23 de marzo de 2012

Ejercicio sobre Guadalajara

En el infierno de Dante los perezosos se pudrían bajo el agua en el quinto círculo, sin hacer absolutamente nada para salir de allí. Reconozco que así he estado desde que volví de Guadalajara (con la salvedad de ir al trabajo asalariado, obviamente, porque ni modo), tal vez porque aún no he salido de mi asombro de formar parte de Los 25 secretostal vez porque la alegría puede abrumar casi tanto como la infelicidad.

En fin, hoy fue un día de semana inédito. Aunque trabajé, las circunstancias me permitieron hacerlo sin presión de horario, tal como me gusta. Además, mi pirulito, mi daihatsu charade del 92, se portó muy bien y me sentí como una reina manejándolo, haciendo a un lado los chillidos, toses y lamentos que lo caracterizan. Fui a ponerme al día con mis deudas —algunas, claro, no todas— y me compré un par de ofertas que encontré por allí.

Creo que todo esto me dio ánimos para entrar a mi blog por primera vez en mucho tiempo, y para mi sorpresa, me encuentro con que aparecen más de 4,600 visitas (2,000 más que hace tres meses), y 15 miembros, dos veces más que antes. ¡OMG! Gracias, FIL Guadalajara, por seguir amadrinándome.

Ya que hablé de pagar deudas, intentaré contar algo de lo que fue mi experiencia en la FIL, aunque sea en estilo telegrama. Literalmente. El orden no es cronológico necesariamente, pero casi. Aquí va.
Viaje muy largo pero sin incidentes. Punto. Ciudad bellísima. Punto. Gente espléndida. Punto. Un poco de frío. Punto. Hotel de cinco estrellas. Punto. Abundantes y deliciosas comidas, todo cortesía de la FIL. Punto. Feria inmensa. Punto. Libros, libros, más libros. Punto. Sin dinero para comprarlos, debo conformarme con verlos y tocarlos. Punto. Me reencuentro con mi admirado maestro Sergio Ramírez en presentación de antología de poesía centroamericana Puertas abiertas. Punto. Estoy incluida en esa antología y también en la de cuento centroamericano, Puertos abiertos, ambas del Fondo de Cultura Económica.  Sonrisa. Punto. Conozco a Juan Gelman y Claribel Alegría, dos iconos de la literatura. Punto. Ambos accesibles y generosos. Punto. Hermoso también conocer a Laura Niembro, a Sarahí, en fin, a todo el personal de la FIL. Perdonen que no recuerde nombres. Punto. Nunca puedo recordar nombres, pero sí rostros. Punto. Aunque no los mencione, sus rostros forman parte de estos buenos recuerdos. Punto. Preparatoria de Tlajomulco: la mejor parte del viaje. Punto. Un auditorio lleno de chicos y chicas que estudian, trabajan y leen. Punto. Ninguno había escuchado hablar de mí, pero hablé y me escucharon con verdadero interés. Punto. Pregunté qué cuento querían que les leyera y pidieron Para escoger la muerte. Punto. Les gustó, lo entendieron, lo comentaron, lo adoptaron. Punto. Hermoso. Los otros 24 “secretos”, no solo muy talentosos, sino fraternos. Punto. Algunos muy distintos de como los imaginaba. Punto. De la mayoría me referiré en términos de impresión personal; ya habrá tiempo de comentar su obra. Punto. El nicaragüense Ulises Juárez Polanco es mi guía en este laberinto. Punto. Aunque puede ser mi hijo, me asesora y me presenta. Punto. Hasta me presta dinero cuando descubro, con gran consternación, que mi tarjeta American Express (la publicidad es enteramente gratuita, pero no sé si es buena) no es aceptada en ninguna parte de Guadalajara. Punto. La salvadoreña Jacinta Escudos, que aparecía embozada en la fotografía, es verdaderamente hermosa, alta, elegantísima. Punto. Ella y el costarricense Carlos Cortés son las estrellas de Alfaguara Centroamérica y casi siempre se sientan juntos. Punto. Imposible confundirme con Jacinta, pero Laura Niembro lo hace, lo cual es muy gracioso. Punto. El venezolano Roberto Martínez Bachrich lee un cuento de su libro Las guerras íntimas, con su voz que parece salida de un sótano situado bajo los 44 pisos del Hotel Riu. Punto. Me digo a mí misma: genial, así quiero escribir. Punto. El guatemalteco Javier Mosquera Saravia me sorprende y me halaga cuando me dice que estoy en su lista de autores que más le gustaron entre los 25. Punto. Nos entrevistan para diversos medios, la radio de la Universidad de Guadalajara, el canal estatal, diarios, blogs. Punto. Posamos para las cámaras. Punto. Y pensar que en 1994 fui a la misma feria, a leer los primeros esbozos de lo que después sería Una cierta nostalgia. Punto. ¿Cómo podría adivinar que años después, gracias a ese mismo libro, me codearía con la aristocracia literaria, aunque fuera por un día? Guiño. Punto. Los otros veinticuatro secretos disfrutan del tequila y el vino que nos obsequian en almuerzos y cenas de protocolo. Punto. Yo sigo buscando mi ansiada margarita, sin éxito. La chilena Nona Fernández es encantadora, mucho más joven que en la foto, y le gustan los gatos. Punto. Con su compatriota Diego Muñoz Valenzuela comentamos lo parecidas que son nuestras trayectorias, pese a que él es ingeniero (nunca había conocido a un escritor que lo fuera). Punto. A él lo marcó el golpe contra Allende en 1973, a mí la guerra en Centroamérica de los ochenta. Punto. El también chileno Francisco Díaz Klaassen y la argentina Fernanda García Lao nos cautivan a todos con su juventud y simpatía. Punto. A Francisco le dan incluso una suite. Punto. Él niega haber recurrido a su sex appeal para lograrlo. Punto. El uruguayo Dani Umpi lucía una peluca en la foto del sitio web. Punto. Me desconcierto al verlo pelón. Punto. Mi columna, específicamente mi quinta vértebra, me juega una mala pasada. Punto. Debo saltearme un par de actividades porque el dolor es intenso. Punto. Carlos Oriel Wynter de Melo me confirma que un panameño a quien conocí hace muchos años está vivo y ha tenido mucho éxito profesional. Punto. Daniela Tarazona no dice mucho, pero lo observa todo, sin duda imaginándonos como animales sobre las piedras (véase la excelente reseña del ecuatoriano Eduardo Varas Carvajal, Mutar la palabra que te nombra). Punto. La boliviana Giovanna Riveiro es mi consuelo, como decimos aquí; tan o más chaparrita que yo, y guapísima. Punto. Hernán Ronsino, argentino típico, atractivo y buena gente, a pesar de los mitos que niegan la segunda parte. Guiño. Punto. El peruano Enrique Planas se cargaba una faringitis o algo peor. Punto. Se tejieron muchas especulaciones sobre su salud. Guiño. Punto. El colombiano Luis Miguel Rivas vive en Argentina y es todo un caballero, muy atento, con su cabello largo y túnicas de hippie de los sesenta. Punto. Con el ecuatoriano Miguel Antonio Chávez somos muy buenos amigos ahora en Facebook. Guiño. Punto. Sus post mordaces me encantan, así como los de Eduardo Varas, quien por cierto acaba de casarse. Punto. A propósito, Giovanna Riveiro también acaba de casarse. Puntos suspensivos. ¿Será que hay algún romance en mi horizonte, solo por haber estado en la FIL? Más puntos supensivos. Guiño. Punto. Hubo algunos con los que no pude compartir mucho: los colombianos Juan Álvarez y Andrés Burgos, el ecuatoriano Luis Alberto Bravo, el argentino Fabián Casas y los mexicanos Pablo Soler Frost y Emiliano Monge. Punto. Tarea pendiente para la 26 edición de la FIL Guadalajara. Guiño. Punto. Después de todo, tienen que volver a invitarme para reivindicarse por la margarita que me quedaron debiendo. Punto. Y esto que era mi cumpleaños. Puntos supensivos. Punto final (provisional).
NOTA: Aunque no son muy buenas, todas las fotografías son de "mua" y me reservo algunos derechos, excepto, claro. aquellas en las que aparezco.

