17 de febrero de 2017

Palabras para la presentación de "Una cierta nostalgia" en Tegucigalpa

De izquierda a derecha, los escritores Néstor Ulloa, Gustavo Campos,
Jessica Isla, María Eugenia Ramos, Luis Fernando Lezama y Kalton Bruhl, 
en la presentación de Una cierta nostalgia en el Centro Cultural 
de España en Tegucigalpa. 14 de febrero de 2017.

Era 1979 y yo tenía 19 años cuando escribí "Los visitantes", el primero en orden cronológico de los cuentos reunidos en Una cierta nostalgia. Si no me equivoco, el cuento fue publicado en un periódico, no recuerdo en cuál, porque no he tenido el cuidado de recortar y guardar mis publicaciones. Sin embargo, no olvido que días después de la publicación del cuento me encontré en el puente Mallol de Tegucigalpa con un conocido, activista sindical, quien me reclamó por haber escrito un texto que narraba hechos imaginarios. "No entiendo qué se propone usted con ese cuento, María Eugenia", me reprochó. Ese fue uno de mis primeros encuentros —encontronazo, se podría decir— con la crítica literaria.

En 1980 mi cuento "Domingo por la noche" fue publicado en Alcaraván, en mi opinión la mejor revista literaria de Honduras, dirigida por el poeta hondureño Rigoberto Paredes, de grata recordación. En aquella ocasión, según me comentó el propio poeta Paredes, un señor le escribió muy molesto porque la revista había publicado ese cuento que contenía "malas palabras", además de alusiones a la conducta sexual de los soldados que figuran como personajes.

Entre 1981 y 1989 hubo un paréntesis en el que no escribí ningún cuento. Las circunstancias históricas de la época nos obligaron a muchas y muchos jóvenes que habíamos participado en el movimiento estudiantil a oponernos de todas las formas posibles a la ocupación del país por tropas extranjeras. Debido a ello conocí el exilio y la clandestinidad, hasta que en agosto de 1986 pude regresar a Honduras, gracias a la intervención del entonces Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, don Leo Valladares, a quien nunca le estaré lo suficientemente agradecida.

Mi experiencia de vida durante ese tiempo me permitió escribir Porque ningún sol es el último, poemario publicado en 1989, también gracias a la generosidad del poeta Rigoberto Paredes, en la entonces recién creada Ediciones Paradiso. El libro fue muy bien recibido entre los círculos intelectuales del momento, aunque hasta el día de hoy nunca he sabido cuántos ejemplares se vendieron.

Durante la década de los noventa, yo misma fundé un proyecto editorial, con el apoyo de mi familia. Y fue a lo largo de esa década, en los intervalos que me dejaba el trabajo, que escribí la mayoría de los cuentos incluidos en Una cierta nostalgia, que en 1998 el poeta Óscar Acosta, otro gran ser humano a quien le estoy muy agradecida, publicó en la sección "Hondulibros", suplemento del diario El Heraldo, con las ilustraciones del maestro Ezequiel Padilla Ayestas que he recuperado para la cuarta edición que esta noche estamos presentando con el sello de la Editorial Guaymuras. En el año 2000 los cuentos se publicaron como libro, en una edición de mil ejemplares que se vendió casi íntegramente en San Pedro Sula, gracias al apoyo de la maestra Sara Rolla, entonces catedrática del que era Centro Universitario Regional del Norte, hoy UNAH-VS.

Es curioso que, a pesar de que soy de Tegucigalpa y en los años noventa participé acivamente en el movimiento cultural de la ciudad, Una cierta nostalgia no tuvo ninguna difusión en los medios intelectuales capitalinos. Fuera de Sara Rolla y Helen Umaña, ambas residentes en San Pedro Sula, nadie escribió sobre este libro, sino hasta 2011, cuando Mario A. Membreño Cedillo escribió un artículo crítico. Los antólogos nacionales, con apenas un par de excepciones, tampoco lo incluyeron en sus antologías.

A pesar de este silencio entre casi todos los escritores y académicos más próximos a mí en términos cronológicos, el libro se abrió puertas por sí mismo para encontrarse con las generaciones más recientes de escritoras y escritores, entre ellos quienes me han brindado su amistad y me acompañan esta noche: Jessica Sánchez, Kalton Bruhl, Luis Fernando Lezama y Gustavo Campos, a quien le agradezco el haberme conectado con las generaciones surgidas a partir de 2010.

Dos amigas muy queridas, las poetas Soledad Altamirano Murillo y Yadira Eguiguire, también han contribuido generosa y desinteresadamente a darme a conocer entre sus estudiantes. Pero mi mayor sorpresa ha sido enterarme de que un maestro de Ocotepeque, a más de cuatrocientos kilómetros de aquí, hizo que sus estudiantes leyeran mi libro en fotocopia, porque no había ejemplares disponibles. Mi amiga Wendy Alfaro, aquí presente, fue una de esas estudiantes.

Hoy, afortunadamente, la historia es distinta. Dieciséis años después de su primera publicación como libro, Una cierta nostalgia está recibiendo el reconocimiento y la difusión que no tuvo ni siquiera en 2011, cuando gracias a él fui seleccionada por la FIL Guadalajara como una de "Los 25 secretos literarios mejor guardados de América Latina". Ningún medio de comunicación del país, ni entidad académica o literaria, hizo mención de ese logro. Pero a pesar del silencio oficial, este libro siempre ha tenido lectores y lectoras entusiastas, especialmente jóvenes, que lo han leído por iniciativa propia, se han identificado con él y lo han hecho suyo.

Por ello, cuando las personas a mi alrededor me preguntan si voy a publicar otra obra, cuando yo misma me cuestiono sobre mi vocación de escritora, percibo los sentimientos que este libro ha despertado, evidentemente de soledad, de inconformidad y búsqueda, pero también de amor y ternura, de esperanza en la posibilidad de la literatura, incluso en un país destrozado, hundido por la corrupción, la codicia y la desvergüenza de la clase gobernante. Y entonces le doy gracias a la vida y a sus vicisitudes, porque sin ellas no hubiera escrito este libro que me ha abierto y me sigue abriendo tantas puertas.

Agradezco a los escritores Néstor Ulloa, Jessica Isla, Gustavo Campos, Kalton Bruhl y Luis Fernando Lezama por su amistad y generosos comentarios, como también a todas y todos ustedes por su grata compañía esta noche. Un abrazo a la distancia para la talentosa Lourdes Soto, quien tomó la fotografía de cubierta para esta edición.

Finalmente, quiero agradecer al Centro Cultural de España por las facilidades brindadas para esta presentación; a Isolda Arita, mi amiga y directora de la Editorial Guaymuras, y a su equipo, por las oportunas sugerencias que contribuyeron a mejorar esta edición. Y a mi padre y a mi madre, quienes no solo me dieron la vida, sino que la hicieron más feliz y productiva con los libros.

Tegucigalpa, 14 de febrero de 2017.

1 comentario:

Arnold Alberto Martinez dijo...

Maru, le admiro tanto, adelante! Felicitaciones.


Susy.