar a los autores?
-La calidad. Lo que a mí me gusta, lo que yo creo que vale la pena que esté. Eso es lo que hace un antólogo; solo había criterios muy subjetivos. Un criterio fue publicar solo autores vivos, porque si incluyéramos a todos se volvería una enciclopedia imposible de manejar.
¿Tenemos temáticas comunes en la región?
-Ha cambiado la temática, porque ha cambiado la historia. Cuando formé la primera antología veníamos saliendo de un mundo rural, los temas dominantes eran los temas vernáculos, los sociales campesinos, la explotación, las bananeras, las costumbres campesinas; desde Salarrué hasta Asturias, esas eran las grandes marcas. Había poco desarrollo de las ciudades, en 1970 no podíamos hablar de urbes en Centro América, de problemas urbanos. Guatemala tenía quizá medio millón de habitantes, hoy son mega ciudades muy caóticas, entonces los grandes cambios sociales y urbanos han traído nuevos temas a la literatura porque hay nuevos conflictos.
Luego vinieron las grandes guerras en Centro América eso dejó un precedente literario, luego la pos guerra que trajo las maras, el narcotráfico y esos son ahora los temas. Siempre estamos en el conflicto, en la anormalidad, y de eso es lo que se nutre la literatura, no hay historias felices. Claro que existe la literatura de amor, pero en Centro América, siempre está teñido de conflicto todo, incluso en el amor.
Decía que en los años setenta los poetas eran considerados locos. Cuarenta años más tarde, me temo que no ha cambiado mucho esa idea…
-Se ve como una locura, como una anormalidad. Eso es el sentido competitivo que estas sociedades siempre han tenido exacerbado, la idea de que alguien que no produce dinero a través de su profesión no es útil ni para la sociedad ni para su familia. La literatura como es un oficio que no es rentable, es despreciable. Esa sigue siendo una idea de la sociedad y por lo tanto los escritores son seres de excepción, al margen de la sociedad, hasta que consiguen reconocimiento, solo entonces se echan a andar las campanas, como con Asturias.
Pero no todos lo logran…
-Sí, pero ahora más que nunca hay autores internacionales, antes se contaban con los dedos de las manos ahora hay muchos más.
¿Es esta la mejor época para las letras centroamericanas?
-Creo que estamos en una buena época. Yo me asusto cuando veo libros de autores que nacieron en los noventa, digo ¡que rápido vamos! Generación tras generación de muchachos que publican libros, eso me entusiasma mucho. Que no todos puedan tener resonancia en el extranjero es cuestión de tiempo y de muchas circunstancias, no se puede esperar que todos los que escriban sean leídos fuera.
Hay más autores, sin embargo tengo la idea de que el apoyo estatal en la región es menor…
-Porque los Estados han cambiado su perfil. Hoy tenemos Estados de corte liberal en toda Centro América, al decir liberal no estoy hablando en forma peyorativa. El Estado se deshace de lastres, gasta menos y entrega la cultura a manos privadas. Esa es una filosofía que opera tanto en Nicaragua como en Guatemala, independientemente del signo ideológico de los países. En Nicaragua el Instituto de la Cultura, que es como el Ministerio de Cultura, tiene un presupuesto de dos millones de dólares al año, con eso cubre bibliotecas, activos, museos, escuelas de arte y es ridículo que sobreviva con eso.
Pero también por primera vez en Centro América hay muchas editoriales privadas que trabajan con gran empeño y dedicación, las hay en toda la región. Así como el padre le dice al hijo: “qué locura estudiar literatura”, así la gente le dice a los editores “qué locura, qué clase de negocio es publicar libros, eso no es rentable”, pero están ahí las editoriales y los libros están circulando.
Aunque sigue siendo difícil leernos aún entre vecinos. En Guatemala no es sencillo encontrar autores hondureños, por ejemplo.
-Pero eso no es característico de Centro América, para un boliviano leer a un autor de Paraguay no es menos difícil, las fronteras siempre están ahí. El escritor que salta a ser publicado por una editorial multinacional consigue ser leído en todas partes, los demás no. Pero en Centro América tenemos una vocación común de integración, ya hicimos un esfuerzo con la Editorial Universitaria Centroamericana, que puso los libros en todos los países, para mí fue verdadero éxito, y esos son esfuerzos que se pueden repetir.
¿Hay más poetas que narradores en la región?
-Siempre hay más poetas y no es que hacer poesía sea más fácil. Son dos tipos de trabajo, la narrativa implica otro tipo de esfuerzo, de sentarse, organizarse, investigar un tema, la poesía depende mucho de la sensibilidad, de la intuición y del dominio del lenguaje por supuesto. Pero un gran poema puede salir en una hoja, para una novela se necesitan trescientas.
Hay más poetas, pero más lectores de narrativa que de poesía…
-Sí, yo creo que hay más publico para la narrativa que para la poesía. Son públicos que siempre hay que cultivar. Ahora incluso hay más público para la novela que para el cuento, los cuentos han venido siendo relegados por las políticas de las editoriales, para las editoriales grandes la novela es más rentable, llega más al lector. En los Estados Unidos se editan más de 400 revistas que publican cuentos y al final se hacen anuarios de cuento y aquí no, casi no hay revistas.