Vista desde mi habitación del décimo piso del Hotel Riu.

El RIU, donde nos alojaron, es uno de los hoteles de cinco estrellas más nuevos de la ciudad.
Libros, libros, más libros. Sin dinero para comprarlos, debo conformarme con verlos y tocarlos. 
Feria inmensa...
Me reencuentro con mi admirado maestro Sergio Ramírez y conozco a Claribel Alegría en la presentación de la antología de poesía centroamericana Puertas abiertas.  
De izquierda a derecha, el poeta nicaragüense Erick Aguirre, "mua", que no soy poeta, y Claribel Alegría.
Hice realidad uno de mis sueños, conocer a Juan Gelman.
Con Daniel, maestro de la Preparatoria de Tlajomulco (a mi derecha) y el venezolano Roberto Martínez Bachrich.

Luis Miguel Rivas y Giovanna Riveiro.

Los chilenos Nona Fernández y Diego Muñoz Valenzuela.

Mi guía, Ulises Juárez Polanco, grande y tranquilo como un oso de peluche.

Los chicos haciendo bromas en el busito que nos llevaba a la cena ofrecida por el presidente de la FIL. De izquierda a derecha, Carlos Wynter de Melo, Francisco Díaz Klaassen y Juan Álvarez.

Durante la cena en la enorme residencia del presidente de la FIL: de izquierda a derecha, Hernán Ronsino, Daniela Tarazona y Carlos Wynter de Melo.

Aunque no pueda recordar los nombres, me he traído los rostros de muchas personas que trabajaron en la FIL. Gracias. ¡Hasta la próxima!

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